𝐛𝐢𝐠 𝐜𝐢𝐭𝐲 𝐩𝐫𝐮𝐝𝐞, 𝐬𝐦𝐚𝐥𝐥 𝐭𝐨𝐰𝐧 𝐰𝐡𝐨𝐫𝐞 || volúmen I (snk+18)

𝙏𝙤𝙢𝙤 𝙄

ref. para coquette ritz (pinterest): https://pin.it/1vcRXxaON

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   Siempre fuiste la princesita de la familia, la niña buena y tímida. Tus abuelos se pasaron tu vida entera concediéndote caprichos y colmandote de regalos, iban sin cuidado de siquiera aparentar que no había favoritismo entre tus primos y tu. Te querían más que a ellos, no hay manera anestésica de decirlo, probablemente por ser las única chica, además que mucho más tranquila y dulce que los ellos. Tus padres no pudieron haberte mimado más, tu eras su única descendencia y el tesoro más preciado que tenían. Durante dieciocho años la imagen que tuvo tú famila de ti fue la de una chica dulce, introvertida, femenina, estudiosa e inocente. Su futura promesa brillantísima que, (para gran sorpresa general), decidió ser militar.
   En una cena familiar lo mencionaste: querías entrar en las Fuerzas Armadas Alemanas y ser parte de la Fuerza Aérea. Tú aspiración era ser Piloto Militar, estudiarias cualquier carrera de ciencias en una universidad militar y luego entrarías en la armada. Toda la familia se escandalizó; tú abuelo pensaba que estarías en bellas artes y tus tíos siempre opinaron que ibas a estudiar diseño. Solo tú madre no lucía sorprendida, y el tema estuvo en boca de los Ritz durante un largo tiempo. ¿Tus primos?: ¡Encantadísimos! Finalmente la insufrible mocosa prodigio y princesa de la familia iba a ser destronada.

   Al menos hasta que hiciste las pruebas y estuviste entre los primeros 10 de tú promoción.

   Tú abuela dejó de repetirte que desperdiciabas tú potencial como modelo y tú padre ya no refunfuñaba sobre la doctora que pusiste haber sido. ¡Nada de eso, ahora eras nuevamente el orgullo de la familia, la joven Ritz en la milicia!

   Por desgracia, que pronto fueses parte del ejército no hizo ningún cambio en tú vida social. Tus compañeras de clase seguían viéndote como una boba mojigata que vestía como una niña pequeña. «¡Ser virgen o no haber tenido pareja nunca no deberías ser un motivo de burla!», te repetías. Aunque "virgen" lo que se dice "virgen" no eras, contrario a lo que tus familiares o colegas escolares pudiesen pensar. ¡Pero los comportamientos de superioridad del resto seguía sin tener fundamento!
   Pensaste que al entrar en una seria universidad militar las cosas cambiarían, encontraríad un círculo social sano. Pero en un curso entero prácticamente no te relacionaste con nadie de tu regimiento. El ritmo, la presión, los entrenamientos y los estudios era todo lo que tú cabeza llegaba a procesar. No fue hasta dos meses antes de que terminase el año escolar que te habituaste a tú nuevo ritmo escolar.

   Así, el verano pasó sin que te dieses casi ni cuenta y estabas a punto de volver a tú internado para cursar segundo año. A partir de entonces, la forma en la que te relacionabas con el resto cambió drásticamente. Viendo en retrospectiva, pasaste casi el mismo tiempo rebotando sobre Eren o dándole cabeza a Reiner que concentrada en el programa de estudios. Finalmente fue por eso que te tomó tanto esfuerzo mantener el ritmo de notas y resultados físicos que tenías hasta el momento.
   Pero me estoy adelantando...

   Días antes de que tú segundo año de universidad comenzara, todas las promociones recibieron la noticia de que serían desintegradas. Ubicarían a todos los cadetes en diferentes bases militares o cuarteles con mentores, a lo largo y ancho de Alemania e incluso Austria. A ti te tocó un pueblito en la puta ladera de los Alpes, apartado de cualquier metrópoli. Muy, muy lejos de Berlín.
   Para una tía de una gran ciudad como Berlín, que la manden a una villa remota en en Suiza, es para querer lanzarse de un rascacielos. Y cuando te tocó anunciar la noticia a tú familia, ganas de hacer algo así no le faltaban.
   Tus familiares organizaron la mayor reunión que has presenciado para despedirte, como si te fueses a ir a la Luna por años... Tus tíos, músicos ambos, no tardaron dos horas en volver una cena familiar en una fiesta propiamente dicha. Tu madre se emborrachó como jamás la habías dicho y, cerveza en mano, dió un discurso larguísimo sobre lo orgullosa que estaba de ser tú madre. Por otra parte, aún te dolía la cabeza de tanto que se habían de ti tus primos mientras terminabas a hacer las maletas para Suiza; “¡La reina de los Ritz va a cargar el rifle mientras las cabras de Heidi le comen las botas en un refrigerador llamado campo, sin cobertura para que la familia le repita cada cinco minutos lo orgulloso que están de ti! ¡Que desgracia...!”