Una semana había pasado desde esa noche, y no lo había visto hasta hoy que apareció de la nada mientras me disponía a ir al baño.
—¡Mierda! —salto al momento que sale de la oscuridad y detiene mi mano que se direccionaba hacia el interruptor. Me suelto de su agarre, enciendo el candelabro y me paro, él me agarra de la cintura, con su pierna aparta las mías y dando una vuelta me arrima a la pared dejando su pierna en medio de las mías. Mi espalda y cabeza chocan con el cemento, mi pecho sube y baja por lo acelerada que tengo la respiración— ¡¿Por qué demonios apareces así?! —lo empujo, pero su cuerpo está tan afirmado a mí que, ni un milímetro se mueve.
—¿Me extrañaste? —inquiere con esa sonrisa de medio lado.
—No —digo firme.
—¿Segura? —pregunta mirándome con intensidad, al segundo siguiente baja la mirada a mis labios— Puedo sentir como tú cuerpo tiembla.
—Acabas de aparecer como el mismo demonio en medio de la oscuridad, estoy asustada por como apareces en mi habitación en la cual no te he dado permiso para que ingreses.
—¿Acaso debería tenerlo? Eres mi esposa y puedo ingresar a tu habitación como tú te metiste a la mía —dice restregando su pierna, aprieto las mías y muerdo mi labio. Con el pecho subiendo y bajando de forma rápida digo.
—No volveré a tener sexo contigo.
—¿Entonces? ¿Cómo piensas darme un hijo? —suspiro y digo.
—Será solo los días que esté ovulando, mientras no —lo empujo y sigue sin moverse, giro mi rostro hacia un costado, no soporto respirar su mismo aire, siento que me ahogo con la cercanía de su rostro. Mi centro palpita al sentir el roce de sus labios en mi oído.
—¿Y podrás resistir un mes?
—Resistí dos años sin intimidar, puedo con un mes —lo vuelvo a empujar y sigue ahí, empuja su pierna y provoca que suelte un gemido.
—Es distinto —me agarra del cabello, desliza su lengua por mi oreja y muerde el lóbulo y siento como mi interior se empapa—. En ese tiempo no me habías probado. Ni siquiera sabías que era venirte tantas veces a la misma vez. Hay niveles —se aleja dejándome desorientada —Pero si quieres esperar un mes, por mí no hay problema —da la vuelta para marcharse, no obstante, le agarro del brazo y lo giro, al mismo tiempo lo tiro a la cama, me trepo sobre él, sus manos se sostienen de mi pecho, de un tirón rompe mi blusa de tirantes y deja mis pechos descubiertos, con una mano aprieta uno, el otro lo ataca con sus suave labios y raposos dientes. Gimo ante el contacto de sus dientes con mi pezón. De un rápido movimiento me deja debajo, se arrodilla y empieza a sacar su camisa, mientras lo hace llevo las manos a su abdomen y trazo líneas con mis dedos en sus cuadriculados músculos, hay varios moretones por sus costillas las cuales no tenía la vez anterior.
—¿Dónde estuviste? —quita las manos de ese lugar y las coloco sobre mi cabeza, se inclina y mirándome fijamente dice.
—Sin preguntas, no dañes este momento —cubre mi boca, me besa con desespero, suelta mis labios, los corre hasta la oreja, seguido los baja por mi cuello y pasa por el pecho hasta prenderse de mi seno.
Ante ese contacto arqueo mi espalda dejando asentada solo mi cabeza y nalga. Mis manos las llevo a su cabeza, aprieto esta y con mucha fuerza la apego más a mi seno, suelta uno y pasa al otro.
Tras sesearse ahí baja por mi abdomen y costilla mordiendo cada parte de mi piel, su puntiaguda lengua se introduce en mi ombligo y chupa de este, luego rueda por mi pelvis y sobre la delgada tela muerde ahí.
Se aleja, agarra del filo al short y lo rueda hasta sacarlo de mis piernas. Al quedar totalmente desnuda, desliza su mano entre mis piernas, dos de sus dedos los introduce en mi interior y con otro hace círculos sobre el clítoris. Mete y saca sus dedos, aprieto mis piernas y estoy por volverme loca con el movimiento de su pulgar.
—¡Oh, por Dios, Ignacio! —gimoteo mientras mi centro late de forma rápida.
Sin perder tiempo, Ignacio empieza a retirar sus pantalones. Mientras lo hace me siento, al estar su falo desnudo lo agarro entre mi mano derecha y acerco mi boca a él, lamo mis labios y lo miro a él antes de introducirlo, sonríe de medio lado y entierra sus dedos en mis cabellos, seguido me afirma a su erecto cipote el cual chupo y raspo con mis dientes. Ignacio se empuja hacia mí logrando que su firme miembro ataque mi garganta y me corte la respiración.
De un momento a otro me aparta tirándome de vuelta a la cama, paso mi lengua por mis labios saboreándolos, mientras lo hago, él me jala desde las piernas y me pone a filo de cama para al segundo siguiente embestirme de una estocada.
Abro mi boca al sentir las paredes abrirse y el miembro de Ignacio abarcar mi núcleo, una vez dentro recarga su cuerpo por completo al mío, besa mi boca como un maniático, rueda sus labios hasta mi cuello, chupa de este y muerde, lo más probable es que me haya dejado un gran chupón.
Ignacio mete sus manos debajo de mis nalgas y empujándome con las puntas de sus pies me embiste y hace círculos. Segundos después se gira dejándome sobre él, aún con su miembro dentro bajo a besar su boca, agarro sus manos inquietas y las coloco sobre la cabeza, bajo besando su cuello hasta llegar a sus tetillas, me prendo de esta, él gimotea y se empuja.
Tras soltarle la tetilla poso mis manos en su pecho y emprendo una remecida feroz que me hace regar cada cierto momento y en cada uno grito con desespero, entre tanto sube y baja caigo rendida sobre su pecho.
—Esto aún no acaba —dice mientras sale de mí, agarra mis piernas y las coloca sobre su pecho y hombros, vuelve a entrar en mí y embestirme con arto vigor, seguido las suelta, engancha su brazo por mi cintura y levanta mi cola, entra y con sus dos manos me asienta desde la espalda, las rueda hasta mi cabeza y asienta esta sobre el colchón.
Mientras me tiene así se mueve exquisitamente que hace batir todos mis órganos, para finalizar se sostiene de mis caderas y se empuja con toda la fuerza que posee hasta lograr expulsar su esperma. Su cuerpo sudado lo afirma sobre mi espalda, sus labios buscan mi oído, respira agitadamente al igual que yo.
Muevo un poco el rostro para verlo, sus manos apartan los cabellos de mi rostro sudado, me gira este y une sus labios con los míos prolongando un beso húmedo que vuelve a encender mi centro, después de eso se tira a un costado, al mismo lado donde tengo mi rostro.
Coloca su brazo debajo de la cabeza y no desconecta la mirada, yo sigo con mi cola levantada deseando que vuelva a embestirme y me parta como caña seca.
—¿Me vas a decir dónde estuviste? ¿Por qué tienes esos moretones? —se sienta, me deja a la vista su ancha espalda la cual aún expulsa sudor, seguido se levanta dejando sus nalgas ante mis ojos.
—Sin preguntas —agarra sus pantalones y dejando su miembro en mi dirección se lo coloca— Conoces mi trabajo, a qué me dedico, así que, esas preguntas están de más —recoge la camisa y el arma para al segundo siguiente salir.
En esta vez es él, que se va. Una vez que la puerta se cierra suelto un suspiro, dejo rodar mis piernas y cierro los ojos, me quedo dormida boca abajo hasta el otro día, creo que solo fue media hora la que faltaba para que amaneciera.
A las seis de la mañana me introduzco a la ducha, quito el olor a Ignacio y me preparo para ir a la universidad, mientras me visto me observo en el espejo, veo el grande chupón, voy al baño y lo cubro con pintura, a pesar de haber puesto lo suficiente se nota, por ello opto por colocarme una blusa de cuello, al quedar cubierta agarro mi bolso y salgo.
Los chicos que me vigilan hasta la sombra ya esperan por mí, ingreso al coche, emprenden la marcha y dentro de una hora ya me encuentro en la universidad. Recibo las clases que me tocan y salgo.
—Antes de ir a casa pasaré por un helado —digo y ellos acatan mi orden.
Bajo del auto y ellos van detrás de mí, hago el pedido y me siento, antes de que me lo traiga voy al baño, uno de los chicos me sigue, se detiene en la entrada de la puerta, estampo está en su cara, tras cerrar la puerta principal del baño empiezo abrir las otras, cuando encuentro a Milo, sonrío, él me jala de la mano y me sienta en sus piernas, al segundo siguiente me besa con vigor.
—Estabas tardando mucho —susurra besando mi cuello y sus manos introduciéndose entre mis piernas.
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Ignacio Brown
ActionEn un oscuro submundo de la mafia, Ana Paula, se ve atrapada en una situación peligrosa cuando su madre decide apostarla para salvar su vida. Contra su voluntad, Ana Paula es sacada de su país y criada por un mafioso, él cual se convierte en su esp...