Capítulo 22

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Yvonne

¿Qué hace una mujer embarazada de 14 semanas? Dormir, amo dormir, comer y estar todo el día en la cama con Essoh.

Suelo ver cursos grabados de maternidad y práctico con un muñeco de una de las niñas la mejor postura para cargarlos y sobre todo, amamantar. Me hace mucha ilusión imaginar a mi bebé, en mis brazos y yo amamantándolo mientras le canto canciones de cuna y que me mire con esos ojitos tan inocentes.

Según los médicos prenatales, se tiene que cuidar todo, los bebés son muy frágiles y se pueden asfixiar, a mí se me va a facilitar, tengo los pezones grandes y mis senos aunque han crecido, no son enormes, de un tamaño medio.

Improviso con los muñecos y Kenya me imita desatando las risas con Jahari.

—¿Y cómo se va a llamar mi primo? —pregunta la princesa más chica de esta casa.

Son tan hermosas.

—Es nuestro sobrino, Kenya —corrige Jahari.

—Tu hermano, elegirá su nombre o nuestro padre.

Casi lo hago todo desde casa, cómo solicitar el cambio de nombre, aprovecho para leer el corán y practicar el idioma de mi esposo, jugar con las niñas que no se me despegan, en especial Kenya, suele darse siestas conmigo, porque yo, apenas si voy a la universidad.

Estoy en mi mundo, no limpio, pero aquí adentro me siento bien y todos están de acuerdo, incluso me consienten muchísimo y la señora Nadjela al menos deja que la llame madre.

Essoh está muy ocupado últimamente con eso de las relaciones internacionales, suele llegar cansado a casa, por lo que intento ayudar con sus trabajos de la universidad, pero tantos números solo de verlos logran cansarme.

—Princesa, la madre Nadjela pide que vaya a sus aposentos, por favor.

Princesa, se me olvida que soy una y desde que me embaracé lo usan mucho.

—Gracias, voy en un segundo.

Es bonito entenderlos ya, no tengo buena pronunciación, pero lo sé.

Termino de esparcir el aceite en mi estómago, solo esperaba a que lo notara para que mi panza comenzara a crecer.

—Estás cómodo ahí dentro, ¿Verdad? —suelo hablar con él, para mí es un niño, yo lo sé, soy su mamá —. Y también ya tienes hambre, ¿cierto? Quieres pudín de arroz.

Yo sí lo siento de manera leve después de realizar mil ejercicios buscando que se mueva, pero Essoh no y eso lo desespera.

Me coloco una camiseta mirándome en el esposo, soy yo o me siento súper hermosa.

Lo que estoy haciendo está mal, más la chispa de la esperanza sigue instalada en mi corazón.

Abandono mi espacio atravesando los pasillos que me conducen a sus aposentos, jamás he entrado aquí y cuando me abren la puerta, está todo pulcramente organizado y lleno de lujos.

—Madre, me mandó a llamar.

Asiente.

—Ven aquí, Zahara, siéntante a mi lado.

Atravieso el espacio, creo que mi sorpresa se nota, es un cambio del cielo a la tierra.

—Muchas gracias —me siento.

—¿Te sientes bien? ¿Necesitas algo?

Que alguien me pellizque.

—Estoy bien, no se preocupe, madre.

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