33. Una conversación a corazón abierto

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Capítulo 33

Aren me despierta con caricias y una voz dulce. Abro los ojos y lo veo vestido. Tiene una bolsa de hielo puesta en su nariz magullada mientras me sonríe.

—Sé que es lo que menos te apetece en el mundo, pero tienes que levantarte.

—¿Por qué? —cierro los ojos, molesta por la claridad.

—Confía en mí.

Abro los ojos por completo. No estoy muy segura de si debo hacerle caso, pero me incorporo y me siento en la cama. Sigo con las bragas puestas y la sábana deja ver mis tetas desnudas. Me las tapo rápidamente, avergonzada.

—No hace falta que te tapes —se ríe—. Creo que las he visto durante una hora seguida

—¡Serás cerdo! —le recrimino.

—Hasta he podido apreciar el pequeño lunar que tienes en la teta derecha —sigue diciendo con una gran sonrisa en la boca—. Es muy bonito.

—No tengo ningún lunar en la teta derecha...

Bajo la mirada y chasqueo la lengua cuando me doy cuenta de que, efectivamente, sí tengo uno. Aren comienza a reírse a carcajadas.

—No me creo que lo haya visto yo antes que tú —se regodea.

—Es que tengo mi cuerpo muy visto, por eso no me doy cuenta de esos detalles tan insignificantes —intento justificarme.

—Pues espero que a mí me pase lo mismo de tanto verlo.

El moreno me guiña un ojo, y yo no puedo evitar que se me escape una sonrisa juguetona.

—¿Entonces te has despertado hace mucho? —le pregunto, esperando que la respuesta sea negativa y no me haya visto dormir durante mucho tiempo.

—No, qué va—se acerca y se inclina hacia mí con una ceja arqueada—. ¿Te levantas, Mariana?

Suelto un suspiro muy largo y, con las tetas entre mis manos, me dirijo hacia el cuarto de baño. Aren ha colocado un conjunto de ropa encima del lavabo, con ropa interior incluida.

—¿De quién es esto? —le grito desde allí.

—¡De María!

—¿Crees que le importará?

Aren camina hacia el cuarto de baño, pero permanece en el marco de la puerta, dándome intimidad para poder darme una ducha rápida y cambiarme.

—María es muy partidaria de la filosofía "compartir es vivir" —me hace saber—. Así que no, no creo que le importe en absoluto.

—Está bien, te haré caso.

Observo la ropa. No es del estilo que suelo utilizar, pero por lo menos es de mi talla.

—Te espero en el salón.

Después de una ducha rápida, salgo vestida y me encuentro con él. Tiene una mochila en una de sus manos y, en la otra, las llaves del coche.

—¿A dónde vamos?

—Vas a tener que esperar un poco para averiguarlo.

—¿Por qué? —me quejo.

—Así funcionan las sorpresas —se encoge de hombros—. Por cierto, estás muy guapa.

Me miro de arriba a abajo. La verdad es que la ropa de María me queda mejor de lo que esperaba, y eso que ha sido elección de Aren.

—Tienes buen ojo con la ropa.

—Es que el trabajo es muy fácil si a la modelo todo le queda bien.

Cambio de aires | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora