Hallucination

1.9K 206 16
                                    

Son aproximadamente las 9 de la noche. La última labor del día de hoy es sencilla; el agua hierve y mientras eso sucede, Sebastian Michaelis selecciona alguna especie de té relajante para su Amo.

Ha sido un día terrible y frío, por lo que un buen té caliente en la noche haría que el joven Ciel descansara placenteramente hasta el alba.

Cuando todo está listo, el Demonio Mayordomo se aproxima a la gran habitación de su Amo. No hay velas encendidas; la luz de la luna alumbra todo a través de las persianas y le da un ambiente bastante apto para el descanso. Mientras Sebastian abre la puerta, se encuentra a su Joven Amo observando por la ventana la hermosa luna llena que les acompaña. Está sentado en aquél sofá color verde pantano. Sonríe y deja la bandeja en la habitual mesa. Sirve el té, que por cierto posee un aroma a agua de rosas. Toma la taza y se aproxima al joven. Le tiende la taza sin decir nada y él la recibe. Toma el aroma. Suspira.

"Agua de rosas, ¿eh? ", menciona el muchacho.

"Le hará bien para dormir", le responde el mayordomo.

"Que considerado eres, demonio". La mirada incrédula del Conde deja a Sebastian sin movimiento. Pero sólo vuelve a sonreír y se dispone a marcharse.

"¿A donde crees que vas?".

Le pregunta el adolescente y él se gira hacia el más pequeño.

"Debo ordenar el salón; luego de la visita de Lady Elizabeth, está hecho un desastre. Con permiso, Bocchan".

El chico lo deja ir sin protestar, aunque lo único que se escuchó fue un chasquido de lengua, que denotaba la molestia que sentía Ciel.

Aunque su frialdad no le diera más que seriedad a su rostro, había algo que en su interior se calentaba; pensaba que era el té, pero... Era algo más. Una seguidilla de estremecimientos recorren su cuerpo y eso lo obliga a acomodarse mejor en el sofá.
Finalmente, cae dormido sin poder evitarlo, con la pequeña taza en mano, y con el rostro angelical apoyado en el respaldo de la cómoda estadía.

Sebastian regresa luego de media hora de orden y limpieza. Como detestaba que la prometida de su Amo interfiriera así como así en su día a día, pero claro, Él no podía quejarse. No era nadie como para hacerlo. Al entrar de vuelta, se encuentra con algo que le sobrecoge; el indefenso y dormido Ciel Phantomhive permanece quieto en el sofá. Su pecho sube y baja mientras duerme, se ve tan tranquilo...
Una sonrisa vuelve a adonar su perfecto rostro y se acerca.

"Así que... Joven amo...", dice mientras se aproxima al humano. "Su resistencia es bastante baja... sobre todo luego de las ocho...".

El mayordomo toma la taza delicadamente y la deja en la mesa más cercana. Con gran cuidado (para no despertar al joven), le tomó en brazos y lo sostuvo, para dirigirlo hacia la cama.

Su desgracia fue que ni siquiera había alcanzado a cambiarle la ropa al muchacho. Suspira por eso y sacude su cabeza, haciendo que su cabello azabache danzara según sus movimientos.

Toma la pijama, que permanecía bien doblado en la cama y comienza la molesta labor de todos los días. Primero comienza quitándole las botas a Ciel, junto a las medias. Sus manos se deslizan ágilmente, hasta que lo consigue, victorioso. Los guantes rozan la piel cálida y de cierta forma, ese calor se traspasa, dándole a Sebastian una rara sensación. Decide ignorarla, aunque no pasa inadvertida en su mente.

Prosigue con la chaqueta. Desabrocha cada botón con delicadeza, y luego desliza ésta por los hombros del Conde, quitándola. Hizo lo mismo con su camisa. Cuando su mano vuelve a hacer tacto con su piel, una corriente frenética vuelve a embargar al demonio. Este, como reflejo, se aleja, contrariado. El rostro de Ciel seguía igual, y su respiración parecía seguir su curso tranquilo.
En esa circunstancia, Sebastian creía que realmente ese humano era hermoso. Su piel era cálida, suave, tersa como la de una muñeca de porcelana. Su cabello era sedoso y tenía preciosos destellos. Sus labios... estaban entreabiertos y dejaban salir pequeños suspiros.

"No te desconcentres", se decía el demonio, y claro que no hacía caso.

En un momento de inconsciencia, Sebastian se inclina hacia Ciel, afirmándose con ambas manos para no lanzarse encima de él. Se acerca otro poco, más y más, hasta que su aliento choca contra los labios de su Amo.

"¿Qué estás haciendo?", se volvió a decir a sí mismo.

"Es parte de mi alucinación... donde sus labios y los míos se juntan por un breve momento y se separan. Me pregunto... ¿Será correcto hacer de este sueño, realidad?".

Permaneció varios momentos así, con las dudas matándole por dentro, hasta que lo decidió.

Se aparta, y sonríe una vez más, aunque ahora su sonrisa era triste...

"No... yo sólo debo cumplir los deseos de Ciel Phantomhive, no los míos".

Vuelve a su postura inicial unos momentos después. Sigue despojándole de la ropa, y la intercambia por telas más delgadas y cómodas. Se las coloca, procurando no moverlo demasiado para no perturbar su profundo sueño.
Hubo un breve momento, donde el joven se removió un poco y Sebastian se volvió a alejar, intrigado y receloso. Lo que ocurrió hizo que el Demonio sintiera una punzada contra el pecho.

"S-Sebastian...".

Murmura el Conde y el mayordomo posa su mano sobre su pecho, apretándolo. El joven se acurruca, como un niño prqueño y el más alto constata de esa manera que estaba dormido. Suspira de alivio.
Vuelve a ir a donde él y remueve las sábanas de la amplia cama. Volvió a tomar a Ciel entre sus brazos y lo metió entre las cobijas.

Antes de marcharse, se quita el guante de la mano derecha y se sienta al borde de la cama. Acerca su mano levemente temblorosa y acomoda el cabello del joven, aprovechando de acariciar su delicado rostro, saciando la necesidad de contacto que hace tanto reinaba en su inconsciente. Sólo lo hizo por unos segundos, para luego susurrar, como último.

" ¿Esto es una trampa, Joven Amo...?", inquiere en voz baja. "¿Es un pecado...?".

Su mano se aparta y con rapidez la vuelve a esconder en su guante blanco. Se puso de pie, e hizo una pequeña reverencia ante su Amo, que permanecía dormido y tranquilo.

"Buenas noches, Joven amo...".

Dicho aquello, se retiró de la habitación.

Cuando la puerta se cerró, el cuerpo de Ciel reacciona y se sienta entre las mantas. Estaba más que despierto después de todo. Su mano lentamente se fue acercando hasta la zona donde Sebastian había acariciado. Una sonrisa pequeña ilumina su rostro.

"Sebastian... Creo que ambos hemos caído en la trampa".


"Esta es mi alucinación, mi alucinación más recurrente y habitual... donde nuestros labios se rozan y se despegan. Donde nuestros dedos se entrenlazan y se pierden en este mundo fuera de la realidad".

Hallucination [one shot/ Kuroshitsuji]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora