Capítulo 28.

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Huaáneri pasaba los días sumergida en antiguos libros en la biblioteca de su comunidad. La revelación de Ikanira y Arandú sobre la princesa Iztan había despertado en ella una curiosidad insaciable. Mientras revisaba las páginas amarillentas de un tomo olvidado, encontró referencias a la aldea de Günatyz. Le parecía extraño, ya que hablar de esa aldea estaba prohibido y ella tenía entendido que todo registro al respecto había sido eliminado, pero días de búsqueda la hicieron dar con el paradero de poca pero verdadera evidencia. Imágenes maltratadas intentaban retratar lo que alguna vez fue Günatyz.

—Günatyz... —murmuró para sí misma, la imagen de la antigua princesa Iztan resonando en su mente. —¿Qué pasó contigo?

—Aquí dice que era una aldea bendecida. —le dijo Harini, quien estaba a su lado como siempre ayudándola en todo lo que ella necesitara.

—Eso mismo me dijo Arandú... —volvió a murmurar para ella, sin que Harini la escuchara. —Debe de haber más, sigamos buscando.

Harini ya estaba un poco cansada, llevaba toda la mañana haciendo deberes y luego se había dedicado por horas a buscar algo que ella no entendía.

—¿Por qué tanta curiosidad por todo esto, princesa? —preguntó luego de un suspiro exhausto.

—Es solo que quiero saber, pero creo que es todo por hoy. —le respondió.

Aún no podía decirle nada, no hasta obtener respuestas a todas sus inquietudes. Pero sabía que ahí no iba a encontrar nada relevante. De repente se le ocurrió algo que quizá nadie iba a estar de acuerdo pero lo haría igual.

Decidida a encontrar respuestas, Huaáneri se dirigió nuevamente a la cabaña de Ikanira luego de recoger todo e indicarle a Harini que se fuera a descansar. Sabía que también encontraría a Arandú. Al llegar, fue recibida con la calidez de siempre.

—Necesito hablar con ustedes —dijo Huaáneri con urgencia. —He estado investigando y descubrí algo sobre la aldea de los Günatyz pero no algo que yo sienta me sea relevante.

—Sabemos que queda poco registro de Günatyz. Ahora prácticamente lo que existe, es lo que aquellos que vivieron ahí te pueden contar. —le dijo Ikanira.

—¿Y dónde puedo encontrarlos?

—No sabemos, princesa. —volvió a responder la anciana. —Los pocos que quedaron, simplemente se fueron a otras comunidades a sobrevivir, de seguro algunos se asentaron aquí en la aldea Koyala, pero ya tantos años de eso que no hay forma de reconocerlos pues seguramente ellos mismos decidieron olvidar su pasado, y otros terminaron por derrumbarse junto a lo que quedó de la aldea.

Huaáneri suspiró pero no pensaba darse por vencida.

—Mi deseo es visitar lo que alguna vez fue esa aldea. Creo que allí encontraré respuestas, es mi última opción. —proclamó y ninguno estuvo de acuerdo. Eso era demasiado peligroso.

Arandú frunció el ceño, preocupado.

—No puedes ir sola, Huaáneri. Es peligroso. —se quedó un rato en silencio observándola, tratando de reconfortarla, quizá era momento de decir todo lo que sabía, porque se dió cuenta que la princesa era capaz de cualquier cosa. —Ve por Kalik y vuelvan aquí. Les contaré lo que necesitan saber.

Huaáneri no lo pensó dos veces y unos momentos después, regresó con Kalik como se lo habían indicado. Él estaba muy confundido pero accedió a lo que ella le pedía, así que una vez llegaron, se sentaron alrededor del fuego en la cabaña de Ikanira, esperando ansiosos las palabras de Arandú.

—Les contaré la verdad sobre Günatyz y lo que ocurrió. —comenzó Arandú, su voz grave y llena de tristeza. —Pero algo sí quiero decirte, princesa. —Huaáneri lo miró con atencion. —Lo que vas a escuchar posiblemente no sea de tu agrado y ante todo quiero que mantengas la mente abierta, pero comprenderás que esto es parte fundamental para que ambos entiendan muchas cosas.

Hijo de Luna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora