Capitulo Tres

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Fluke se hallaba frente al secretario del registro civil, muy consciente del hombre que estaba a su lado; del hombre con el que estaba a punto de casarse. Había firmado otro acuerdo de confidencialidad más extenso y un contrato prematrimonial. Solo quedaba la ceremonia de la boda.

Se miró el dedo anular y tragó saliva.

Sabía que Ohm Thitiwat era rico, pero se quedó de piedra cuando él le puso un anillo de diamantes, justo antes de entrar en el despacho del secretario. «Se espera que lleves un anillo de compromiso», había dicho él en tono impersonal.

Era el mismo tono que empleaba ahora mientras respondía a las preguntas del secretario, y también el de él. Tuvo una intensa sensación de irrealidad. Al fin y al cabo, aquello no era un verdadero matrimonio, por lo que la realidad se hallaba muy lejos de allí.

Fuera lo que fuera lo que habían sentido fugazmente Ohm y él la noche del desfile de moda había desaparecido.

No se miraban, solo miraban al secretario, pero él aspiró el aroma de la loción para después del afeitado de Ohm y notó que sus mangas se rozaban. Y, si volvía ligeramente la cabeza, vería su perfil.

Pero eso era irrelevante.

«Él no quiere nada más y yo quiero...».

Eso también era irrelevante. La propia naturaleza de aquel matrimonio lo hacía irrelevante.

Era lo único que debía recordar.

Ohm agarró el menú e intentó leerlo, pero tenía la cabeza en otra cosa.

Lo había hecho: estaba legalmente casado con un chico, casi un total desconocido, por motivos que le habían sido impuestos.

Levantó la vista y miró a Fluke, sentado frente a él, que examinaba el menú con atención. Iba adecuadamente vestido para la ocasión, con un traje color crema que acentuaba su alta figura, el cabello peinado y un sombrerito. Iba elegante, pero no parecía un novio. Solo el anillo de compromiso y la alianza matrimonial indicaban su cambio de estado desde esa mañana.

Al igual que la alianza matrimonial de él.

Se la miró y lo asaltaron los recuerdos. Su padre no se había deshecho de la suya, por mucho que se burlara de ella.

Desechó aquel pensamiento y el que le siguió: que también él se burlaba del anillo que llevaba.

Pero se lo negó a sí mismo automáticamente. Era cierto que se habían casado por motivos que no eran los habituales, pero lo importante era que ambos tenían buenas razones para casarse y que sus expectativas con respecto al matrimonio eran las mismas.

A diferencia de las que tenían sus padres.

Volvió a mirar el menú, eligió y, a continuación, echó una ojeada a la lista de vinos.

Tenía que elegir un champán adecuado a la ocasión. Al fin y al cabo, pensó mordazmente, era el día de su boda.

Fluke lo observó mientras él consultaba la lista de vinos. Se hallaba muy cómodo en aquel caro restaurante, al que los había llevado el chófer desde el despacho del secretario del registro civil; muy cómodo con su estilo de vida adinerado al que tenía derecho desde la cuna.

Ahora sabía que Thitiwat Corp se hallaba en primera línea en los círculos de inversión italianos desde hacía más de un siglo. La empresa la había fundado el abuelo de Ohm; su padre la había ampliado y el que ahora era su esposo la estaba ampliando aún más.

Pero no dedicaba todo su tiempo a los negocios. Al informarse sobre él en Internet había leído que su nombre aparecía en la prensa del corazón.

Había fotos en que se lo veía acudiendo a acontecimientos sociales, siempre del brazo de un hermoso chico de pelo color castaño.

Boda FingidaWhere stories live. Discover now