SAGA CICATRICES 10: Ayhan

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Sus muslos vibraron con una llamada entrante no deseada.
La pantalla se encendió mostrando un nombre muy conocido por los dos.

‐- Can... es Fabri. - La expresión de su rostro desencajó en miedo.

Enfadado por la interrupción con el agravante de su autor, cogió el móvil entre sus manos observándolo un par de segundos.

Espinas afiladas y puntiagudas ocurridas la noche anterior le sobrevinieron.

● Un cumpleaños trampa planificado desde la alevosía.
● Ese beso en los nudillos lleno de malas intenciones.
● Esa mirada de victoria sobre él, contraria a la lascivia que mostraba cuando se centraba en Sanem.

‐- ¿Quieres que me quite? - Inquirió inquieta.

Hizo el amago de moverse pero él la retuvo colocando su mano en el brazo aun sin desviar su atención.

Ella quedó a la espera, no sabía cómo iba a reaccionar.

Can alzó el mentón sin articular palabra. Sus dedos, sigilosos, se deshicieron del intruso. Su mirada ámbar... era distinta ahora.

La candidez de la que había sido espectadora desde hacía unas horas había sido desterrada.

Sus ojos habían tomado distancia. Un desapego que ella misma había padecido en carne propia.

Can conocía cómo pensaba, cómo gestionaba sus emociones.

Imaginaba la preocupación e intranquilidad que imperaban en su interior.

Acercó aquellas manos con anillos de plata a sus mejillas propiciando un contacto simple, un beso casto.

Ella entendió sus pretensiones. No obstante, sabía que él ya no estaba allí.

‐- Creo que debemos dejarlo aquí. - Más displicente, recuperó el puesto que le correspondía.

‐- Sanem... - se mostró cercano, conciliador.

No consintió que el contacto con ella se rompiera totalmente. Sostuvo su mano mientras con la mirada le rogaba que le creyera.

‐- No estoy molesto contigo.

Ella asintió con tristeza marcando de memoria el número de su amiga.

Tres tonos más tarde, una voz sonámbula y familiar le contestaba.

‐- Diga... - respondió por piloto automático. En cama, con los ojos cerrados aún legañosos, su cerebro no había activado el botón de encendido.

‐- Ayhan soy yo.

La muchacha de cabello castaño claro y personalidad irritante reaccionó con retardo incorporándose como si hubiese temblado la casa por un terremoto.

‐- ¡Sanem! ¿Estás bien? ¡Me quedé súper preocupada! ¿Estás con Can? ¡Eh dime!

Lo soltó de corrido, súper nerviosa, gritando para no variar.

Sanem tuvo que alejar el aparato.

‐- Sí, tranquila. Estoy bien. Anoche pudimos hablar y nos reconciliamos.

‐- ¡¡¡¡Ay!!!! ¡No me digas!!! ¡Cuéntame qué ha pasado! ¡Vamos! - Su alegría era desbordante. Destapó su sábana de superhéroes para sentarse sobre el centro de la cama holgadamente.

Ese chirrido agudo y potente desencadenó un pinchazo en su oído. Alejó el teléfono de ella lo más que su largura le permitió.

Can negaba con la cabeza teniendo la barbilla apoyada sobre el brazo que descansaba flexionado contra la ventana. Si le veías con perspectiva recordaba a la escultura de "El pensador".

Erkencikus: Escenas CanemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora