Capitulo 11: Encuentro y tensión

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El sol se oculta lentamente sobre el pueblo cuando regreso del mercado, cargada con una cesta llena de productos frescos. Las calles están más tranquilas ahora, bañadas por los últimos destellos dorados del día. El aire fresco del atardecer juega con los mechones sueltos de mi cabello, mientras avanzo con paso decidido, pero con el corazón lleno de una tensa expectación ya que mi mente sigue revoloteando con los eventos del día.

Al doblar una esquina, me encuentro de frente con el padre Edmund, emergiendo de la casa parroquial con un montón de carpetas bajo el brazo. Sus ojos se encuentran con los míos por un breve momento antes de que aparte la mirada y aunque su rostro parece sereno, percibo un atisbo de inquietud en sus rasgos marcados por las sombras del atardecer. Sus cejas fruncidas reflejan una preocupación que no logro comprender del todo.

—Padre Edmund —saludo con voz suave, intentando romper el hielo que se ha formado entre nosotros.

—Aurora —responde, su tono grave y mesurado. Observo cómo su mirada se desvía un instante hacia las carpetas en sus manos, como si buscaran refugio en ellas. Sus labios se curvan en una leve sonrisa, pero sus ojos no logran ocultar una cierta reserva.

Rápidamente miro a su alrededor para ver si el padre Matthew y Nicholas se encuentran cerca, pero al parecer solo estamos los dos... Solos.

Nos quedamos en silencio por un momento incómodo. Puedo sentir la tensión palpable entre nosotros, cargada de algo más que las palabras que no se atreven a salir.

—¿Cómo ha estado su día, padre? —pregunto finalmente, deseando desesperadamente romper el hielo que se ha formado entre nosotros.

Él parece sorprenderse por mi pregunta, como si no esperara que continuara la conversación. Una sombra de fatiga cruza sus ojos antes de responder.

—Ha sido un día ocupado en la iglesia. Muchos preparativos para la celebración de la próxima semana. —responde, su voz un tanto rígida.

Asiento con comprensión, sintiendo el peso de la responsabilidad que ambos compartimos en este pequeño pueblo.

—Imagino que sí. Las festividades siempre requieren mucha organización. —comento, sintiéndome un poco más relajada al tener un tema de conversación. —La celebración será un gran evento para el pueblo.

—Sí, así es. Tenemos mucho por hacer aún —añade, aunque su mirada parece perdida en sus propios pensamientos. —La celebración será un gran evento para el pueblo —añade, su tono suavizándose un poco y agradezco la pequeña concesión, sintiendo un destello de alivio ante su respuesta menos tensa.

—¿Habrá alguna actividad especial durante la celebración? —pregunto, interesada en mantener la charla y aliviar la tensión que se ha formado entre nosotros.

—Habrá una misa especial, por supuesto, y una procesión por las calles del pueblo. Además, se organizará un banquete en honor a los fieles —explica, su tono suavizándose un poco mientras habla de los planes para la celebración.

—Suena maravilloso. El pueblo siempre se une en momentos como este y de cierta forma aligerara el ambiente que hay entre todos. —comento, sonriendo con sinceridad, aunque mis ojos no pueden evitar buscar los suyos en busca de alguna que ni yo se.

Él asiente con una ligera sonrisa, pero luego parece volver a la realidad de golpe. Una sombra cruza su rostro y por un instante, juraría ver un destello de algo más profundo en sus ojos.

—¿Y cómo fue su visita al mercado? —pregunta de repente, su voz ligeramente tensa. Mi corazón da un brinco en mi pecho ante la curiosidad mal disimulada en sus palabras.

—Fue... interesante. Compré lo necesario para la semana —respondo con cautela, consciente de que cada palabra podría ser un paso más hacia el abismo que nos separa y nos une.

—Y ¿Algún rostro le ha mostrado amabilidad? O ¿Ha tenido la oportunidad de familiarizarse con... nuevas personas? —sus preguntas llegan como un susurro cargado de implicaciones que apenas logro descifrar. La tensión en el aire se vuelve palpable, como si estuviéramos en el filo de algo que ninguno de los dos se atreve a nombrar.

Me sorprende su interés repentino, pero intento mantener la compostura a pesar del latido frenético de mi corazón.

—La gente me sigue mirando igual, pero intentan disimularlo y he conocido a algunos aldeanos nuevos en el mercado hoy —respondo con cuidado, omitiendo deliberadamente mencionar a William. Mi mirada se desliza hacia las sombras que se alargan en el suelo adoquinado, sintiendo su mirada fija en mí.

—¿Y esas personas que has conocido han sido amables contigo? —dice con un tono tenso.

Y tardo unos segundos en respóndele ya que no comprendo por completo lo que me pregunta.

—Si padre, esas personas han sido amables conmigo. —Le confirmo. —Ellos no saben de los rumores que hay a mi alrededor, pero tarde o temprano lo sabrán y es probable que no se vuelvan a acercar a mí.

En ese momento, sus cejas se fruncen ligeramente y su expresión se tensa aún más, como si estuviera conteniendo algo. Me doy cuenta de que mi respuesta parece haberle causado incomodidad.

—Perdóname, Aurora. No debería haber preguntado eso —dice con voz suavizada por la disculpa, aunque su gesto revela una leve rigidez. —Fue una pregunta inapropiada.

—No se preocupe, padre Edmund. Entiendo que pueda tener curiosidad —respondo con calma, aunque en mi interior siento un nudo de incertidumbre creciente.

Él asiente lentamente, pero el silencio entre nosotros se vuelve aún más denso y el que no me contradiga hace que el corazón me duela haciendo más incómodo el ambiente, como si nuestras palabras estuvieran cargadas de significados no dichos que flotan entre nosotros.

—Padre Edmund, ¿Se encuentra bien? —pregunto finalmente, tratando de sonar casual, aunque mi voz tiemble ligeramente. La inquietud se agita en mi pecho, una mezcla de preocupación por él y de temor por lo que podría revelarse entre nosotros.

—Sí, no es nada. Debo regresar a la iglesia. Hay documentos que tengo que revisan junto con el padre Nicholas y Matthew antes de que termine la semana y estoy seguro que ya deben de estar esperándome. —responde, desviando la mirada hacia el camino que lleva a la parroquia.

Sus palabras son cortantes como el filo de una navaja, cortando cualquier posibilidad de profundizar en lo que realmente creo que nos está afectando. Me deja con la sensación de que nuestra conversación es inconclusa, como si hubiera algo más que él no está dispuesto a revelar.

—Entiendo. Buenas noches, padre —me despido, observando cómo se aleja con pasos rápidos sin despedirse correctamente de mí. Sus pasos resuenan en el silencio creciente de la noche, marcando esa extraña distancia que se ha formado entre nosotros, tanto física como emocionalmente.

Mientras camino hacia mi casa, una mezcla de emociones me abruma. Sé que el padre Edmund está luchando con algo, algo que va más allá de las responsabilidades de su cargo. Su expresión tensa me persigue en mis pensamientos, dejándome con una sensación de desconcierto y preocupación.

Y yo, por mi parte, también estoy luchando con estos sentimientos.

En mi habitación, contemplo las estrellas a través de la ventana. El brillo lejano de la luna ilumina mi rostro mientras mi mente se pierde en el laberinto de lo prohibido y lo deseado. El recuerdo de William y la reacción del padre Edmund se entrelazan en mi mente, alimentando una confusión que se hace cada vez más intensa.

La noche avanza y con ella, mi deseo de entender lo que está sucediendo en mi corazón. Pero por ahora, solo puedo dejarme llevar por la incertidumbre y los susurros de un amor que no debería existir, pero que se niega a desaparecer.

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⏰ Última actualización: Nov 10 ⏰

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