Dos semanas es la cantidad de tiempo que ha transcurrido desde que acepté ser el tutor de Eller, lo que me ha llevado a tener que compartir más de la mitad de mi tiempo junto a ella dándole indicaciones un 20% del tiempo y el resto, me dedico a navegar en mis pensamientos mientras examino cada uno de sus rasgos buscando algo nuevo para justificar mis motivos.
Cuando ella reacciona ante mi atención, utilizo mis armas de confianza que no son más que: una mala mirada, una palabra desalentadora y un gesto indiferente.
Camino por los pasillos con la intención de ir hacia la oficina del director para comer, lo que suelo hacer normalmente desde que ingresé a la universidad, todo por petición de mi padre. Sin embargo, a pocos pasos de mí escucho una voz bastante familiar y reconozco de inmediato al dueño, siguiendo su paso inconscientemente.
Cuando quiero darme cuenta de lo que he hecho y escapar, ya estoy detrás de Eller y su amiga quienes hablan con Diego. Aprovecho su conversación para huir pero el destino tiene otros planes para mí.
—¿Michael?
Aunque escuche sorpresa en su voz, la risa discreta que deja escapar Diego cuando Eller se voltea hacia mí, es más que evidencia de que lo ha hecho a propósito.
Tomo una bandeja de inmediato y me acerco a ellos con el mayor disimulo posible. Mis pasos se guían solos y termino parado frente a Eller, separados únicamente por nuestras bandejas. Sus ojos son quienes escrutinian en mi cara intentando analizar mis gestos e innegablemente mi corazón se emociona ante aquella pequeña dosis de interés.
—¿Por qué tú...?
—¿Van a seguir hablando? —pregunto esto mirando a Diego y haciéndole saber que me vengaré—. Podrían hacerlo una vez salgan de la fila, todos quieren comer.
Cuando cualquier emoción en la cara de Eller se pierde y solo muestra enojo, me doy cuenta que mis palabras fueron tomadas como un mensaje para ella y no para el verdadero receptor. Diego gira al frente evitando reír y tanto Eller como su amiga hacen lo mismo.
Sin embargo, mi mejor amigo no parece dispuesto a dejar así la conversación.
—Oye, ¿Por qué estás aquí?
Cuando Diego gira nuevamente a mí y habla, estoy a punto de amenazarlo pero al parecer Eller también se muestra interesada por mi respuesta al girarse hacia mí para escuchar lo que digo.
—¿Qué voy a hacer aquí? ¡¿A qué viene la gente a una cafetería?! —respondo con nerviosismo.
—¿Desde cuándo almuerzas aquí? Me sorprendió verte el primer día pero ahora vienes todas las semanas.
Me pregunto seriamente si es mi amigo o mi hater.
—¡Oye! ¿Qué tiene que venga? —me defiendo— ¡Siempre he comido aquí!
Diego intenta contener su risa sabiendo exactamente lo que hace, sin embargo, quien termina pagando es Eller cuando arranco la bandeja con comida de sus manos y le paso la mía, sin ningún alimento sobre esta.
—¡Oye! —se queja— ¡¿Qué estás haciendo?!
—Así tendrán más tiempo de seguir hablando.
Mi respuesta la deja con la boca abierta y su amiga intenta calmarla mientras que Diego parece aún más interesado con nuestra interacción.
—Es cierto que los polos opuestos se atraen...
Su susurro llega hasta mis oídos pero no digo nada y solo lo halo junto a mí para sacarlo de la fila.
Pocos minutos después Eller y su amiga se encuentran buscando una mesa y obligl a mi amigo a sentarnos justo en los asientos que están detrás de los suyos. Diego revisa su bandeja cada 5 segundos para verificar que no ha perdido su alimento de hoy.
ESTÁS LEYENDO
Quizá, el próximo octubre
RomanceMichael Stewart no solo destacó por su inteligencia, belleza y su posición en la sociedad al ser hijo del abogado penal más famoso de la ciudad, sino también por el rumor de que este... tiene un miedo irracional hacia las mujeres que no le permite s...