Capítulo 36; Veintidos minutos

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Evie

Ni siquiera tuve que abrirle mi corazón para que tomara todo de el, fue dueño de mi alma en el momento en que le entregué mi cuerpo. Lo tomó todo, cada parte de mi que ni siquiera le entregué, las partes rotas por alguien más, las partes que una vez él sanó.

Todo, todo. Supongo que ese era siempre mi mayor problema.

Caminaba bajo la torrencial lluvia con el cabello deshecho, mis piernas dolían y mis labios temblaban del frío, ni siquiera había caminado tanto.

Me rehusaba a creer que todo terminara de esta forma, mi corazón aún se aceleraba cada vez que nos acercábamos, mis labios cada vez se acostumbraban más a los suyos, me estaba entregando y ni siquiera se dio cuenta.

Me estaba entregando y yo ni siquiera me di cuenta, la forma en la que evitaba sus ojos con la excusa de que estos podrían quebrarme fácilmente.

El momento exacto en que dejé de comparar sus ojos con los de alguien más, por que ahora los suyos me parecían fascinantes.

¿Acaso todo eso fue parte de mi imaginación? Probablemente si se lo hubiera dicho no estaría aquí, sola, bajo la lluvia, con un corazón roto y un estómago vacío.

Sentí un auto detenerse de forma brusca junto a mi, por un momento creí que sería arrollada y que mi suerte había mejorado.

-Evie sube al auto- me giré abruptamente cuando escuché esa voz conocida, pasar del dolor al asombro era una habilidad que había cultivado hace tiempo.

-No subiré contigo, eres un...- tomé aire tratando de encontrar el insulto adecuado para él, entre el frío de la noche y sus grandes ojos iluminándome, estaba desconcentrada.

-Sube al maldito auto antes de que alguien te vea- fruncí mis cejas cuando levantó su voz de forma tan fría y sin ningún rastro de la dulzura que usaba conmigo.

¿Que te han hecho, Max? No reconozco a la persona frente a mi.

Terminé por obedecer y subir al auto, estaba empapada y mi cuerpo temblaba del frío, además de que tenía razón y alguien podía vernos.

En el auto hubo más calidez casi de inmediato, sobre todo cuando el piloto puso un abrigo sobre mis hombros.

-No debiste salir con la lluvia- me dijo cómo si no acabara de decirle que lo amaba y él me hubiera ignorado por completo, curioso.

-No debiste comportarte como imbécil- le solté tomando el abrigo y acomodándome en el asiento.

-Lamento si fui muy duro contigo, pero es la verdad... No podemos estar juntos, no más- ni siquiera estaba mirándome, tenía la vista sobre el volante y sin moverse a ningún lado- Es por el bien de mi carrera.

-Todo eso suena como mierda que diría tu padre, tienes que reaccionar porque...- me quedé helada cuando levantó la vista y sus ojos me penetraron, el único sonido en el ambiente era el de los limpia parabrisas moviéndose rápidamente.

-Es la verdad, estoy desconcentrado y pierdo valioso tiempo en el simulador para venir a jugar contigo a la parejita- negué rápidamente, no lo dejaría llamarnos así nunca- Acéptalo, esto nunca sería más de lo que ya era.

-¿Acaso no escuchaste lo que dije hace rato? Te amo, Max... - una estúpida lágrima se resbaló por mi mejilla sin avisar, odiaba tanto mi sensibilidad- Perdón por haberme tardado tanto, yo solo quería asegurarme de que no sufriría de nuevo...

El espacio quedó en silencio nuevamente, supe que la tormenta no descansaría en el momento en que cerró las puertas y condujo de nuevo.

-Max... Solo tienes que decirlo, solo dilo y no importará todo lo demás- le rogué esperando por lo menos una micro mirada de su parte, una vez más solo tuve silencio absoluto y eso fue lo peor alguna vez había escuchado.

Eternal Sunshine|MV01Donde viven las historias. Descúbrelo ahora