Los días pasaron con rapidez y la rutina volvió a consumirme lentamente. Esa mañana, retomaría las clases de magia natural con la hechicera, por lo que en cuanto los rayos dorados del sol se colaron en mi habitación, me levanté rápidamente de la cama.
Me dirigí hacia el baño y me introduje en la tina. El aroma de las flores inundó mis fosas nasales, el agua me acarició con su calidez y me permití relajarme.
En cuanto terminé, tomé un corto vestido negro de tirantes y un par de sandalias bajas. Con tranquilidad me dirigí hacia el comedor para desayunar.
Las aguas aún estaban turbias en el palacio, Lyanna y mi prima parecían desconocidas y Ford disfrutaba de aquello. Tomé asiento en mi silla habitual y esperé en silencio a que Anne trajera los aperitivos.
El silencio era como una soga al cuello y la tensión era palpable en el lugar. Tomé unas tostadas de pan con una mermelada de mango y un sumo de limón. Amaba la comida que Anne preparaba, el amor que había en su corazón lo transmitía a los platillos que cocinaba.
Divisé a mi prima, quien por primera vez en días había decidido salir de su habitación, y no supe describir lo que estaba viendo.
Iris había perdido el color eléctrico en sus ojos, para dejar manchas opacas en su lugar. La palidez adornaba su rostro y había perdido muchísimo peso en poco tiempo. Tenía la mirada perdida y las mejillas sonrojadas por llorar.
Me dolía verla de esa manera, pues a pesar de que jamás fuimos muy unidas y de que ella nunca llevó la dulzura plasmada en su mirada, Iris parecía haber muerto.
Porque ella estaba muerta aunque su corazón latiese, y esa era la peor de las muertes.
Apenas terminé con mi desayuno, pedí permiso y salí del lugar camino al jardín. Los rayos del sol me dieron de lleno en el rostro y la suave brisa me recibió alegre.
Caminé despacio en dirección al árbol de siempre para refugiarme bajo su sombra. La hierba alta me acariciaba los tobillos mientras me dirigía hacia aquel lugar.
Tomé asiento sobre la grama y esperé con paciencia hasta que Aria llegase. Cerré mis ojos y dejé caer las palmas de mis manos en la tierra, enterré suavemente mis dedos en aquel lugar y llamé a la luz que había dentro de mí.
Sentí como los destellos de revolvían nerviosos dentro de mi cuerpo como si temieran ser destruidos o ser demasiados. Era incapaz de comprender aquello, ¿cómo había sentido la pureza en la tierra enemiga?
¿Por qué en la mía era incapaz de dejar fluir la luz y controlarla a mi voluntad?
Intenté sentir la naturaleza abrazando mi cuerpo y a la luz fluyendo lentamente, sin embargo, había un aura llena de miedos, de gritos y torturas que no me permitían liberar la magia luminosa.
Escuché los pasos de alguien acercarse a dónde me encontraba y rápidamente abrí mis ojos y limpié mis manos. Aria lucía contenta enfrente de mí, nos saludamos y ella tomó asiento a mi lado.
Esta vez, centramos la lección en la magia de viento. Ella me había pedido que cerrara los ojos y pensara en un viento tan fuerte que fuera capaz de arañar a la propia tierra.
Lo hice, sin embargo, era como si la magia que la naturaleza me prestaba en Arcania no fuera suficiente. Como si hubiera mucha más que yo no podía usar y no entendía por qué.
-Aria, como sabes, hace algunos días estuvimos en Atheria, -comencé diciendo y la joven me prestó especial atención. -tuve una pequeña pelea con una chica y yo llamé a la naturaleza para que me prestara su magia. Pude crear una espada de fuego eterno e incluso una cúpula protectora con el agua de los mares, sin embargo, aquí no puedo hacerlo.
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El Poder De La Nada. (LIBRO 1 Y 2)
Fantastik"En un mundo de magia y misterios, el amor puede ser un refugio... o la tormenta que desata la guerra. La sangre dorada en el suelo es solo el comienzo; en Aethel, cada lágrima derramada forjará el futuro de una tierra mágica."