Treinta y uno

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Tan solo aquellas tres palabras bastaron para que la completa felicidad arribara placenteramente al alfa, cuyas facciones se iluminaron con notabilidad luego de que aquella enorme y maravillosa sonrisa decorara con encanto su rostro.


Mierda, no podía estar más feliz. Su bebé, su omega, su Joshua, su todo lo


acompañaría. Ya no se apartaría del amor de su vida, ya no habría sufrimiento que atravesar, ya no habría alma gemela que extrañar. Jisoo iría con él. ¡Iría con él!


Quería gritar, llorar, saltar de la pura alegría que había consumido su ser.


¡Mierda! Era todo un sueño cumplido, un milagro caído del cielo. No lo podía


creer. Sentía que explotaría de la emoción en cualquier segundo.


Y estornudó.


-Joder -murmuró, luego de sorber los mocos que parecían no querer dejarlo


en paz. Ni siquiera pañuelos tenía.


Su rostro se contrajo en una mueca de asco cuando sintió toda la mucosidad


estancada en su garganta. Tenía tantas ganas de escupir en aquel preciso


momento. Y, por muy asqueroso que fuera, no se privó de hacerlo encuando


bajó la ventanilla del auto. Después de todo, tenía que ingresar la clave para


abrir la compuerta que le permitiría salir a la avenida.


Al abrirse esta, Jeonghan aceleró, adentrándose al trafico. No tardó en volver a dibujar aquella feliz sonrisa en su rostro. Todavía no lo creía. Comenzaría una nueva vida con Joshua a su lado. Tendría consigo a su adorado bebé, lo tendría todo el tiempo que quisiera. Ya no habría más despedidas definitivas. Ya no habría más espera. Su amor florecería, se amarían, lo mordería, se casarían. ¡Siii!


Paró en un semáforo y se dedicó a mirar a Jisoo, intentando asimilar de una


vez por todas que aquel no era un estúpido sueño, que eso, en realidad,


estaba pasando.

Jisoo le devolvió la mirada, sonriéndole apenas de lado, contagiándose por


completo de la felicidad que el alfa no cesaba de emanar. Jeonghan tenía tantas ganas de fundir sus labios en un beso, tantas ganas que habría sido capaz de ignorar totalmente la mucosidad en su garganta. Pero se contuvo, utilizando la poca fuerza de voluntad que le quedaba. No deseaba transmitirle el virus o las bacterias que se habían infiltrado sin permiso en su organismo.


Por otro lado, recordó que debía hablar con el conseiller de su padre cuanto


antes, por lo que quitó su celular del bolsillo de su saco y marcó su numero.


Cuando el semáforo se puso en verde aceleró, dejando el celular en altavoz


recargado en su muslo.


-Odio decir que tenías razón, pero tenías razón -fue lo primero que dijo


cuando la llamada fue atendida-. Se infiltraron. Debes de conseguirme


guardaespaldas cuanto antes y dejarme listo el avión, estoy dirigiéndome


hacia el aeropuerto.


-Enseguida te mandaré hombres para que te escolten. Me encargaré de que


tengas preparado el Jet apenas llegues. Ten cuidado y apenas corte la llamada deshazte del celular.

𝐒𝐔𝐁𝐋𝐈𝐌𝐄 𝐃𝐎𝐌𝐈𝐍𝐀𝐂𝐈𝐎𝐍 ㆐JIHAN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora