"En los dominios de Hades, donde la verdad yace oculta como joyas enterradas en el oscuro inframundo, se revelan los secretos que los vivos ansían descubrir."
Joans semanas "antes" de que se fuera a Londres en busca de Jezebel.
Joans se sentó en el pequeño café de esquina, removiendo su café distraídamente mientras esperaba a Bell. La tarde era fría y nublada, un reflejo adecuado de su mente confusa. Miraba su teléfono repetidamente, sintiendo una mezcla de ansiedad y anticipación. Bell había prometido encontrar el número de Jezebel, y Joans sabía que ese número podría ser la clave para desentrañar el misterio que había descubierto en el teléfono de Hanna.
La campanilla sobre la puerta del café sonó, anunciando la llegada de Bell. Joans levantó la vista y le hizo una seña para que se uniera a él. Bell, con su andar confiado y su mirada aguda, se sentó frente a él.
—Hola, Joans —saludó Bell, dejando su abrigo en la silla y pidiendo un café—. ¿Todo bien?
Joans asintió, aunque sabía que su rostro traicionaba su inquietud. —Sí, bueno, más o menos. ¿Conseguiste el número de Jezebel?
Bell sacó su teléfono y asintió. —Sí, lo conseguí. Pero antes de darte cualquier cosa, quiero saber qué es lo que encontraste en el teléfono de Hanna.
Joans se pasó una mano por el cabello, claramente nervioso. Miró a Bell y tomó una profunda respiración antes de empezar a hablar.
—Encontré una foto en el teléfono de Hanna. Es de Jezebel y yo juntos, parecía ser en la universidad —confesó Joans, su voz temblando ligeramente—. No recuerdo haberme tomado esa foto, ni siquiera recuerdo haber conocido a Jezebel en la universidad. Pero ahí estábamos, sonriendo como si fuéramos... como si fuéramos cercanos.
Bell levantó una ceja, intrigado. —¿Y qué más había en el teléfono?
Joans tragó saliva, sintiendo el peso de sus palabras. —Había mensajes también, conversaciones entre Hanna y alguien más sobre mí y Jezebel. Mencionaban algo sobre "Ruidosa", y cómo debía mantenerse lejos de mí. No sé qué significa eso, pero algo no está bien, Bell.
Bell se inclinó hacia adelante, su expresión se volvió seria. —¿Estás seguro de que Jezebel no te está manipulando? Ya sabes cómo son las cosas, las personas pueden tener motivos ocultos.
Joans negó con la cabeza, su voz firme. —Lo pensé al principio, pero Jezebel parecía genuinamente confundida y dolida la última vez que hablamos. Esa noche, cuando discutimos, le dije cosas horribles, cosas que ahora lamento profundamente. Dijo que yo la había abandonado sin ninguna explicación, pero no recuerdo haberlo hecho. Algo en mi memoria está mal, Bell. Y creo que Jezebel tiene las respuestas que necesito.
Bell suspiró, asintiendo lentamente. —Entiendo. Esto es más complicado de lo que pensé. Si Hanna está involucrada en todo esto, necesitamos tener mucho cuidado. No podemos confiar en nadie.
Joans miró fijamente a Bell, su expresión decidida. —Por eso necesito hablar con Jezebel. Necesito saber la verdad. No puedo seguir viviendo con esta confusión.
Bell asintió, sacando su teléfono y mostrando el número de Jezebel a Joans. —Aquí tienes. Pero recuerda, sé cuidadoso. Si Hanna descubre que estás investigando esto, podría haber consecuencias.
Joans tomó nota del número, sintiendo una mezcla de alivio y ansiedad. —Lo seré. Gracias, Bell. No sé qué haría sin tu ayuda.
Bell lo miró con seriedad. —Solo asegúrate de no meterte en problemas, Joans. Si hay alguien más involucrado en esto, alguien que no conocemos, podría ser peligroso.Joans asintió, consciente de los riesgos.
—Lo sé. Pero necesito hacer esto. Necesito respuestas.
Bell se recostó en su silla, observando a Joans con una mezcla de preocupación y determinación. —Buena suerte, Joans. Cuida de ti mismo.
Joans asintió nuevamente, sintiendo que estaba a punto de embarcarse en un camino lleno de peligros y secretos. Miró el número de Jezebel en su teléfono, sintiendo que su vida estaba a punto de cambiar para siempre.
Mientras el día se oscurecía y las luces de la ciudad comenzaban a encenderse, Joans salió del café con una nueva resolución. Tenía el número de Jezebel y, con él, una esperanza renovada de encontrar las respuestas que tanto buscaba. Pero también sabía que, con cada paso que daba, se adentraba más en un mundo de intriga y misterio que apenas comenzaba a comprender.
Joans caminaba lentamente por las calles del pueblo, las luces tenues de las farolas creando sombras danzantes en el suelo. La cabeza le daba vueltas mientras intentaba encontrar una excusa convincente para decirle a Hanna. No podía simplemente desaparecer hacia Londres sin una buena razón, especialmente porque Hanna era su novia y ella era extremadamente perceptiva.
Cada paso que daba le parecía más pesado, su mente un hervidero de posibles mentiras y justificaciones. Necesitaba algo creíble, algo que no levantara sospechas. Quizás un viaje de trabajo inesperado o una visita a un viejo amigo.
Finalmente, llegó a su departamento. Tomó una profunda respiración y abrió la puerta. La cálida luz del interior contrastaba con el frío exterior, y el sonido de la televisión llenaba el espacio. Hanna estaba sentada en el sofá, absorta en un programa. Al escuchar la puerta, levantó la vista y le sonrió.
—Hola, amor —dijo ella, dejando el control remoto a un lado—. ¿Cómo te fue?
Joans sonrió forzadamente, sintiendo la presión en su pecho. —Bien, bien. Solo necesitaba despejarme un poco.
Hanna se levantó y se acercó a él, abrazándolo. —Pareces preocupado. ¿Todo está bien?
Joans la abrazó de vuelta, sintiendo el calor de su cuerpo contra el suyo. Sabía que tenía que decir algo pronto. Se separó ligeramente de ella, mirándola a los ojos.
—Sí, solo... bueno, de hecho, necesito hablar contigo sobre algo —dijo, intentando sonar casual.
Hanna frunció el ceño, su preocupación evidente. —¿Qué pasa?
Joans tomó una profunda respiración, preparándose para soltar la mentira que había estado elaborando en su mente. —He recibido una llamada de un viejo amigo. Está pasando por un momento difícil y necesita mi ayuda. Vive en el pueblo de a lado y me pidió que fuera a visitarlo por unos días. Pensé que sería bueno ir y ver cómo está.
Hanna lo miró en silencio por un momento, sus ojos buscando alguna señal de falsedad. Finalmente, asintió, aunque su expresión mostraba una mezcla de sorpresa y preocupación.—No sabía que tenías amigos en aquel pueblo—dijo, tratando de sonar despreocupada—. Pero si es importante para ti, claro, ve. Solo... cuídate, ¿sí?
Joans sintió un alivio momentáneo al ver que Hanna aceptaba su excusa. —Gracias, cariño. Prometo que no será por mucho tiempo. Solo necesito asegurarme de que esté bien.
Hanna lo abrazó de nuevo, esta vez más fuerte. —Entiendo. Solo mantente en contacto, ¿de acuerdo? Quiero saber que estás bien.
Joans asintió, sintiendo una punzada de culpa. —Lo haré. Gracias por entender.
Esa noche, mientras Hanna dormía a su lado, Joans miró el número de Jezebel en su teléfono. Sabía que este viaje a Londres era sobre encontrar respuestas y descubrir la verdad, por peligrosa que fuera.
Al día siguiente, con una maleta ligera y una determinación renovada, Joans se despidió de Hanna y partió hacia Londres. Sabía que lo que encontraría allí cambiaría su vida para siempre, pero también sabía que ya no podía vivir en la sombra de las mentiras y la confusión. Estaba listo para enfrentar su pasado, no importaba cuán oscuro fuera.
"Con el número de Jezebel en su poder y una determinación renovada, Joans se adentró en la oscuridad de la noche, consciente de que cada paso lo llevaba más cerca de la verdad, pero también más profundo en un laberinto de secretos del que no había vuelta atrás."
------
ig: gab.bjk
ESTÁS LEYENDO
Ecos de un Amor Perdido
Teen Fiction"Ecos de un Amor Perdido" es una historia conmovedora sobre el amor efímero y el dolor duradero de la pérdida. Jezebel, una joven apasionada por la mitología y las historias antiguas, se encuentra atrapada en el torbellino de un romance con Joans, u...