Capitulo Once

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El piso olía a cerrado tras tantos meses vacío. Fluke fue abriendo todas las ventanas mecánicamente para que entrara el aire, a pesar del frío húmedo del exterior. Puso la calefacción y encendió el hervidor.

Hacía menos de veinticuatro horas, estaba en el palazzo mirando la varilla de plástico y sintiéndose vacío.

«Creí que saberlo me tranquilizaría, no que me destrozaría».

Había sentido pánico, pero había intentado calmarse y pensar y lo hizo toda la tarde, no dejó de pensar hasta que la cabeza comenzó a dolerle.

Estaba embarazado, algo que no contemplaba ni como una posibilidad. Algo que de ningún modo deseaba por un motivo muy sencillo, no formaba parte del acuerdo al que había llegado con Ohm, un acuerdo muy claro.

«Yo desempeño el papel de su esposo y él me paga la hipoteca cuando llegue el momento del divorcio».

Que desempeñar el papel de esposo se hubiera convertido en una apasionada aventura con él no cambiaba nada en absoluto.

«Él no había firmado para dejarme embarazado, sino únicamente para pasar un año conmigo».

Miró por la ventana de su habitación del palazzo sin ver nada. Lo único que él quería era un año había sido sincero y directo desde el principio. Tras las mentiras de Alex, valoraba mucho la sinceridad en la relación con Ohm.

La confianza entre ambos era mutua. Ambos sabían que cada uno cumpliría con su parte del trato. Por eso, decirle que estaba embarazado...

Se le contrajo el rostro de dolor.

«Creerá que lo he hecho a propósito o que no he tenido cuidado. Da igual, porque el resultado es el mismo. Pensará que está obligado a quedarse conmigo y a prolongar el matrimonio, algo que no pretendía hacer. Se encadenará a mí y a un hijo que no planeaba tener. Se sentirá atado por nuestro matrimonio, cuando sé que su opinión sobre este es muy negativa».

¿Cómo iba a hacerle eso?

Sencillamente, no podía.

Así que, por la mañana, tras una noche de insomnio y aún con dolor de cabeza, tomó la única decisión posible. Hizo una maleta, como si pensara ir a Milán y, para explicar por qué quería ir al aeropuerto de Pisa, dijo al personal del palazzo que quería dar un sorpresa a Ohm y tomó el primer avión con destino a Londres.

Sintió un inmenso dolor al hacerlo. Al marcharse de Italia.

Al dejar a Ohm.

«Sé que no volveré a verlo».

Volvió a sentir un dolor intenso en la cocina de aquel piso vacío, a miles de kilómetros de donde querría estar, mientras el agua comenzaba a hervir. Lleno de angustia, mirando sin ver la taza y el paquete de té que había sacado, se enfrentó a la verdad de por qué le dolía tanto haber dejado a Ohm; a la verdad que llevaba negando mucho tiempo, durante todos aquellos días llenos de sol y en las apasionadas noches juntos.

«¡Me he enamorado de él!».

Ya era tarde. ¿Era eso lo que temía desde el principio? ¿No poder evitar enamorarse de él?

«¿Por eso lo rechacé cuando nos conocimos? ¿Por eso quise que nuestro matrimonio solo fuese de nombre? ¿Por eso le dije esa noche, al volver de Florencia, que no podía ser nada más, porque puesto que él iba a pagarme la hipoteca, yo no podía consentir que hubiera nada entre nosotros?».

Y cuando ya no pudo resistirse más, cuando le fue imposible negarse, entonces lo supo. Siguió diciéndose que la fecha de la separación ya estaba fijada, que no podía esperar nada más, que no podía desear nada más de él que lo que tenían.

Boda FingidaWhere stories live. Discover now