Real.

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Por supuesto que era ella. Quiso golpearse a si mismo por siquiera haberlo dudado, claro que ella estaba justo frente a él. Después de más de dos años de no haberla visto en lo absoluto. ¿De verdad había cambiado tanto en esos años? La Valentina que él conocía habría preferido golpearse hasta desmayarse en lugar de usar falda. La joven frente a él la portaba con una naturalidad que jamás imaginó ni un poco.

-Te cortaste el cabello.

Por reflejo, ella llevó sus dedos a uno de los mechones que caían por su frente.

-Sí.

-Te ves linda.

La joven entonces frunció un poco el ceño, y se llevó detrás de la oreja el mechón.

-No, lo siento, no quiero hacerte sentir incómoda, solo... es que ha pasado mucho tiempo.

Ella asintió y volvió a recorrerlo con la mirada.

-Tu pareces... cansado.

Una medio sonrisa falsa se pintó en sus labios, inhaló de nuevo del humo del cigarrillo y suspiró.

-Lo estoy. Han sido meses muy difíciles.

Cuando sus ojos se volvieron a conectar, él sintió un golpe de vergüenza gigantesco cuando encontró en los ojos de la joven una tristeza que apenas podía contener. 

Él había hecho pedazos su hogar, él había entregado y repartido a esos niños, ellos que ella cuidó por años, a su lado.

Las lágrimas volvieron a invadir sus ojos, así que bajó la mirada, esperando que la oscuridad bastara para ocultar su tristeza.

-Esto no es para nada lo que me imaginé. Pensé que ibas a correr a sus brazos y lo ibas a besar, pero querida, mentiste.

Alex llevó su atención al origen de la voz. Un joven de cabello negro ayudaba a una joven de cabello azulado a levantarse. Cabello azul como el de...

-Él no es a quien vine a buscar.

Dijo de forma cortante y volvió a caminar, pasando junto a Alex y empujando la puerta para entrar al lugar, notando el aroma y el humo del cigarrillo cuando pasó junto al joven. Él odiaba el cigarro. Quiso detenerse un segundo, pero de inmediato volvió a recuperar su compostura. Bueno, no era su problema, así que solo entró al lugar.

El tintinear de la campana la hizo volver a tensarse, no se sentía lista para seguir hablando con él sin volver a alzarle la voz, pero aún en medio de la molestia, sabía que tenía que disculparse, aunque en ese momento no se sentía con ganas de hacerlo.

Cualquier cosa que estuviera a punto de decir murió en sus labios cuando vio a la joven, que sin duda ocupaba espacio en sus pesadillas, detenerse a un par de pasos del mostrador.

-¿Valentina?

De nuevo la pregunta, pero esta vez ni siquiera se molestó en sorprenderse, porque no esperaba nada de ella. Era una pena que estuviera más cerca de lo que hubiese querido, pero ya no había nada que hacer, y a pesar de que no quería volver a inaugurar una guerra con la pelinegra, no pudo contener el tono afilado que usó para hablarle.

-Xóchitl ¿Dónde está Leo?

Escucharla hablar fue la confirmación de que era real. Así que dio un pequeño paso atrás en reflejo.

-¿No estás en España?

La pregunta salió por sus labios mientras su cabeza seguía en medio del caos. Ella significaba problemas. La boda... Teodora.

Debía advertirle.

-Como puedes ver, estoy aquí. Necesito hablar con Leo, es urgente.

Santiago entró detrás de ella, con el mismo rostro de confusión la observó de extremo a extremo.

Hilo de Sangre. Primera Lección.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora