PRÓLOGO

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FRANCHESCA GRECIA BEDOYA AGÜERO

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FRANCHESCA GRECIA BEDOYA AGÜERO.

-Señorita, llegamos.- Habló el remisero, sacándome del trance.

Llegamos.

Miraba la mansión desde la ventanilla trasera del auto. Se veía como siempre, pero se sentía distinta.

Bajé mientras el hombre sacaba mis valijas del baúl.

-Gracias, eh.- Saqué un par de billetes del bolsillo trasero de mi short y se los extendí. Gustoso los aceptó, para subir nuevamente al auto y alejarse.

Me quedé inmóvil, mirando ese lugar en el que había crecido.

-Ah bueno...- Escuché detrás de mí. Al dar la vuelta, me encontré con un chico que posiblemente no pasara de los trece años, mirándome de arriba a abajo.

-Nene, ¿Qué haces?- Pregunté ofendida. Al parecer, no esperaba esa respuesta, por lo que se puso completamente colorado y llevó su mano derecha detrás de la nuca, para rascarse.

-Eh... disculpame.- Sonrió tímidamente cabizbajo y amagó a entrar a la mansión.

-Eu.- Lo llamé.- ¿Vos vivís en la fundación?- Le pregunté.

-¿Que fundación flaca? No existe más esa mierda. Ahora es el hogar de Nico y Cielo.- Me contestó molesto.

¿Nico y Cielo?

Sin mediar más palabra entró.

Lo pensé unos segundos y decidí seguirlo.

Desde afuera se podía escuchar a alguien gritar sumamente molesto.

-¡Autoritarismo nada ocho, eh! No me diga así... No me sale, son mis chiquitos.

El chico con el que había hablado entró, yo detrás de él.

-¡¿De dónde venís vos?!- Le preguntó el hombre rubio gritando. Parecía tan molesto que en ningún momento se percató de mi presencia.- ¿¡De dónde venís?! ¡Dame una explicación ya! Cinco, hable.

-Eh, sí. Vengo del colegio ¿No? Entonces, ¿Qué pasa? Nadie me pasa a buscar, ¿Qué voy a hacer? ¿Me voy a quedar? No, vuelvo solo.- Respondió el supuesto cinco.

-Ah claro, porque te tenía que pasar a buscar yo. Vení, te pido mil disculpas.- Le dio un beso en la frente el adulto rubio.- Te quiero mucho. Vení para acá. Vos no sos una oveja negra. ¿Qué me mira seis? No me desafíe, de verdad se lo digo.- Le habló a la morocha parada en la escalera. Reí levemente, divertida con la escena.

En ese momento, todos miraron en mi dirección.

-¡Frani!- Exclamó Thiago, corriendo escaleras abajo.

-¡Thiago!- Lo abracé cuando llegó hasta mí.

-Perdón, eh. Perdón que interrumpa pero ¿La señorita quién es?- Preguntó aquel hombre que hace un rato los retaba.

Dandelions | Casi ÁngelesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora