único

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Michael amaba a los niños, cuido a sus hermanos desde que eran unos bebés llorones, así que para el era fácil poder convivir con los menores.

Si le dijeran a su yo del pasado que iba a ser padrastro se hubiera reído para luego negarlo, el no quería cuidar niños de otras personas hasta que conoció a dos neerlandeses con los ojos más lindos que había visto en toda su vida.

Jos Verstappen y su pequeño Max le habían dado un giro de 180 grados a su vida. Sabía algo sobre Jos; ambos eran pilotos de Fórmula Uno, pero no habían compartido mucho debido a que pertenecían a escuderías diferentes.

Sus caminos se cruzaron cuando ambos firmaron para la escudería Benetton. Desde el primer momento, Michael se enamoró del omega malhumorado. Después de tener que interferir en una pelea en la que el omega estaba a punto de irse a los golpes, recibió algunos golpes en la cara e insultos en neerlandés. Sin embargo, cuando tuvo que sostener a Jos para que no fuera hacia el mecánico, fue cuando pudo oler aquel aroma que hasta el día de hoy era su favorito.

Durante días pensó en lo que había sentido. No era normal enamorarse de alguien por recibir algunos golpes. ¡Maldita sea! Le había dicho que le clavaría un tenedor si volvía a tocarlo sin su consentimiento.

Su relación cambió cuando el celo de Jos se adelantó accidentalmente. Jos estaba aterrado, ya que se encontraba entre alfas que no dudarían en abusar de un omega en ese estado. Estaba en su motorhome cuando tocaron a su puerta, era Michael. Aunque intentara correr al mayor, este seguía ahí; Jos, desesperado, le contó sobre su estado.

- Lárgate Schumacher, las prácticas están por comenzar y yo no pienso salir.

-Jos, ábreme. Puedo sacarte de aquí. Confía en mí al menos esta vez, por favor.

- Tócame y acabo tu puta carrera.

Desde ese día, su relación mejoró. Poco a poco había ganado la confianza del omega, y finalmente logró ganarse su amor. Lo último, pero no menos importante, era ganarse el sí del pequeño Max. Había convivido con el niño como el compañero de su papá, no como su nuevo padrastro.

El alemán sabía que Jos quería mucho a su bebé Max, aunque intentaba no demostrar su lado "débil". Por lo tanto, entendía que la opinión del niño era de gran importancia.

Max era un niño muy risueño, tan dulce y tierno, que aveces no podía creer que aquel niño fuera hijo de Jos. Poco a poco empezó a convivir más con el pequeño.

- Luego el monstruo empezó a gruñirme y le arroje rocas y lo mate y luego voló con botas de cohete y pude subir sobre su cabeza y ahora el monstruo es mi amigo y fuimos a comer helado

Max contaba su sueño mientras se movía en su lugar, era un niño imperativo, no podía mantenerse calmado, movía sus pequeñas manitas de un lado hacia otro para luego hacer sonidos de pelea y dar pequeños saltos.

- Eso es impresionante Max, ¿Quieres ir por unos helados?

- Por favor, papá Michael.

Se había quedado sorprendido, el pequeño le había dicho papá, iba a seguir hablando cuando el pequeño salió corriendo hacia al omega, emocionado le dijo a Jos que su papá Michael los llevaría a comer helados.

Jos no pudo evitar sonreír al escuchar a su cachorro llamar "papá" a Michael. Levantó la vista para ver al alfa, quien solo le sonreía tontamente mientras sus ojos brillaban.

- Entonces vamos, no hay tiempo que perder.

Michael agradecía a cualquier dios que se hubiera apiadado de él y se sentía agradecido con su nueva familia.

- Apúrate Schumacher, tu pagarás los helados.






Neerlandeses de ojos lindosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora