Capítulo 9

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Hubo un instante en el que me pregunté si los pecados que cargaba conmigo eran tantos como para tener que soportar la tortura que significaba una conversación más con Giovanny Dexther; donde no sabía qué esperarme. Si verdades a medias o mentiras muy tergiversadas para hacerlo quedar como un mártir.

Es lo que había hecho aquella madrugada que se presentó borracho en mi habitación de la cabaña y con cara de pena. En aquella ocasión, podría estar tan ebrio por la cantidad de dulces que había comido en las últimas horas y con el corazón medio fragmentado ante la película se tragedia que sus pensamientos le contaban una y otra vez, como una cinta sin pausa y retroceso, donde Lea y Sky sobrepasaban el límite de lo saludable al estar en el mismo lugar.

Nos habíamos hecho en los asientos del rellano, que eran tan cómodos como los imaginé mientras inspeccionaba. El recepcionista había bajado minutos después de haber entregado las habitaciones a los demás y nos entregó las llaves de las nuestras, con una sonrisa de completa afabilidad.

—¿Tendrá más de estos? —Gio le entregó la bandeja.

—Los que desee, joven. ¿Usted quiere algo, señorita?

Morirme.

Negué con una sonrisa tensa en mis labios e intenté que el hombre leyera en mi expresión lo mucho que deseaba escapar de las fauces de Giovanny. Se alejó bajo la promesa de regresar con más dulces para mi acompañante y se vislumbró empezar con la anécdota que habían preparado para mí.

No sabía dónde dejar mis manos; si en el regazo o alrededor de los pequeños floreros del centro de mesa. No podía dejarlas quietas y eso impacientó a Gio.

—No tengo intenciones de lastimarte, Ares.

Sus palabras lejos de relajarme, me pusieron a la defensiva.

—Perdóname si desconfío que tan cierto pueda ser; me has lastimado de distintas formas que no creo que cualquier otra vaya a ser más dolorosa.

—Ares..., perdón —se escuchó vulnerable. Y debía estarlo tanto como yo. Sí que era cierto que a ambos nos perturbaba la idea de Sky y Lea juntos; a él más que a mí. Yo no sabía qué tanto esperar porque apenas y lo conocía y aún así, quería creer que no pasaría nada más que una noche tranquila entre dos mejores amigos. No quería que la inseguridad de Gio se me contagiara.

—No creo que las mentiras y las ofensas deban perdonarse.

—¿Jamás has mentido entonces?

—Con ese grado de crueldad, no.

Asintió, con el labio inferior entre sus dientes, reprimiendo tanto y diciéndome tan poco.

—¿Quién te ha hecho tanto daño para que te creas con el derecho de desquitarte con los demás? Mentirme de esas manera, Gio... ¿Sabes lo apunto que estuve de odiar a alguien que no se lo merecía? Y por tu culpa...

—Lo sé —me cortó— y no pretendo conseguir redención con lo que voy a decirte, pero al menos espero quedarme con la tranquilidad de que pude hablar sin ataduras y ser escuchado sin que alguien que me importe, me juzgue.

No me sentí ofendida. Era consciente que era para Giovanny un recipiente en el que podía depositar sus penas y abandonar sin el mínimo indicio de remordimiento. No juzgaba a mi primo por sus amistades (sí, en realidad), porque sabía que razones detrás tenía para considerarlos como su segunda familia. No los conocía a profundidad, pero me quedaba de consuelo que en mi vida no podían haber personas como ellos.

Eran destructivos.

—La primera vez que... que Lea y yo nos... nos acostamos... yo... e-ella estaba —se estrujó el rostro, tan frustrado e impotente que tuve intenciones de detenerlo y decirle que no era necesario que hablara, pero logró responerse y seguir hilando las palabras con dificultad—. Estaba tan ebria, Ares, que no me cabe en la cabeza como pudo ponerse así. Creo que porque intentó acercarse a Brie de otra manera y él la rechazó.

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