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“Esta es la primera carta que te escribo ... o tal vez la última. Mi Chaenggie, ¿es correcto llamarte mía?, da igual, no es como si fueras a leer esto.

Ahora quiero confesarme conmigo misma, porque con el sacerdote no puedo. Es decir, el poder está presente, pero no se me es permitido, sería juzgada y condenada por el mismo Satanás. Aveces siento que incluso Satanás me tendría más piedad de la que me tienen mi madre y su pareja, es decir, ¿Porqué es difícil para ellos aceptar cuando algo me gusta?.

Es porque tengo la culpa, ahora también siento culpa porque, ¿No se suponía que esto era una carta?, parece más un diario personal y es que cuando estoy contigo o me relaciono con cualquier cosa que tenga que ver con tu ser, me siento tan cómoda para poder expresar lo que no puedo con palabras al aire libre.

Libre, eso quiero ser.

Quiero ser libre de amar.

Quiero ser libre de pensar.

Quiero ser libre de opinar.

Quiero ser libre de tenerte.

Quiero ser libre de admirarte.

Chaeyounggie, ¿Podré mañana, o pasado, ser libre contigo? ”.      

Dejé mi bolígrafo sobre la mesa, hice cinco dobleces con el papel desgastado y jugué con él al tesoro. Abajo de mí alfombra será difícil de encontrar, y sin una equis que dé su ubicación Chaeyoung no tendrá curiosidad por levantarla o por averiguar mis secretos.


Curiosidad.


Recordé cuando me sentí tan curiosa por poner mis labios en su lunar, me parece tentador, pero sus labios lo son más. Me gusta cuando nos maquillamos juntas con el maquillaje de mi mamá, sin que ella lo sepa obviamente, porque sino eso me costaría gastar más curitas para las heridas que se forman por cada castigo y grito que mi mamá dirige hacia mí cuando algo no le gusta.


A mí mamá no le gusta que Chaeyoung venga a mi casa, tampoco que tome su maquillaje sin permiso o sus largos vestidos.


A mí mamá no le gusta nada de lo que a mí sí.


Tal vez es porque a mí no me gusta, más bien, a mí me encanta de sobremanera la combinación de Chaeyoung con maquillaje en sus grandes ojos, labial en sus apetecibles labios y pequeños brillos en la punta de su nariz.

—Amor, se me hace tarde para irme a trabajar.

Escuché a mi padrastro hablarle a mi mamá.

Es bonito tener a quien decirle cosas cursis sin que sea a espaldas de esa persona.

Yo quiero decirle a Chae que es mía de frente, sin que haga muecas feas como cuando prueba otra fruta que no sean fresas.


Fresas. Pensé

¡Cierto!  Volví a pensar ahora con entusiasmo.

Corrí hasta la habitación que le perteneció a mi abuelo antes de fallecer, tomando el estambre amarillo y la pequeña aguja con la que empecé a tejer un bolso pequeño para mi Chaenggie. Ya me faltaba poco por terminar, lo decoré con fresas al rededor y un poco de morado en la parte de arriba.


Mi mamá luego de unas largas horas contemplando el silencio de mi televisor apagado, decidió por buscarme encontrándose  con mi cuerpo tendido sobre el suelo y mi mirada sumamente concentrada en la pequeña manualidad que llevo rato haciendo.

—¿Sigues haciendo eso?, ¿No te aburre perder el tiempo con eso en lugar de ver la misa de las siete por la tele? Te recuerdo que hoy hiciste una gran falta al señor en plena iglesia por la mañana, Miyou.

Suspiré irritada, su molesta voz aguda y demasiado vieja estaba provocando un dolor en mis tímpanos. Me levanté estirando mis largos dedos con pereza, me decidí a mirarla fijamente y dejar mi orgullo de lado, después de todo no podía estar molesta con ella todo el día por algo que yo ocasioné.

—Y también sigo esperando tus disculpas.

Sus brazos se cruzaron y yo hice un sonido de molestia.

Odio cuando mamá cruza sus brazos, cuando su cuerpo se recarga sobre alguna puerta y cuando sus ojos rasgados se detienen con frialdad sobre mi expresión, cuando da ese aire de superioridad y su gordo rostro se mira estático con excepción de su ceja izquierda levantada, como si estuviera internamente haciendo preguntas.

—Perdón, mamá ...

Ella hizo ese típico sonido de chasquear la lengua cuando algo no le tiene conforme, y yo me controlé para no empujarla por las escaleras para verla rodar hasta el último escalón.

—Sé más específica, Mina.

Suspiré.

Está bien, Chaenggie siempre me dice que debo afrontar mis problemas, porque si no se hacen más grandes.

Chaenggie siempre tiene razón.

—Perdón, mamá, por hacerte pasar vergüenza al intentar confesarme con el sacerdote sobre que me gustan las-

—Ya tuve suficiente de escuchar esa loca idea tuya. Sólo ponte los zapatos y sube al auto.

—¿Para qué?

—¿Me vas a obedecer?

"Sólo un idiota responde a una pregunta con otra" Quise expresar, pero callé mi pensamiento e hice caso sin rechistar algo.

Otra vez.

Una vez que logré sentarme en los asientos traseros, para evitar la incomodidad de ser juzgada con la mirada, miré por la ventana admirando las calles solitarias y a las nubes escondiendo al sol poco a poco.

¿Podrían las nubes esconderme a mí del mundo?

—Ahí está esa pordiosera de nuevo; ignórala si te saluda, Mina. No preguntes por-

Fue tarde para que terminara de darme una orden, la señora Son ya estaba del otro lado de la ventana abierta saludando con su mano y su habitual sonrisa de dos hoyuelos en sus mejillas ligeramente arrugadas.

El hoyuelo de Chaenggie es tan tierno como el de su madre.

—Buena noche, señora Miyou, ¿Le importa si coloco uno de mis folletos en su ventana? Ya sabe para ... asegurarme de que estén rodeando el vecindario.

—Por su puesto, no tengo problema con eso.

Hipócrita.

—¿Ha estado durmiendo bien, Señora Son? su rostro luce muy cansado. Lamento por todo lo que la situación se le presenta.

—La verdad es que se me hace muy difícil conciliar el sueño, pero tengo esperanzas en que el señor me ayudará. Muchas gracias por preocuparse y maneje con cuidado, a esta hora oscureciendo las luces de las calles no alumbran lo suficiente.

—Entiendo, cuídese mucho.

Y sin dejar que otra frase saliera de parte de la otra mujer mi madre arrancó, dejando que todo el humo del motor del auto plasmara el triste rostro de la anciana.

No me gusta lo cruel que llega a ser mi mamá, pero, pensándolo bien supongo que estando en el lugar de la señora Son ella no se esforzaría siquiera por recordar el último lugar donde me dejara abandonada.

La ví sonriendo de forma rara por el retrovisor, mi piel se erizó y un solo pensamiento me atravesó por la mente.

¿Mi madre estaba por abandonarme en algún terreno baldío, dejándome a la suerte?.

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