Pudieron mantener su relación en secreto durante unos ocho meses, disfrutando de cada momento juntos en la clandestinidad. Rubén, enamorado y creativo, encontraba formas de expresar sus sentimientos hacia Amanda, incluso escribiendo poemas de amor que escondía en lugares inesperados. En una de estas cartas, dedicó un poema que capturaba la esencia de su amor y la felicidad que encontraba en su compañía:
"En el silencio de la noche, bajo el manto estrellado,
nuestro amor florece en secreto, en un mundo reservado.
En cada suspiro, en cada latido, en cada gesto y palabra,
nuestra complicidad se entrelaza, en esta historia guardada.
En la quietud de la madrugada, con la luna como testigo,
mis versos encuentran su destino, en tu corazón amigo.
En cada verso, en cada rima, en cada trozo de papel,
mi amor por ti se revela, en un romance sin cuartel.
Que el viento lleve mis palabras, hasta tu cámara oculta,
donde guardas mis susurros, en la caja más sepultada.
Que mi amor por ti, Amanda, resuene en cada línea escrita,
en este poema clandestino, que en tu corazón habita."
Sin embargo, el destino intervino cuando la tía de Amanda, Genoveva, descubrió una de estas cartas mientras ordenaba la habitación de su sobrina. Aunque Genoveva no veía con malos ojos que Amanda tuviera un novio, reconoció que la desaprobación del padre de Amanda, el Sr. Guillermo, era una preocupación válida. Temiendo las posibles repercusiones para Amanda y Rubén si su padre se enteraba de su relación de manera inesperada, Genoveva tomó una decisión difícil pero necesaria. Como parte del acuerdo para que Amanda estuviera bajo su cuidado, Genoveva mensualmente le enviaba cartas al Sr. Guillermo para informarle sobre el bienestar de su hija. Consciente de la importancia de mantenerlo informado y de cumplir con su compromiso, Genoveva incluyó en una de estas cartas la noticia sobre el noviazgo de Amanda, con la esperanza de prevenir cualquier posible consecuencia negativa para los jóvenes.
Tras leer la carta, el Sr. Guillermo no tardó en tomar acción; viajó inmediatamente para buscar a su hija. La desaprobación por la relación era evidente en sus gestos y palabras, a pesar de que la carta resaltaba el respeto y consideración que Rubén tenía hacia Amanda. Para él, la diferencia de clases socavaba cualquier posible mérito del joven. Sin embargo, la confrontación directa con Amanda al regresar de la escuela le tomó por sorpresa. En ese instante, su padre se enfrentó a ella sin rodeos ni saludos, y Amanda, sin titubear, decidió no negar la relación, mostrando por primera vez un valor inquebrantable, impulsada por su amor por Rubén. Aunque el Sr. Guillermo quiso llevársela de inmediato, la intervención decidida de su tía logró que reconsiderara su decisión y permitiera que Amanda terminara su último año en ese lugar.
Rubén llegó exhausto a casa después de una larga jornada de trabajo, ajeno a la tormenta que se avecinaba. Al entrar, su madre lo recibió con una expresión preocupada, informándole sobre la repentina visita del padre de Amanda y el motivo detrás de su llegada. Sin perder un segundo, Rubén se encaminó hacia la casa de la Sra. Genoveva, su corazón latiendo con fuerza ante la incertidumbre del encuentro que se aproximaba.
Al llegar, se encontró con una atmósfera tensa. El Sr. Guillermo, en medio de su furia contenida, se negaba a hablar con él, como si el mero hecho de escuchar sus palabras fuera una afrenta intolerable. Sin embargo, Rubén persistió, tratando desesperadamente de hacerse escuchar entre las ráfagas de ira de aquel hombre implacable.
— ¡Por favor, Sr. Guillermo, escúcheme! —, suplicaba Rubén, con la mirada fija en el hombre que representaba el mayor obstáculo para su felicidad. — Amo a su hija con todo mi ser, déjeme seguir viéndola, por favor... —
Pero sus palabras se perdían en el vacío de la intransigencia. En un instante de arrebato, el Sr. Guillermo lanzó un golpe directo con la velocidad de un relámpago, buscando silenciar las súplicas de Rubén con un gesto violento. Sin embargo, la agilidad y los reflejos del joven le permitieron esquivar el golpe, apenas en el último momento, evitando así un desenlace aún más catastrófico. Amanda, horrorizada por la violencia de la escena, no pudo contener un grito de angustia que rompió el silencio tenso que envolvía la habitación. Pero el Sr. Guillermo, sin pronunciar una palabra más, se dio la vuelta y abandonó la casa, dejando tras de sí una estela de amargura y desolación.
Los jóvenes se quedaron paralizados por la violencia que habían presenciado, aturdidos por la brusquedad con la que se habían visto obligados a enfrentar la realidad de su amor prohibido. Aunque sabían que las cosas se habían complicado aún más para ellos, al menos ahora podían liberarse del peso del secreto y hacer pública su relación. Sin embargo, esa liberación no fue del todo reconfortante, pues el fantasma de la desaprobación del Sr. Guillermo aún pendía sobre ellos como una sombra amenazante.
En los meses siguientes, el Sr. Guillermo se mantuvo alejado, pero su ausencia no fue sin consecuencias. Redujo significativamente lo que enviaba a Amanda, como si tratara de castigarla con el silencio y la privación material. Para Amanda, esta disminución en el apoyo económico no solo representaba una pérdida tangible, sino también un recordatorio constante del precio que había pagado por desafiar a su padre. A pesar de la tristeza que experimentaba por la ruptura con su padre, también sentía un atisbo de felicidad por haber tomado una decisión que finalmente la colocaba en control de su propia vida.
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Historias de amor sin final feliz
RomanceEsta colección presenta relatos que inicialmente parecen dirigirse hacia un final feliz, como aquellos de los cuentos de hadas donde la magia parece resolverlo todo. Sin embargo, estas historias exploran el lado opuesto de la moneda, mostrando la cr...