5. Microplásticos

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Lara llegó a la entrada del edificio. Rebuscó en el bolsillo de su sudadera sacando un manojo de llaves y abrió la puerta sin dificultad. Subió despacio las escaleras, aún estaba cansada, y en ese momento se arrepintió de no haber escogido el piso con ascensor frente al del balcón más amplio, tal como le había dicho Daniela un año atrás. Subió el último tramo de escaleras y metió la llave en la cerradura de la puerta de su piso. Abrió la puerta volviendo a escuchar el molesto chirrido y la cerró tras de sí. Dejó las llaves en la mesita y se descalzó, soltando un largo suspiro y quejándose por el dolor de sus pies.

El apartamento estaba en completo silencio, solo se escuchaba el sonido del reloj del salón. Moría por sacar ese reloj de ahí, le molestaba; pero sabía que a Daniela le gustaba. Se dirigió a la cocina. Olía a café. Miró a la cafetera y aún quedaba un poco en ella. Se lo sirvió en la taza que estaba en el escurridor y se rellenó el espacio restante del recipiente con leche fría, que cogió de la nevera. Caminó un par de pasos y abrió el armario de la despensa, de donde cogió la azucarera. Volvió a su posición anterior con la azucarera en la mano y rebuscó en el primer cajón al lado del fregadero una cuchara. Echó tres cucharadas llenas de azúcar en su café y lo removió rápidamente buscando que se disolviera en el líquido frío. Devolvió la azucarera a su sitio y aprovechó para coger un paquete de bollos de chocolate. Lo abrió, tomando uno y llevándoselo a la boca. Mantuvo el bollo allí, sujetándolo con los dientes, mientras que con una mano rebuscaba en el sofá y con la otra sujetaba el café, cuidando de no derramar nada. Encontró por fin lo que quería, cogió el móvil y despacio y con cuidado se dirigió a la habitación. Agradeció que la puerta de esta estuviera abierta; pues no le quedaban manos libres para abrirla y se adentró en ella.

Se encontró con la cristalera abierta de par en par y la cama totalmente deshecha. Dejo con cuidado la taza de café sobre la mesita de noche y tiró el móvil sobre la cama. Con su mano, ahora libre, cogió el bollo que aún sostenía entre sus dientes. Tomó de nuevo la taza de café, y con ella y el bollo, del que ya solo quedaba la mitad después de dos nuevos mordiscos, se dirigió al balcón.

Sorbió un nuevo trago del líquido oscuro mientras el sol de la mañana pegaba fuertemente sobre su cara. Aún mantenía la ropa de deporte sudada, por lo que ese calorcito le vino bien. Aunque ya comenzaba a hacer algo de calor para llevar la sudadera. Igualmente, ni se inmutó al respecto. Volvió a dar un nuevo mordisco al dulce y lo mojó en el café, comiéndose el último cacho. Se apoyó en la barandilla observando las calles de la cuidad y los edificios que se presentaban ante sus vistas. Entonces se retractó de lo que había dicho momentos antes sobre el piso. Era mil veces mejor el balcón que el ascensor.

Una vez terminado el desayuno se dirigió al baño. Se desnudó completamente de espaldas al espejo y se adentró en la ducha asustándose al encontrarse con la frialdad del agua. Se fijó en la hebilla y notó que estaba totalmente girada hacia el agua fría. Suspiró y la giró hacia el lado opuesto, sonriendo al notar el agua caliente bajar por su cuerpo.

Cogió el bote del gel y se echó un poco en la mano. Comenzó a frotar con él sus brazos, subió hasta sus hombros y su cuello. Hizo su mejor esfuerzo con su espalda y bajó sus manos hasta sus piernas. Se miró los pies, estaban rojos y uno de ellos tenía una pequeña herida en el talón, culpa de las deportivas. Los frotó con el jabón subiendo por sus piernas y parando al llegar a las ingles. Cogió de nuevo el bote de gel al notal que se había quedado sin jabón. Se echó un poco más en la mano y volvió a frotar, esta vez su abdomen. Subió hasta sus pechos e hizo lo mismo, ascendió centrándose mayormente en la clavícula. Volvió a bajar, pasando otra vez por sus pechos y quedándose ahí algo más de tiempo. Aún tenía algo de jabón en sus manos, por lo que las bajó acercándose a su entrepierna y las pasó por ella rápidamente y sin detenerse allí. Dio un repaso final a todo su cuerpo con las manos y con el poco gel que aún le quedaba y cogió un nuevo bote. Antes se humedeció un poco más el pelo al notar que ya estaba algo seco. Abrió el bote del champú y vertió un poco de él sobre su mano. Lo frotó primero en sus manos y después comenzó a frotarlo en su pelo. Empezó despacio por el cuero cabelludo, bajando cada vez más hasta las puntas y centrándose ahí un poco más. Volvió otra vez a las raíces y profundizó un rato más. Cuando se dio por satisfecha, retiró las manos de su cabeza y abrió con ellas la ducha. Cerró los ojos al notal el champú mezclado con el agua cubrir su cara. Los cerró para que no le molestaran al contacto con el producto, pero también por el placer que le proporcionaba el agua corriendo sobre ella. Con ayuda de sus manos fue ayudando al agua a que se deshiciera de todo resto de jabón que aún se encontraba en su cuerpo. Una vez retirado todo, permaneció un rato más debajo de la ducha, disfrutando de ella y se atrevió esta vez a entreabrir un poco los ojos, ya despreocupada de que le pudieran molestar.

Salió y se envolvió en una toalla que se encontraba en el baño. Notó que la toalla estaba húmeda, por lo que supuso que la había usado antes Daniela. Normalmente iría a por otra, pero esta vez no le importó. Olía a su champú. Le gustó. Se envolvió en ella y se agachó debajo del lavabo para abrir un armarito y coger otra toalla más pequeña con la cual secarse el pelo. En cuanto la encontró se reincorporó y se envolvió la cabellera pelirroja con ella. Frotó suavemente para ayudar a que se secara mientras salía del baño y se sentaba sobre la cama, aún deshecha. Terminó de secarse y se vistió con unos baqueros y una camisa blanca ancha. No se puso nada debajo, no esperaba salir de casa.

Salió para colgar las toallas de la barandilla del balcón para que se secaran antes y volvió a entrar cerrando la vidriera tras de sí; pues empezaba a hacer más calor y este se colaba en el interior de la habitación, que acostumbraba a estar bastante fresca.

Se acercó a la cama para hacerla. Estiró las sábanas una a una sobre el colchón y puso el edredón sobre ellas, con cuidado, asegurándose de no dejar ninguna arruga. Colocó la larga almohada en su lugar y la estiró con las manos tratando de lograr lo mismo que con el edredón. Recogió la taza que había dejado en la mesita y se dirigió con ella a la cocina, la dejó sobre la encimera.

Entró en el salón y se sentó en el sofá. Cogió de la pequeña mesa central su portátil y lo abrió decidida a comenzar a escribir. Debía entregar una columna para mañana. El tema era "Los microplásticos". Ya tenía bastante información recopilada y solo necesitaba unirla para crear un buen reportaje. Comenzó a teclear con rapidez, pero de forma tranquila. No había nada en el mundo que la tranquilizara más que escribir. Bueno, quizás sí, pero no era una cosa, sino alguien. Sonrió al pensarlo, pero esa sonrisa se esfumó al momento. Ya no era lo mismo que antes. Aun así, siempre le quedaría escribir, ¿no?

Volvió a centrarse en su trabajo y solo se levantó del sofá en toda la mañana para ir al baño o a por una botella de agua a la nevera.





A la una y media del mediodía Daniela salió de su última clase. Psicología del desarrollo se le había hecho la asignatura más cansina de todo el año. La profesora que la explicaba tenía menos ganas de dar clase que los alumnos de asistir, y eso se notaba.

-Que pesada-dijo Nora dirigiéndose a Daniela.

-A ver, es que el temario tampoco ayuda.-Nora levantó una ceja ante la respuesta de su amiga.-Pero sí, es muy pesada.-acabó accediendo. Nora no bajó su ceja.

-¿Qué?-preguntó Daniela al ver la cara inquisitiva de la rubia.

-Nada, nada.-su cara no dejó de ser un poema; pero a la morena sí dejó de importarle descifrarla.

-De verdad, preferiría que me arrancaran una muela.-Roi apareció entre las chicas, apurando una sonrisa y recolocándose el pelo corto bajo una gorra.-Lo digo en serio.-

Daniela sonrió y asintió ante el comentario de su amigo.

-A ver, es que el temario no ayuda-Dijo Nora mirando de reojo a Daniela, pero centrando su vista en su amigo.

-Lo que si ayuda es lo buena que está-respondió Roi sonriendo.-Si a eso te refieres con el temario, entonces sí.-soltó una carcajada.

Nora miró a Daniela y levantó una ceja. Esta le apartó la mirada rápidamente. Sabía lo que estaba insinuando, pero sabía que no tenía razón. Ni razón ni sentido.

-Me voy-dijo Daniela acelerando el paso.

-¿Y eso?-Preguntó Roi.-¿No te quedas a comer?-

-No, me anularon las clases por la tarde. Además, así aprovecho y estoy un rato con Lara.-respondió mirando al suelo.

-Pues que te vaya bien "el rato"-Roi soltó con una voz insinuante y haciendo un gesto obsceno con la mano. Se tensó y miró a Nora. De sus amigos era la única que sabía lo que pasaba.

-Tío de verdad, no tienes remedio, menos mal que eres de la otra acera.-destensó la rubia, los dos sonrieron.

-Maricón perdido.-respondió el chico argulloso.

-Pues eso, dejemos a las bolleras.-dijo Nora haciendo reír al moreno.- Habla con ella.-le susurró a Daniela, de forma más seria.

-Nos vemos.-se despidió la morena mientras le daba un abrazo a cada uno. 

Ojalá un nosotras, pero prefiero un yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora