Para suerte de muchos las últimas clases del día transcurrieron más a prisa de lo que se esperaba. Aunque eso no impidió que más de uno saliera corriendo del aula al sonar el timbre de cierre. Sin lugar a dudas había sido un día complicado para el pequeño Akise, desde su encuentro con Daiki no había sido capaz de mantener la calma, le atormentaba la sensación de que en cualquier momento comenzaría de nuevo la rutina; esconder hematomas, lavar el uniforme a diario a causa de sus "visitas" al depósito de basura más cercano, y la lista seguía de forma abrumadora. Akise fue el primero en salir del aula, la seguridad de la clase había terminado y no deseaba encontrarse con su "amigo", al menos no por ahora. Bajó las escaleras a prisa, se puso sus zapatos y corrió hacia la salida. Aunque su esperanza de llegar a salvo a su casa se vinieron abajo al llegar a la puerta...
— ¿A dónde crees que vas, basura? —Sonó una voz profunda desde el flanco derecho del pequeño.
Aquella voz no era la de Daiki, su bravucón habitual siquiera había recordado la existencia del pequeño, en ese momento se encontraba distraído buscando al profesor de arte. Entonces, si no era Daiki. ¿Quién era?... Akise giró su cabeza hacia donde provenía aquella voz, aunque a los segundos maldijo ese momento. Antes de siquiera poder ver de quien se trataba un fuerte golpe en la mejilla lo arrojó al suelo. Se sentía abrumado, confundido, adolorido, pero aún así levantó la vista para encontrarse con el imbécil más grande de todo el instituto: Abarai Igarashi. Ese tío cursaba doceavo grado por tercera vez, era literalmente una bola de músculo y nada de cerebro. Un metro noventa, casi cien kilogramos de pura fibra muscular, corta cabellera color ocre y pequeños ojos negros. Él era el campeón actual del instituto, capitán del club de boxeo y matón número uno. Además de la prueba viviente del resultado de tomar esteroides con frecuencia.
¿Por qué se metía con Akise? Simple, porque podía. El pasatiempo de aquel mastodonte era el meterse con quien quisiera, cuando quisiera y como quisiera. El pequeño simplemente estaba en el lugar incorrecto, en el momento menos propicio.
Sin esperar al menos una respuesta del menor, aquel ser despreciable estaba a punto de patear con suma fuerza al caído en las costillas. Anticipando el dolor Akise simplemente cerró los ojos, como siempre nadie haría nada, ni él podía hacer algo...
—¡Vete por donde viniste, no me importa quién seas! —Aquellas palabras salieron de los labios de Abarai en lugar de golpear al menor, provocando que el mismo abriera los ojos.
— Que casualidad... — Una sensual voz femenina se oyó detrás de Akise, haciendo que este se volteara para encontrarse con la profesora que habían presentado en la ceremonia de inicio. La fémina siguió caminando hacia ellos, con suma elegancia y un porte delicado. — Me vale un comino como se manejen en Japón... Vuelves a golpearlo y te voy a patear el culo hasta que te sangre. — El tono de voz de la mujer no cambió en ningún momento, se oía completamente serena, aún cuando sobre sus labios se dibujaba una mueca de asco.
—¿¡Quién te crees que eres para hablarme así!? ¿¡No sabes quién soy!? —
—Eres un pedazo de mierda. Con saber eso me basta. —
Los labios de Akise se separaron ligeramente ante la sorpresa, ¿Acaso así se trataban las cosas en el extranjero? Sus ojos se posaron sobre el rostro de la profesora, la cual se acercaba aún más a él. Ignorando por completo al furioso Abarai, cosa que terminó por provocar completamente al matón.
— ¡Púdrete! Seas quien seas, no voy a dejar que me hables de esa manera. —Vociferó el muchacho al tiempo en que tomaba a la dama de la muñeca.
— Anda mocoso... Ahórrate unos huesos rotos y déjala. — En ese momento intervino una segunda voz masculina, el nuevo profesor de arte, Alphonse.
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Adicto a ti
RomanceDaiki Takami es un alumno de 17 años de la preparatoria. Pero no es como cualquier otro chico, el es homosexual, pero nadie lo sabe excepto su hermanastra, ya que lo oculta tras una mascara de chico malo. Alphonse Lindberg, es el profesor de arte de...