Capítulo 5: La Llegada de Martín

0 0 0
                                    


Después de varias semanas disfrutando de la compañía de la familia de Abigail, nuestra relación parecía ir de maravilla. Un día, mientras estábamos en casa de Abigail, sonó el timbre de la puerta.

—Amor, ¿puedes ver quién es? —dijo Abigail desde la cocina, ocupada con los preparativos para la cena.

—Claro —respondí, dirigiéndome a la puerta.

Al abrirla, me encontré con un hombre de mi edad, alto y de cabello castaño. Sonreía amigablemente.

—Hola, soy Martín. ¿Está Abigail? —dijo, extendiendo la mano para saludarme.

—Soy Ricardo. Mucho gusto, Martín. Abby está en la cocina. Pasa, por favor —respondí, estrechando su mano y sintiendo una extraña sensación en el estómago.

Abigail apareció en el pasillo y, al ver a Martín, su rostro se iluminó.

—¡Martín! No puedo creerlo. ¿Qué haces aquí?

—Me mudé de nuevo a la ciudad y pensé en pasar a saludar —respondió Martín con una sonrisa nostálgica.

La conexión entre ellos era palpable, y aunque traté de no darle importancia, no pude evitar sentir una punzada de celos. Pasamos el resto de la tarde charlando, pero noté que Abigail y Martín compartían miradas y recuerdos que me dejaban fuera de la conversación.

Martín se quedó para cenar. Durante la comida, contaron historias de sus tiempos universitarios, riendo y recordando anécdotas que me hacían sentir como un extraño. Intenté participar en la conversación, pero era evidente que había una historia compartida entre ellos que yo no conocía.

Después de la cena, Martín se ofreció a ayudar a Abigail a limpiar la cocina. Los observé mientras trabajaban juntos, moviéndose con una familiaridad que me molestaba. Decidí salir a dar un paseo para despejar mi mente. Mientras caminaba por el barrio, no pude evitar sentirme desplazado. La llegada de Martín había traído una sombra de inseguridad que no podía ignorar.

Cuando regresé, Martín ya se había ido. Abigail me esperaba en la sala, sentada en el sofá con una expresión de preocupación.

—Ricardo, sé que ha sido extraño tener a Martín aquí —dijo Abigail, notando mi incomodidad—. Pero te aseguro que no significa nada. Él es solo un viejo amigo.

—Lo sé, Abby, pero no puedo evitar sentirme incómodo. Parece que tienen una historia muy profunda —respondí, tratando de ocultar mis celos.

Abigail se acercó y me tomó de la mano.

—Ricardo, tú eres mi presente y mi futuro. Martín es parte de mi pasado, pero eso no cambia lo que siento por ti. Te quiero, mi vibra.

Intenté aceptar sus palabras, pero la llegada de Martín había sembrado una semilla de inseguridad en nuestra relación.

Los días pasaron y Martín se volvió una presencia constante. A menudo se unía a nosotros en nuestras actividades y, aunque siempre fue cordial conmigo, no pude evitar sentir que su intención era recuperar algo del pasado con Abigail.

Una tarde, mientras estábamos en un parque, Martín sugirió que hiciéramos una caminata hasta un mirador cercano. Aceptamos la idea y comenzamos a caminar. Durante el trayecto, Martín y Abigail iban adelante, conversando animadamente mientras yo seguía unos pasos detrás, sintiéndome como un espectador en lugar de un participante.

En el mirador, la vista era espectacular. Martín sacó una cámara y comenzó a tomar fotos de Abigail. Ella sonreía, posando para él con una alegría que me resultaba dolorosa. Sentí una punzada de celos al ver la facilidad con la que interactuaban.

Esa noche, de regreso en casa, tuve una conversación seria con Abigail.

—Abby, necesito hablar contigo sobre Martín —dije, tratando de mantener la calma.

—¿Qué pasa, Ricardo? —respondió ella, notando mi tono serio.

—Me siento incómodo con su presencia constante. Sé que es tu amigo, pero parece que hay algo más entre ustedes.

Abigail suspiró.

—Ricardo, entiendo cómo te sientes, pero Martín es solo un amigo. Te prometo que no hay nada más. Tú eres el único para mí.

Aunque quería creerle, no podía ignorar la sensación de que algo estaba cambiando entre nosotros. La tensión crecía y comenzaba a afectar nuestra relación de manera palpable.

Para el amor solo existes tú y yo: luces y sombras de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora