Celos Ardientes

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Después de completar la peligrosa misión, Sanemi e Iguro decidieron tomarse unos días para descansar y recuperarse en la finca de Iguro. La finca, rodeada de naturaleza y alejada del bullicio, ofrecía el refugio perfecto para recargar energías y disfrutar de la compañía mutua.

Durante esos días, Mitsuri, una amiga cercana de Iguro, visitó la finca para pasar tiempo con ellos y escuchar las historias de su reciente batalla. Su presencia, aunque agradable, comenzó a inquietar a Sanemi, quien notaba la cercanía y la complicidad entre Mitsuri e Iguro.

Una tarde, mientras Iguro y Mitsuri conversaban animadamente en el jardín, Sanemi observaba desde una distancia prudente, sintiendo cómo la ira y los celos crecían en su interior. Finalmente, incapaz de contenerse más, se acercó a Iguro con una expresión sombría.

—Iguro, tenemos que hablar —dijo Sanemi, su voz tensa y controlada.

Iguro notó la tensión en Sanemi y asintió, despidiéndose de Mitsuri y siguiendo a Sanemi hasta el interior de la finca. Una vez allí, Sanemi cerró la puerta detrás de ellos con un golpe seco, su mirada llena de furia.

—¿Qué demonios está pasando entre tú y Mitsuri? —preguntó Sanemi, su voz elevándose con cada palabra.

Iguro, sorprendido por la intensidad de Sanemi, levantó las manos en un gesto de calma.

—Sanemi, no hay nada entre Mitsuri y yo. Somos amigos, nada más —respondió Iguro con firmeza.

Pero Sanemi, cegado por los celos, no quiso escuchar. Avanzó hacia Iguro, sus ojos ardiendo con una mezcla de ira y dolor.

—¡No me mientas! ¡He visto cómo se miran! —gritó Sanemi, empujando a Iguro contra la pared.

Iguro trató de calmarlo, poniendo sus manos sobre los hombros de Sanemi.

—Sanemi, por favor, escúchame. No tienes razones para estar celoso. Tú eres el único que importa para mí —dijo Iguro, su voz llena de sinceridad.

Pero Sanemi no se calmaba. La furia y la desesperación en sus ojos eran palpables. Iguro, en un intento desesperado por calmarlo, lo besó de manera intensa, apretando sus labios contra los de Sanemi.

Sanemi, sorprendido por el beso, se quedó inmóvil por un momento, pero luego respondió con igual intensidad. El beso se volvió feroz, una batalla de deseos y emociones que ninguno de los dos estaba dispuesto a perder. Iguro comenzó a desvestir a Sanemi con movimientos apresurados, sus manos temblorosas por la urgencia del momento.

Sanemi lo siguió, arrancando la ropa de Iguro con una mezcla de rabia y deseo. Los gemidos de Iguro llenaron el aire cuando Sanemi lo empujó hacia la cama, su cuerpo cubriéndolo con una urgencia incontrolable. Cada movimiento era una liberación de la tensión acumulada, una reafirmación de su posesión mutua.

—Eres mío, Iguro. Solo mío —gruñó Sanemi, su voz ronca mientras mordía suavemente el cuello de Iguro.

—Sí, Sanemi. Solo tuyo —jadeó Iguro, sus manos aferrándose a la espalda de Sanemi.

Sanemi entró en Iguro con fuerza, arrancándole un gemido ahogado. El ritmo de Sanemi era implacable, cada embestida llena de la pasión y el deseo reprimidos. Iguro se arqueó debajo de él, sus uñas clavándose en la piel de Sanemi mientras sus cuerpos se movían al unísono.

El cuarto se llenó con el sonido de sus gemidos y el golpe de sus cuerpos, cada momento más intenso que el anterior. La ira y los celos de Sanemi se transformaron en una vorágine de deseo y posesión, su único objetivo hacer que Iguro sintiera cada parte de él.

—Sanemi, por favor... —jadeó Iguro, su cuerpo temblando por el placer.

Sanemi aumentó el ritmo, sus movimientos más rápidos y profundos. Iguro gritó, su cuerpo alcanzando el clímax bajo la embestida incesante de Sanemi. Sanemi lo siguió poco después, su cuerpo tensándose mientras el placer lo arrasaba.

Finalmente, se desplomaron juntos, sus cuerpos sudorosos y agotados, respirando pesadamente. Sanemi besó suavemente el hombro de Iguro, susurrándole palabras de amor y arrepentimiento.

—Lo siento, Iguro. No debería haber dudado de ti —dijo Sanemi, su voz llena de remordimiento.

Iguro, aunque exhausto, sonrió débilmente.

—Está bien, Sanemi. Solo... confía en mí la próxima vez —respondió, besándolo suavemente.

Se quedaron abrazados, sus cuerpos entrelazados, dejando que la calma y la paz los envolviera. Esa noche, hicieron el amor una y otra vez, cada encuentro una reafirmación de su vínculo y su amor inquebrantable.

A la mañana siguiente, Iguro despertó con el cuerpo dolorido, cada movimiento una recordatorio de la intensidad de la noche anterior. Se levantó con dificultad, sintiendo cada músculo protestar.

Sanemi, al ver el estado de Iguro, se acercó con una mezcla de preocupación y culpa.

—¿Estás bien? —preguntó, su voz suave.

Iguro asintió, aunque una sonrisa traviesa cruzó su rostro.

—Estoy bien. Solo... un poco adolorido —respondió, dejando escapar una risa suave.

Sanemi lo abrazó con ternura, besando su cabello.

—Prometo ser más cuidadoso la próxima vez —dijo, aunque una sonrisa traviesa asomó en sus labios.

Iguro se rió, sintiendo el amor y la conexión más fuerte que nunca.

—Te amo, Sanemi —susurró, acurrucándose contra él.

—Y yo a ti, Iguro. Para siempre —respondió Sanemi, apretándolo con fuerza.

En la finca, encontraron su refugio y su fortaleza, listos para enfrentar cualquier desafío que el destino les deparara, siempre juntos.

En la finca, encontraron su refugio y su fortaleza, listos para enfrentar cualquier desafío que el destino les deparara, siempre juntos

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Espero y les guste este nuevo capítulo🩷

Batalla & Deseo (Saneoba) (Sanemi x Obanai)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora