Capítulo 18, Juego perdido

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Chloe

Él me observó con interés, sus ojos grises pasando por mi cara, analizándola. Seguramente se pensaba que estaba bromeando y que no iba en serio.

No podía haberse equivocado más.

— Reto, Chloe. No me gusta empezar con verdad.— Apunté ese dato para después, quizás me serviría de ayuda. más adelante

Movió su muñeca para mirar la hora que marcaba su reloj, parecía bastante caro.

Aunque eso no era lo importante, sino lo que iba a proponerle. Si él quería pelea, yo le daría guerra. Si él quería un reto, yo le daría algo potente...Así de fácil.

— Quítate los pantalones.— ordené, mi voz fría y demandante.

Ryder se quedó sin respiración. Noté el instante en el que dejó de comportarse de forma corriente para observarme fijamente. Todo su cuerpo se congeló, pero luego sus labios no tardaron mucho en formar una sonrisa diabólica que conocía a la perfección.

Esa maldita expresión gritaba que me había metido en un lío grandísimo.

Y a ver quién me sacaba de aquí, sin coche y bebida, de una casa en medio de la nada, a kilómetros de nuestra ciudad.

Estaba jodida la cosa.

Las manos venosas de Adam se detuvieron en sus shorts, deshaciendo el nudo que los retenía en su sitio.

En menos de un segundo cayeron al suelo.

Puff.

Si antes se le marcaba todo, ahora es que...Dios mío.

Esos bóxers iban a provocar que fuera al infierno por pervertida. Joder.

Tragué un poco más de mi cubata. Todavía el alcohol no me había afectado al cien por cien, por ende, no tenía muchas probabilidades de perder la dignidad esta vez. 

Igualmente, me dirigí al capullo engreído con las mejillas del color de un tomate:

— No tenías por qué hacer un show, eh. Te he pedido que te quitaras los pantalones cortos, no un puto striptease.

Mi boca se convirtió en una mueca. En serio, que no necesitaba más imágenes de mi enemigo tan...sexuales.

— Já. Yo opino que el mini-striptease te ha gustado, y mucho. Incluso puedo ver tu sonrojo desde aquí.— El muy prepotente se estaba cachondeando de mí. 

Me cago en su sangre.

Coloqué el vaso de cristal en una mesita de plástico translúcida, levantándome. Nuestras miradas conectaron, más no era suficiente.

Nada era suficiente con Adam Ryder.

Seguía burlándose de que acababa de sonrojarme cuando me quité la camiseta blanca, pero paró en el momento en que su vista se posó en mi sujetador de encaje, con transparencias en tonos negros.

¿Ahora quién se ríe de quién, niño rico?

10 puntos para Gryffindor. (Es decir, para mí).

El modo en el que me repasaba desde la cabeza a los pies decía demasiadas cosas, y ninguna apropiada para niños.

Mierda, lo había estropeado todo. Ya no albergaba algún tipo de ventaja, estábamos en las mismas condiciones.

Él llevaba unos bóxers grises y yo un sujetador — que quemaría una monja nada más echarle un vistazo— con una falda azul oscuro.

— Kızdan daha iyisin, çünkü sen gerçeksin.— pronunció, dando un paso lento hacia mí.

Dulce odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora