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El hombre tragó duro, tenso. No sabía cómo manejar aquello, nunca imaginó que la propia Madelene fuese a verlo, menos que buscara una explicación porque el simple hecho de solicitarla ya daba entrada a la justificación y eso era algo que no buscaba.

Fue un cabrón ambicioso y terco. No había más.

Sin embargo, comprendía que tenía solo dos opciones: hablar de forma superficial para que lo terminaran de odiar, o ser brutalmente honesto pues ya no tenía nada más que perder, estaba vacío.

Aspiró con fuerza agachando la cabeza, reflexivo, avergonzado también y al final decidido, la miró.

—¿Por dónde deseas que empiece? —preguntó cauto, sintiéndose observado. Madelene cruzó una de sus largas piernas, enfundadas en un fino pantalón de lana color perla, cruzó los brazos dejando su bolso a un lado y arqueó una ceja.

—Cuando murió tu madre, ahí deseo que empieces, Kylian, ¿qué edad tenías y qué ocurrió? —sentencio seria, decidida.

El hombre pestañeó desconcertado, también sintiendo un ligero nudo en el pecho. Samantha era definitivamente hija de esa mujer, joder. Lo peor era que no podía negarse.

Resopló asintiendo vencido.

—Tenía doce, como sabes falleció de cáncer.

—Era una mujer muy vital, sonriente —evocó pausada, sin soltar su mirada. Kylian pasó saliva con dificultad al recordarla.

—Lo era.

—Y dime, ¿qué ocurrió cuando Julia faltó? —indagó serena, esperando respuesta.

Jamás se pensó hablando de ese tema, nunca, pero se sentía atrapado. Si simplemente le pedía que se marchara, no habría retorno con Samantha, con esa familia, el hecho de que la propia Madelene estuviese ahí quizá era una oportunidad que si no lograba manejar, le costaría la vida entera.

Decidido a hacer las cosas de la mejor forma, bajó la mirada y comenzó a narrarle cómo ocurrieron las cosas a partir de que su madre muriera.

La mujer escuchó atenta, sin pizca de juicio o lástima, solo asintiendo de vez en vez. No era que la historia le resultara agradable, al contrario, le despertaba profunda tristeza comprender lo que ese chico había pasado, la manera feroz con la que afrontó las cosas y que ni él mismo lo notaba, lo solo que debió sentirse, el abandono en el que creció cubriendo frentes que no le correspondían.

Era un hombre fuerte y valiente.

*

La noche anterior Londo le contó, furioso, lo que fue a decirle el esposo de su hija. Madelene lo dejó despotricar a gusto, sentada en la orilla del colchón, mientras se terminaban de poner crema en las manos. Siempre supo que algo raro se cocinaba ahí, solo lo estaba corroborando, así como también sabía que lo que sentían, no era actuación.

—¡Es un hijo de...!

No terminó aquella frase pues su esposa alzó una ceja, gesto que conocía a la perfección y no estaba para regañinas, así que se contuvo.

—Quiero hablar con él, Lon.

Su marido arrugó la frente, enfadado.

—¿Para qué? Es un poco hombre, mira que...

—Quiero escucharlo, debemos saber, porque hasta ahora no entiendo nada.

—Ah, yo te explico, mujer. Es un canalla, que extorsionó a Samantha para obtener lo que quería mientras su hermana me embarraba en un fraude que pudo costar más de lo que imaginas.

Solo para mí.  Serie Streoss I •BOSTON•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora