Abbie salió de la reunión con una sensación de alivio momentáneo, solo para ser reemplazada por un peso abrumador cuando volvió a su oficina. Al entrar, se dejó caer en su silla con un suspiro profundo que parecía llevar el peso del mundo. Cada músculo de su cuerpo se sentía pesado, y su mente estaba plagada de recuerdos de la noche que apenas lograba superar. El agotamiento no era solo por el trabajo, sino por las emociones intensas y confusas que la noche anterior había desencadenado. Deseaba desesperadamente borrar esos recuerdos, hacer que se desvanecieran como niebla al sol.
Miró el teléfono de su escritorio y su mirada se posó en la pantalla donde estaba guardado el número de la rubia. Su dedo se detuvo sobre el botón de llamada, tambaleándose entre el impulso de marcar y el deseo de dejarlo en paz. La presencia de la rubia era como una marca indeleble en su piel; una huella que no podía borrar, una sensación que persistía en cada rincón de su ser. La intensidad de lo que compartieron no se podía comparar con nada que hubiera experimentado antes. El acto físico del sexo había sido una cosa, pero las emociones que la rubia despertó en ella eran algo completamente diferente. Hacer el amor había sido una posibilidad lejana en su vida, incluso cuando estaba enamorada de su esposo.
El nudo en su garganta se hacía cada vez más grande, una masa de dolor y tristeza que le resultaba difícil de tragar. Intentó concentrarse en el trabajo, en las tareas y en los documentos que necesitaba revisar, pero su mente seguía volviendo a la misma pregunta dolorosa. ¿Cómo llegó a este punto? El objetivo que se había planteado desde el principio, alejar a la rubia de su vida, parecía ahora una meta inalcanzable.
Su mente comenzaba a recorrer los recuerdos dolorosos de la conversación que tuvo con la rubia, las palabras llenas de sentimiento que se cruzaron entre ellas. (Tenías razón, todo esto iba a terminar mal. ¿Cómo dejamos que llegara a tanto? ¿Cómo te permitiste amarme, sabiendo que era imposible?) El conflicto interno que sentía se transformaba en una desesperación abrumadora. Las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos y, a pesar de sus intentos de mantener una fachada profesional, finalmente no pudo contenerse más. Las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas, una manifestación de la angustia y el dolor que había intentado reprimir.
Las palabras de la rubia resonaban en su mente como un eco persistente. Recordaba cómo la rubia había intentado expresar sus sentimientos, cómo había luchado contra la irracionalidad de su amor. Abbie comprendió, aunque a regañadientes, que la rubia tenía razón al no querer confesar sus sentimientos. El amor que había crecido entre ellas era algo que parecía absurdo e irracional, pero que, al final, había sido muy real.
(¿Por qué, Karina? ¿Por qué?) Se preguntaba en silencio mientras la desesperación la envolvía. Se sentía traicionada por sus propios sentimientos, por haberse dejado llevar sin considerar las consecuencias. Su mente se llenó de reproches y autocríticas.
(La gente no lo entenderá. No puedo aceptarte. Tú me quitaste a mi marido y no significas nada para mí. Es hora de que te vayas, rubia sexosa) Las palabras se repetían en su mente como un mantra cruel, un intento desesperado de convencerla de que estaba en el camino correcto. Pero a pesar de sus intentos de racionalizar sus emociones, la verdad era que su corazón estaba destrozado, dividido entre el deber y el deseo.
Con un último suspiro, Abbie se levantó de su silla, su cuerpo aún temblaba por la intensidad de sus sentimientos. Miró por la ventana, el cielo nublado afuera reflejaba su propio estado interior. Sabía que necesitaba encontrar una manera de enfrentar la realidad, pero en ese momento, todo parecía abrumador y doloroso.
***
La pelinegra salió del edificio con el corazón aún acelerado por la reunión que acababa de terminar. Al llegar al estacionamiento, sintió un peso en el aire, una presencia cercana que la hizo fruncir el ceño. Mientras buscaba frenéticamente las llaves en el bolso, sintió un movimiento a su lado. Levantó la vista y se encontró cara a cara con la rubia, quien la observaba con una expresión de preocupación. Abbie dio un respingo, sorprendida por la aparición inesperada.
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La Amante de Mi Marido
RomanceEl deseo se apodera de ella cuando la descubre, una seductora rubia que no solo transforma su vida, sino que lo hace de una manera inquietante. Esta mujer hermosa oculta un secreto insólito, uno que despierta una obsesión peligrosa. La protagonista...