Capítulo III: Entrenamiento.

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Días después, en Temple Island, se llevó a cabo el funeral de los padres y hermana de Jacob. Todos los presentes vestían de negro, algunos amigos del abuelo de Jacob estuvieron ahí ofreciendo sus condolencias.

Jacob tenía vendas en su cabeza y brazo derecho, benditas en su mejilla y lado izquierdo del cuello. Él miraba fijamente los ataúdes de sus queridos padres y hermanita, estaba tan concentrado mirándolos que no podía escuchar nada, parecía como si su cuerpo estuviera ahí, pero no su mente.

Luego del funeral todos se fueron, las nubes grises y cargadas de agua habían tapado por completo el sol, quedaban únicamente Jacob y su abuelo parados frente a las lápidas.

—Jacob —el abuelo pone su mano derecha en el hombro de Jacob—, vámonos a la cabaña.

Jacob no se movió, solo suspiró.

—¿Están con mi abuela?

—Sí —respondió el abuelo—. Están con tu abuela.

—¿No puedo ir con ellos?

—El lugar al que fueron no puedes ir, al menos no aún ya que no es tu hora.

—¿Por qué murieron ellos y yo no? —se dió la vuelta hacia su abuelo— Estábamos en el mismo lugar durante el mismo tiempo, ¿por qué yo sigo aquí?

—Porque no era tu momento, Jacob. Nosotros vivimos cierta cantidad de años, algunos viven mucho, otros no, algunos mueren de vejez, otros por accidentes o enfermedades. Y muchas veces estaremos en situaciones peligrosas, situaciones que atentan con nuestra vida, pero aún así salimos vivos y eso es porque debemos hacer algo antes de partir.

—¿Qué es eso que tengo que hacer? —preguntó Jacob.

—No lo sé, Jacob. Lo sabrás a su debido tiempo —Se agacha para quedar al mismo nivel que Jacob—. Vámonos a la cabaña, preparé algo rico para tomar y comer.

Jacob asiente con la cabeza y se van caminando hacia la cabaña mientras las gotas de lluvia comienzan a caer.

Horas más tarde, ya era de noche y la lluvia estaba acompañada por rayos y truenos. Jacob y su abuelo estaban sentados frente a las brasas de la madera y el calor del fuego de la chimenea mientras tomaban chocolate caliente.

—¿Conoces la historia de los Arqueros Guerreros? —preguntó Jacob.

—¿Arqueros Guerreros? —dijo dudoso el abuelo

—Sí —tomó un sorbo de chocolate caliente—. Era la historia favorita de mi familia, siempre me contaban la historia a mi hermana y a mí.

—Esa historia de los arqueros se la conté a tu padre cuando era un niño... Mi padre fue quien me la contó... Mi abuelo a él y la línea sigue.

—¿En serio?

—Sí... —Jacob se acercó a él— esa no es solo una historia... Es un legado familiar.

—¿Legado? —Jacob bosteza— ¿Por qué es un legado?

—Te contaré mañana, deberías descansar.

Un rato después, El abuelo llevó a Jacob a una de las seis habitaciones del segundo piso de la cabaña. Esperó hasta que se quedara dormido y bajo a meditar frente a la chimenea.

Estaba concentrado en el sonido del silencio, trataba de conseguir calma, aunque en su cabeza había caos, su único hijo habia muerto, su nuera y su nieta también, ni tenía a nadie mas salvo por Jacob y no tenia idea de cómo lo iba a criar.

En eso, escucha un susurro que le dice “no temas...” para que unos segundos después, al abrir sus ojos, las iris oscuras de los mismos brillaron con un tono gris casi blanco por unos segundos, luego volvieron a la normalidad, sonríe, apagó el fuego de la chimenea y fue a su propia habitación en la planta baja.

Jacob, el Último Arquero GuerreroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora