C a p i t u l o 8

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Minerva

Me concentro en lo aterrador que lucen los fantasmas y Jane Doe para ignorar el temblor en mis puños.

Nathaniel da miedo.

Hasta hace unos minutos parecía el querubín más encantador e incapaz de matar una mosca, pero ahora me observa fijamente, sus pupilas resplandecen como los de un lobo que está acechando a su presa y muestra una sonrisa retorcida que me pone los pelos de punta. Creo que debí esperar a estar del otro lado de la jodida barra antes de abrir la bocota.

— ¿Y bien? — levanta una ceja y su tono es retador.

A mi lado Jane Doe empieza a mover sus manos frenéticamente y ese es el maldito problema... Que no entiendo nada de lo que dice y que estoy tan perdida en este barrio como si fuera nueva en la ciudad.

La única persona que podría traducir ese dichoso Lenguaje de Señas y que conoce el Molino Rojo mejor que yo esta justo enfrente de mí. Lástima que sea un asesino serial que acaba de anotarme en su lista de gente a la cual desaparecer.

¿Qué había dicho tío Hugo? ¿Que los habían visto irse con una mujer vestida de rojo?

Pues Nathaniel debía tener uno que otro fetiche además de asesinar.

Trago saliva, nerviosa. Prácticamente siento el aliento de este rarito sobre mis mejillas de lo cerca que esta de mí, y aunque morir no suena tan aterrador, preferiría que encontrarán mi cuerpo con la cabeza en su lugar para no acabar como Jane.

— ¡OYE, CAMARERO! — llama una voz al otro extremo de la barra. Es un hombre tan furioso que su rostro esta enrojecido y tiene un tarro de cristal vacío en la mano — ¡Ven a servirme otra cerveza ¿quieres?!

Nathaniel alza la vista y lo observa fastidiado, entonces el tipo se da cuenta de mi presencia y parece que eso lo saca de sus casillas aún más.

— ¡Maldita sea! — exclama — Se supone que debes dejarnos a las chicas a nosot-

Pero no acaba la oración. Sus mejillas se inflan y se inclina hacia adelante inundando todo el suelo de una sustancia verde y espesa que sale de su boca.

Mi amiga Jane DoeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora