1. | Daemon Targaryen

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Las sombrías nubes de Dragonstone, no hacían más que coincidir con su ánimo e incluso parecía el escenario perfecto, luego de tantas tragedias.

Patrullar los cielos y cuidar los alrededores del castillo, calma el fuego en su interior, que quiere, no, que exige ir hasta King's landing y dejar solo los cimientos. Pero no puede, y no debe, no sin poner en riesgo a los dragones. ¡Y por todos los dioses, Daemon no haría eso!

Por mucho que Rhaenys, lo desee. Su prima no estaba pensado con la cabeza fría, no la culpa. Tenían ventaja, cierto, sin embargo no podía dejar que la arrogancia los ciegue, sobre todo porque, Vhagar, no era un dragoncito y Dreamfyre tampoco lo era. El fuego de Rhaenys y sus ansias por frenar esta injusticia y osadía, estaban consumiendo, su sabiduría y experiencia.

Daemon sabe que no podrá mantener el fuego dentro por mucho tiempo antes de que busque expandirse y arrase con el poco sentido común que le queda a su prima.

Lleva casi toda la mañana sobrevolando, su mente idea estrategia planes y cuenta a los aliados potenciales. Más pese a todos sus intentos de evitar que sus emociones se mezclen con su racionalidad, se encuentra siempre pensando en sus príncipes, no sabe el motivo. Solo tiene esta sensación, de incertidumbre, él sabe con certeza que no crió cobardes, ni mediocres. Sabe las fortalezas de cada uno, lo buenos que son con la espada y lo expertos que los volvió, con las armas. Pero, casi odia el hecho de que Rhaenyra, los haya mandado como mensajeros y los obligara a jurar que no levantarán espada o arma alguna. Casi.

《—Para preservar la paz y evitar el conflicto.—explicó la Reina》 Quiso reír y revocar la orden, si tenían que defenderse, que lo hagan. Sabía de primera mano, que su posición de mensajeros, no era una que condicionara seguridad. Menos aún con aquellos que no tienen honor.

Rhaenys estaba muy confiada, en Strom's end. Daemon no compartía su confianza, Borros Baratheon, no era Boremund, el amado tío de Rhaenys que apoyó a ella y su hijo, en su reclamo. No, y sus sospechas se hacen más duraderas, mientras más tiempo pasa y no hay rastros de Lucerys.

Los miembros del consejo, se regocijan diciendo que es una buena señal. Daemon, no. Pero tampoco lo expresa en voz alta, no desea perturbar la poca estabilidad que ha conseguido su esposa estos últimos días. Dos semanas desde la muerte de Viserys, una semana desde la muerte de Visenya, no va dejar que tres días de ausencia de Lucerys, la hagan perderse en el temor y la angustia.

Aquí esta la cosa, Daemon conoce a ese muchacho, lo conoce como a sus hijos de sangre. Lo cría desde que tiene solo cinco días de nombre, ahora con catorce días de nombre, se ha vuelto casi un libro abierto para él. Es capaz de leer cada pequeño gesto de cualquiera de sus hijos. Y está orgulloso de ello.

La situación con Lucerys era así, poco o nada le importa lo que otros digan, es testarudo como el infierno. ¡Y que los dioses lo ayuden!  Ama dar la contra. Ascendió a los cielos con solo nueve años, porque su hermano lo hizo igual. Le quitó el ojo al vástago y nunca se arrepintió solo porque protegía a sus hermanos. Insistió en volverse escudero, aún cuando todo podría pesar más que él. Y tenía una sonrisa maliciosa, cuando estaba a punto de hacer algo que acabaría en un caos.

Rhaenyra, lo culpó, por algunos gestos y palabras, no hay justificación alguna, Daemon es culpable, influyó en ellos tanto como pudo y no se retracta de nada.

Pero también les enseñó, a valorar y serle leal a su familia, Lucerys nunca se permitió estar separado de ellos sin enviar noticias, en todo caso, hubiera regresado tan pronto como dio el mensaje. Strom's end, no era lejos, estaba a un par de horas, como mucho habría llegado ayer en al salir el alba o a mediodía, si fuera el caso.

Todos tienen la fantasía de que lo recibieron con banquetes y torneos, Daemon no. Algo pasó. Lo sabe y Rhaenyra también, en lo más profundo de su ser, ella sabe tanto como él, que algo pasó, aún así, Daemon no la culpa por tratar de aferrarse a las palabras del consejo.

The war in your handsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora