Capítulo 3: Conociendo a la Familia

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El campamento juvenil había sido una experiencia inolvidable, pero ahora era el momento de dar el siguiente paso en nuestra relación. Al despedirnos de nuestros nuevos amigos y empaquetar nuestras cosas, sentí una mezcla de emoción y nerviosismo. Abigail y yo íbamos a su casa, donde conocería a sus padres y a su hermana Adriana.

El viaje en coche fue tranquilo, con Abigail contándome más sobre su familia y sus tradiciones. Me habló de cómo su padre, Felipe, era un apasionado de la jardinería y de cómo su madre, Sonia, siempre tenía una receta deliciosa para cada ocasión especial.

Llegamos a su hogar, una casa acogedora rodeada de jardines floridos. Abigail hizo una pausa en la entrada, girándose hacia mí con una sonrisa.

—Quiero presentarles a alguien —dijo, tomando mi mano con firmeza—. Alguien vino conmigo.

Sus padres nos recibieron en la puerta con sonrisas cálidas y abrazos.

—¡Bienvenido, Ricardo! —dijo Sonia, mientras Felipe me estrechaba la mano con firmeza.

Adriana, con una sonrisa traviesa, añadió: —Espero que estés listo para unirte a nuestra pequeña familia por estos días.

La casa tenía una atmósfera acogedora, con fotos familiares adornando las paredes y el aroma a comida casera flotando en el aire. Después de dejar nuestras cosas en la casa y tomar un breve descanso, Abigail me propuso una nueva actividad.

—Quiero que conozcas a mi amiga Lucía. Es alguien muy especial para mí, y estoy segura de que se llevarán bien —dijo con entusiasmo.

Lo que Abigail no sabía era que ya había conocido a Lucía cuando llegué a Uruguay. Lucía fue quien me ayudó a organizar mi viaje al campamento. Decidí seguir su plan, curioso por ver cómo se desarrollaría la situación.

Llegamos a la casa de Lucía, y cuando ella abrió la puerta, intercambiamos una mirada cómplice antes de saludar como si fuera nuestra primera vez.

—Hola, Lucía. Mucho gusto, soy Ricardo —dije con una sonrisa, extendiendo mi mano.

—Hola, Ricardo. Un placer conocerte —respondió Lucía, correspondiendo el saludo.

Abigail nos miró con una ceja levantada, notando la extraña familiaridad en nuestro encuentro.

—¿Ya se conocían? —preguntó, visiblemente intrigada.

Lucía y yo nos miramos, y después de un breve momento, decidimos ser honestos.

—En realidad, sí —admití—. Lucía me ayudó a organizar mi viaje al campamento cuando llegué a Uruguay. Fue una coincidencia increíble.

Abigail soltó una risa sorprendida.

—¡No puedo creerlo! Este mundo es más pequeño de lo que pensaba.

Pasamos la tarde en la casa de Lucía, compartiendo anécdotas y risas. La revelación inesperada sobre nuestra previa reunión añadió una capa de diversión y complicidad al encuentro. Lucía nos mostró su jardín, lleno de plantas exóticas y flores vibrantes, mientras nos contaba historias de sus propias aventuras en el extranjero. Sentí que cada vez más estaba siendo acogido en el círculo cercano de Abigail, formando conexiones que iban más allá de nuestra relación.

Al regresar a casa de Abigail, nos sentamos todos juntos en la sala, disfrutando de una cena en familia. Sonia había preparado un banquete con platos típicos uruguayos, incluyendo asado y empanadas, que disfrutamos con entusiasmo. La conversación fluía con naturalidad, y sentí una calidez y aceptación genuina por parte de Sonia, Felipe y Adriana.

Esa noche, mientras Abigail y yo nos preparábamos para descansar, ella se acurrucó a mi lado y suspiró con satisfacción.

—Hoy fue un día increíble. Gracias por ser parte de todo esto, Ricardo.

Le besé la frente suavemente y le sonreí.

—Gracias a ti por compartir tu mundo conmigo, Abigail. No podría estar más feliz.

Abigail me dio un besito en la mejilla y susurró: —Te quiero, mi vibra.

—Te quiero también, Abby —respondí, sintiendo la calidez de su cariño.

Nos quedamos abrazados, sintiendo la tranquilidad de estar juntos y la promesa de muchos más momentos compartidos en el futuro. Con el sonido suave de la brisa nocturna y el confort del hogar de Abigail, nos dejamos llevar por el sueño, seguros de que nuestro amor seguiría creciendo y fortaleciéndose con cada nuevo día. A medida que las estrellas brillaban sobre nosotros, comprendí que cada paso que dábamos juntos nos acercaba más a un futuro lleno de posibilidades y aventuras compartidas

Para el amor solo existes tú y yo: luces y sombras de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora