"Oh... Que visita tan inesperada"

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En un edificio las cosas pasaron con suma rapidez, el portero dejó entrar a un intruso sin darse cuenta, su mente estaba en otro lado cuando pulsó el botón de abrir puerta, ignorando que aquel sujeto que entró, era todo menos humano.

Los conocidos doppelgangers son una plaga para esta distópica sociedad, cambia-formas, haciéndose pasar por los vecinos e infiltrándose con el objetivo de asesinar y devorar gente. No obstante, siempre hay una excepción a la regla de quien no sabemos mucho por ahora, de igual manera, tiene un objetivo distinto a sus demás compañeros.

Va decidido a conocer al real Francis Mosses. La suerte está de su lado, ningún vecino casualmente sale, ni hay nadie merodeando los pasillos. Entre tanto, Francis estaba a punto de darle un bocado a su cena cuando un golpe en la puerta interrumpe su tranquilidad, se sobresalta en un primer instante, pues no ha invitado a nadie a su casa.

Creyendo que podría ser un conocido suyo pidiendo algo prestado, abre la puerta sin titubear, encontrándose con la sorpresa de ver a alguien exacto a él, exceptuando unos ojos negros con una pequeña pupila blanca y una boca con una sonrisa permanente, igual de color negro y que no parece tener fondo.

A pesar del impacto inicial, eso no detiene al doppelganger, que con rapidez se abalanza sobre Francis, haciéndolo caer al suelo y abrazándolo, pero de forma amistosa, no agresiva, aunque desde la perspectiva de Francis, no lo parece.

Ambos forcejean, uno intentando quitarse de encima al doppelganger que aparenta disfrutar de tenerlo apretado, y el otro gozando de su contacto físico.

—¡O-oye! ¡¿Q-qué carajos?!— Exclamó un alterado Francis.

De manera inesperada, la criatura respondió en lo que aparentan murmullos —¡Hoon hoon hoon!— Con un tono alegre.

Conforme pasan los segundos y el pánico aumenta en Francis, este busca desesperado una forma de quitárselo de encima, pues no tiene la fuerza para contrarrestar su abrazo forzado. No es hasta que visualiza un tenedor tirado cerca de él, que posee una idea.

Sabe que eso no va a cortar la piel del doble, sin embargo, será una distracción suficiente para que lo deje en paz y quizá, hablar al D.D.D. con tal de que erradiquen a esa criatura.

Estira su brazo lo más que puede hasta alcanzar el tenedor, lo sostiene con fuerza antes de clavarlo en el costado izquierdo del doppelganger. Por fortuna esto funciona.

El doble grita de dolor, siendo un gruñido agudo y parecido a un animal. Se hace para atrás con rapidez, chocando con la puerta y cerrándola en el proceso. Se levanta con aparente miedo, el doppelganger trata de escapar, pero no sabe cómo se abre la puerta, por lo que entra en pánico, mirando con miedo y hasta tristeza a Francis, aunque sobre todo, con decepción.

El chico, con sorpresa, se levanta del suelo y camina hacia la puerta mirando serio al doppelganger. Después de eso se apoya en la entrada, poniendo la palma de su mano contra ella y analizando con un poco de mal en los ojos al doppelganger.

—No te vas a escapar...— Afirma el chico con una voz más dominante.

El doble se molesta por la actitud de Francis, decidiendo cambiar su estrategia. Ahora dejando de verse tan débil, agarra al chico de ambos brazos con su fuerza casi infinita, por lo que le resulta fácil mantener el control de la situación. Comienza a llevar a Francis hacia atrás, buscando con los ojos algo con que tenerlo quieto

—¡Hoon hoon hoon hoon!— Ahora su voz suena furiosa.

El chico no puede contrarrestar su fuerza, por lo que lo lleva hasta el sillón contra su voluntad, lo sienta ahí y en un parpadeo, el doble se desabrocha su cinturón.

Tan travieso y dócil | Francis X HoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora