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Los alumnos del salón G-7 ya se habían adentrado hace un par de minutos al aula, realizando la misma costumbre de acomodar sus cosas para sentarse y empezar a charlar sobre cómo había sido su día de ayer junto a las tonterías que un chico de su edad diría con sus amigos. Ahora mismo iban a tener clases de Literatura, y muy adentro suyo esperaban que el suplente del antiguo profesor que tenían faltara, lastimosamente todos pudieron ver como alguien entraba al salón con una fila de libros cargando sobre su pecho junto a pasos torpes apresurados a su escritorio

Una cabellera castaña con rebeldes rulos y unas pequeñas orejitas de vaca distrajo la mirada de varios alumnos, riendo con diversión cuando entre ellos se burlaban de la tonta apariencia aniñada que el nuevo maestro tenía. ¿Era un maestro o una estúpida vaca?, esos pequeños brazos cubiertos por una pequeña camisa blanca planchada y abotonada hasta la tráquea como si estuviera asistiendo a una escuela para Monjas.

Siguieron charlando como si realmente no existiera la presencia de aquel jovencito profesor que portaba unos redondos anteojos haciéndolo ver aún más bonito

— C-Chicos, ¿Puedo pedir un poco de su atención?

Sí, habia dicho algo tan absurdo que ahora mismo no pudo evitar acariciar sus dedos entre sí frente a su regazo cuando miró en algunas caras como sonrieron con gracia pero finalmente le obedecieron. Estaba nervioso, era su primera vez dando clases a chicos de último año de secundaria, es decir, a punto de entrar a la universidad.

Sonrió ligeramente alzando sus manitos para empezar a explicar — Bien, q-qué buenos chicos son — Realizó un cumplido mostrando una dulce sonrisa que nadie más le correspondió

— Como seguro s-sabran, me llamo Park Jimin, y es un gusto para mí el tenerlos como mis estudiantes ahora. Espero que... — Estaba hablando tan bien, y parecía que empezaba a captar la atención de los alumnos hasta que el resonar de una puerta siendo abruptamente cerrada hace sobresaltar al bajito, mirando la ancha espalda de un chico peli-negro entrar.

Sus gruesos labios se abrieron para querer llamarlo, hasta que mira como lanza su mochila encima del pupitre y acomoda sus piernas encima de este como si estuviera en su casa mientras extendía su mano para chocar el puño con otros muchachos.

— E-Estudiante... no puede e-entrar así —Llama su atención para que voltee su cabeza, y aprecia sus ojos celestes como un morocho bronceado aparece en su vista, tenía el pelo totalmente rebelde negro con unas perforaciones en su labios y nariz que no estaban permitidas en el colegio. Bueno, ayer Jimin se había tomado el tiempo en leer las reglas y normas de convivencia del instituto que fueron casi 200 páginas

— ¿Quién te crees para prohibirme entrar como quiero? — Escucha su voz totalmente grave, y áspera como la de ningún otro chico para pronto ver como dibujaba una sonrisa mientras cruzaba sus brazos encima de su pecho. La pequeña garganta del mayor tragó saliva, ningún estudiante le había contestado tan mal que lo hizo estremecerse. Él siempre era tan dulce

— Continúa con tu mierda. — Rodó sus ojos sintiendo como su compañero de atrás le palmeó el hombro riéndose, y es que, mierda.

Jeon Jungkook, mejor dicho, el chico de los pircings eran tan... peculiar por haber llegado hasta el último año del colegio sin desaprobar ninguna asignatura e inclusive ser uno de los mejores de la clase. Ingenuo aquel que creía que realmente detrás de ese físico tan corpulento se hallaba un genio, porque no, no había nada de sabiduría dentro de ese ser demoníaco. Todos lo sabían pero no lo decían, el peli-negro se follaba a los profesores hasta tenerlos como cachorros en la palma de su mano

 Todos lo sabían pero no lo decían, el peli-negro se follaba a los profesores hasta tenerlos como cachorros en la palma de su mano

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[𝐊𝐎𝐎𝐊𝐌𝐈𝐍]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora