Capítulo VI: ¡Ciento cincuenta puntos menos!

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Si Harry o Cédric habían tenido la esperanza de que para el lunes las cosas hubieran mejorado, estaban completamente equivocados. Cuando las clases por fin se reanudaron, Harry no pudo seguir evitando al resto del colegio, y es que resultaba evidente que así como sus compañeros de Gryffindor, ellos tampoco le creían. A diferencia de los leones, las otras casas no parecían haberlo tomado de la mejor forma. Lo que más le intimidó fue la reacción de los de Hufflepuff, con quienes los leones solían llevarse bastante bien, y ahora en cambio, resultaban muy antipáticos. A Harry le bastó una clase de Herbología para que estos hechos quedaran patentes.  Ernie McMillan y Justin Finch-Fletchley, con quienes Harry solía llevarse bastante bien, no le dirigieron la palabra mientras traspasaban bulbos saltadores en la misma bandeja, pero se rieron de forma cruel cuando uno de los bulbos con los que Harry trabajaba le explotó en la cara. Harry sentía que incluso la profesora Sprout lo trataba distante, y es que no era de extrañar, puesto que ella era la jefa de la casa de Hufflepuff.

Irónicamente, el único Hufflepuff que parecía dispuesto a ser amigable con Harry, era el mismísimo Cédric Diggory; sin embargo, aunque Cédric no perdía la oportunidad para mostrarse amigable en público y defenderlo de quién estuviera hablando mal de él, esto no calmó la apatía de los Hufflepuff. Más allá de que su campeón fuera alguien tan genial y tan atractivo, lo que Hufflepuff disputaba con tanto recelo, era una gloria que dicha casa nunca había conocido, y que su campeón fuera el mismo que una vez venció a Harry Potter y al equipo de Gryffindor, sólo hacía que los ánimos se avivaran.

Cédric, por su parte, se sentía abrumado por toda la atención que recibía por parte de todo el colegio, especialmente por parte de los tejones. Cédric en todo momento tenía un grupo de gente dispuesta a hacer lo que él quisiera y que lo seguían por el colegio como si él fuera su líder. En cada intermedio entre clases no faltaban las chicas y los chicos que emocionados iban a pedirle un autógrafo, y no había que olvidar que al menos cada día, recibía unas cinco confesiones de amor. Toda esta atención le resultaba sumamente incómoda al castaño, puesto que no sentía que el interés del colegio fuera completamente auténtico, encima de que las mismas personas que lo adulaban en los pasillos, eran las mismas personas que le decían a Harry “cuatro ojos necesitado de atención”.

Otra cosa que Cédric notó, era que si los Hufflepuff habían empezado a ser apáticos con los Gryffindor, ellos podían jugar ese juego también. Comenzó a escuchar que algunos comentarios de los leones hacia su participación en el torneo iban cargados con la misma acidez que varios comentarios que él había escuchado de sus compañeros hacia Harry.

— Hey, Diggory. ¿No te da miedo que Potter te derrote a los cinco minutos otra vez? — le dijo un Gryffindor de séptimo curso cuando iba cruzando por el corredor hacia Transformaciones. — Eres patético Diggory, Potter ya se ha enfrentado a Quien tú sabes, a un basilisco y a los dementores. ¿Qué has hecho tú? — era de esperarse que eso generara una riña entre los estudiantes de Hufflepuff que lo seguían y el grupo de amigos de aquel Gryffindor.

Cédric no estaba extrañado por la tensión entre las dos casas, y aún cuando los Gryffindor eran bastante crueles a la hora de desquitarse, debía reconocer que la peor parte se la estaba llevando Harry, pues no eran solamente los Hufflepuff quienes se metían con él, sino también los Ravenclaw y los Slytherin. También estaba consternado por la falta de acción de las jefas de casa ante tal situación. Cuando en sus clases de Herbología había intentado hablar con la profesora Sprout sobre la situación de Harry, ella simplemente lo había interrumpido para decirle que estaba muy orgullosa de su participación en el torneo. Por otro lado, en sus clases de Transformaciones, la profesora McGonagall, quien era jefa de la casa de Gryffindor, se había mostrado un trato más cortante y distante con él.  Quizá la profesora no lo pusiera en evidencia muy a menudo, pero ella siempre se había preocupado por Harry de un modo diferente que al resto de sus pupilos (y no porque Harry fuera su favorito, sino más bien porque ella misma fue testigo de todas las carencias y el sufrimiento que el niño había vivido desde que era un bebé, por lo que no era de extrañar que este tipo de situaciones sacaran su lado más protector con aquel pequeño león de ojos verdes).

Entre dragones, sirenas, laberintos y un cementerio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora