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París, Presente

Aquel sujeto estaba en su pequeño estudio en París, rodeado de documentos y mapas. La ventana abierta dejaba entrar la brisa fresca de la tarde, pero él apenas lo notaba. Su mente estaba enfocada en el rompecabezas que intentaba resolver.

Recibió un mensaje en su teléfono y frunció el ceño al ver que era de Hanna.

—Joans está en Londres con Jezebel —dijo el mensaje.

Maldijo en voz baja y marcó rápidamente el número de Alex.

—¿Qué demonios está pasando, Alex? —preguntó en cuanto Alex contestó.

—Los vi juntos, J. No sé qué significa, pero Joans parece estar recordando cosas —respondió Alex con urgencia.

 Se pasó una mano por el cabello, frustrado. —Esto no puede ser coincidencia. Alguien más está moviendo los hilos.

—¿Qué hacemos? —preguntó Alex, la tensión evidente en su voz.

—Mantente cerca de ellos. Si Joans empieza a recordar demasiado, podríamos estar en peligro —instruyó —. Yo intentaré averiguar más desde aquí. Hanna también está preocupada, así que mantén un perfil bajo.

—Entendido, J —respondió Alex antes de colgar.

Aquel sujetó se levantó de su silla y se acercó a la ventana, mirando la ciudad que se extendía ante él. París, con sus secretos y misterios, siempre había sido un lugar de revelaciones y conspiraciones. Tomó un largo respiro, sintiendo la brisa en su rostro, y decidió que necesitaba hablar con Julia Lambert. Si alguien podía arrojar luz sobre esta situación, era ella.

Miró su reloj. Eran las seis de la tarde. Recordó la última vez que había visto a Julia. Habían compartido una copa de vino en un pequeño bistró, hablando enigmáticamente sobre los secretos que ambos guardaban. A pesar del tiempo que había pasado, confiaba en que Julia no lo había olvidado.

Tomó su abrigo y salió de su estudio, decidido a encontrar respuestas. Mientras caminaba por las calles de París, su mente se llenaba de preguntas sin respuesta y una creciente sensación de urgencia. Sabía que cada segundo contaba.

Al llegar al Café de Flore, se sentó en una mesa apartada y pidió una copa de vino. Mientras esperaba, observó a las personas que pasaban, cada una con su propio misterio. Se preguntaba cuántas de ellas estaban atrapadas en una red tan compleja como la suya.Pasaron unos minutos antes de que Julia Lambert apareciera en la puerta del café. Llevaba un abrigo elegante y una expresión serena, pero sus ojos revelaban una profundidad de conocimiento que pocas personas poseían. Al verlo, una leve sonrisa apareció en su rostro.

—Siempre puntual —dijo, tomando asiento frente a él.

—Julia —dijo él, inclinando la cabeza en señal de saludo—. Necesito tu ayuda. Joans está empezando a recordar cosas, y alguien más está moviendo los hilos.

Julia asintió lentamente, su expresión seria. —Lo sé. He estado siguiendo sus pasos. Pero no estamos solos en esto. Hay fuerzas que ni siquiera nosotros comprendemos del todo.

La mirada de aquel señor se endureció. —Entonces, ¿qué hacemos?

Julia tomó un sorbo de su café antes de responder. —Primero, necesitamos proteger a Joans. Segundo, debemos averiguar quién está detrás de todo esto. Y tercero, hay que ser cautelosos. No sabemos hasta dónde llegan los tentáculos de esta conspiración.

Aquel señor asintió, sintiendo que finalmente tenía un plan. —Empecemos entonces. El tiempo es esencial.

Julia se levantó, dejando una propina en la mesa. —Te veré mañana en el lugar acordado. No faltes. —Y con esas palabras, salió del café, dejándolo con un renovado sentido de propósito.

Mientras caminaba de regreso a su estudio, aquel señor sabía que el camino por delante sería difícil y peligroso. Pero también sabía que estaba un paso más cerca de desentrañar la verdad. Y en Londres, Alex continuaba su vigilancia, manteniendo un ojo atento en Joans y Jezebel, sabiendo que cualquier movimiento en falso podría desatar consecuencias impredecibles.El juego había comenzado, y las piezas estaban en movimiento.

Continuará...

Ecos de un Amor PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora