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Me encontraba yendo a la casa de la abuela. Tenía un regalo demasiado grande para ella, lo que se me dificultaba caminar y, a veces, intentaba deslizarse de mis manos. Era agotador, pero lo valía, tenía que pedirle disculpas grandes a ella, por no haberla visitado desde hace un mes.

Tomé el tren, sin pensar en si era ese mismo tren en el que se encontraba mi amor platónico. No habían asientos, así que fue un poco difícil para mí cargar el regalo en un brazo y el otro me servía de apoyo para no caerme cuando el tren tomara velocidad.

Estaba siendo un poco difícil, hasta que te encontré nuevamente, ibas acompañado de un chico bajo, con ojos iguales a los de un felino, mientras te carcajeabas de los chistes que seguramente te estaba soltando. Mis ojos brillaron por un momento, así que esa era tu risa. Tus dientes y la manera en la que sonríes genuinamente, acapararon toda mi atención, sentí que solamente éramos tú y yo en ese vagón del tren. Tú siendo feliz y yo admirando tu felicidad en secreto.

El tren paró al llegar a una estación, consecuencia de mi despiste, casi pierdo la estabilidad de mi cuerpo, lastimosamente, el regalo para la abuela se había desparramado por todo el piso del vagón. Hice un par de reverencias a todo el mundo, algunos me miraron mal, otros con desinterés y otros solo me dieron una sonrisa para seguir en lo suyo. Me agaché y empecé a poner todo en la canasta, muchas cosas se habían caído de ahí.

Vi una mano tomar una malla de manzanas que había comprado, me asusté pensando que las iba a robar, pero me paralicé por completo al verte, dándome una gran sonrisa, mientras me ayudabas a acomodar las cosas en la canasta. Tu amigo, el felino encapotado, apodo puesto por mí, obvio, también se levantó a ayudarme.

—Gracias por ayudarme a recogerlo —tomé la canasta y di dos reverencias hacia ellos. Ambos me sonrieron, pero yo solo podía concentrarme en tu sonrisa.

—No es molestia. Si desea, puede tomar mi asiento. Lo veo muy encartado con ese regalo tan grande —tu amigo me habló, negué rápidamente, eso era mucha atención de su parte.

—Por favor, tómalo o toma el mío. No queremos que ese bonito y delicioso regalo de estropeé con otra caída —entonces ahí fue cuando escuché tu voz.

¿Podría agregar dos cosas más a la lista de Jimin para confirmar que me atraía demasiado? Ya escuché tu risa, tu voz, aunque lastimosamente, aún no sé tu nombre. No estoy lo suficientemente cerca, como para conocer tu olor, pero si es tan cálido como tu voz o tu risa, prometo que será la dicha más grande.

Mis mejillas se enrojecieron, tu amigo me llevó a su asiento y ahí te encontrabas tú, sentado al lado mío, mientras tú y él se encontraban charlando nuevamente. No pude ponerle atención a su conversación, estaba muy ensimismado recreando nuevamente la interacción que tuvimos. Recordando tu risa, tu voz, tu sonrisa, aquellas cosas que hacían latir mi corazón con fuerza.

—Puedo preguntar, ¿para quién es aquel regalo? —tu amigo habló, aún no sabía su nombre. Levanté mi vista, sus ojos y tus ojos estaban enfocados en mí. Me hice pequeño en el asiento, encontrando las palabras. Jamás había socializado con extraños, bueno, tú no eres tan extraño.

—Oh... sí, es para mi abuela. Llevo tiempo sin darle... una visita, sí —cerré los ojos fuertemente, qué tonto. Empecé a balbucear y tartamudear. Seguramente piensas que soy algo tonto, pero es imposible encontrar mis palabras cuando tus ojos se enfocan en mí, con tanta atención.

—Es realmente lindo, seguro a tu abuela le va a gustar. Y por lo que veo, es fanática de las manzanas. Llevas muchas mallas de ellas —tu voz tan amable, con esas palabras que me hacían querer admirarte. Sé que tratabas de obtener alguna conversación; pero lastimosamente soy lo bastante tímido como para no poder seguirla.

Asentí con la cabeza y devolví mi mirada al regalo, seguro piensas que soy un desinteresado o un grosero, pero es que simplemente no sé cómo seguir esa conversación. Tu amigo y tú se miraron, diste un suspiro y seguiste en tu conversación junto a él.

Me empezaba a reprender mentalmente, realmente parezco muy grosero por no responder.

«Hemos llegado a la estación número 15»
Nuevamente, aquella voz que me separaba de ti se hacía presente. Les di una última mirada, hasta que ambos me miraron y les sonreí dulcemente. Me devolvieron la sonrisa y salí del vagón.

Empecé a caminar, un poco triste por mi actuar. Tal vez, si la timidez no me hubiera ganado, yo podría saber muchas cosas de ti, hubiera podido mantener una conversación y sería feliz de saber más de ti.

Toqué la puerta de la casa de mi abuela, empecé a sacar con dificultad mi libreta, tendría que escribir más cosas.

—Mira quién se ha dignado a aparecer. Es el mismísimo Kim Taehyung en persona. Ya estaba olvidando su existencia —mi abuela habló al abrir la puerta, le miré seriamente.

—Señora Hye, si le molesta mi presencia, puedo irme con todo el gusto del mundo.

—Respétame, señorito, que yo aún no califico como señora —habló, después de darme un manotazo en la cabeza.

—No, calificas como de la tercera edad.

Y empecé a correr por mi vida, mientras que mi abuela me perseguía por toda la casa con un palo de escoba que no sé de dónde lo saco.

—¡Ya, abuelita Hye! —me arrodillé, pidiendo compasión— Te he traído manzanas frescas, son verdes y rojas —la expresión de mi abuela cambió por unos segundos, tomando el regalo como si le hubieran dado a su hijo más esperado.

—Mi niño, sabes que te amo con todo mi corazón, ¿verdad? —la abuela se agachó para darme un beso en la frente, mientras tarareaba feliz hacia la cocina, dispuesta a hacer muchísimos pays de manzana.

Thursday [kv]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora