Me despedí de su madre con dos besos y salimos. Al cruzar la puerta, no pude contener las lágrimas. Las mejillas se me llenaron de lágrimas, y sentí un nudo en la garganta.
Nabil me tomó del brazo con firmeza mientras salíamos de la mansión, dejando atrás a su madre y su casa de lujo que contrastaba con mi situación desgarradora. Me sentía como si estuviera siendo arrastrada hacia un abismo, sin control sobre mi propia vida. El camino de regreso fue tenso y silencioso, con mi mente girando en círculos tratando de asimilar lo que acababa de suceder.
—¿Ahora por qué lloras? —dijo con ese tono burlón que ya me tiene harta.
—¿No te da pena mentirle a tu propia madre?
—Nadie ha mentido a nadie. Tú te vas a casar conmigo, y eso hemos dicho.
Me callé, sabiendo que no le importaría lo que dijera.
—Estoy cansada, ¿dónde duermo? —pregunté al entrar por la puerta de la que sería mi nueva casa.
—Vamos a mi habitación.
—No, no iré a ninguna habitación contigo.
—Pues duerme en el suelo, no me interesa —dijo con su cara de amargado.
—Mejor que estar contigo es —dije tumbándome en el sofá.
—Como quieras. Te iba a dar la habitación para ti, pero por cabezona, ya no.
—Ajá.
Se quedó ahí, tieso, sin moverse.
—¿A qué esperas? ¡Adiós! —dije moviendo la mano para que se fuera.
—Hay más habitaciones. Sígueme.
Me levanté y lo seguí de mala gana.
Me llevo hasta la que sería mi nueva habitación, era bastante grande con una cama gigante y un tocador y alamario, también tenía un baño.
Me dejó sola con mis pensamientos, cerrando la puerta tras de sí con un chasquido. Me senté en la cama, dejando las maletas a un lado, y finalmente me permití colapsar en un mar de lágrimas.
Mis pensamientos se agolpaban en mi cabeza. Recordé a Leyla y Amir, sus rostros destrozados por la traición de nuestro padre. Me preguntaba cómo podrían mirarme a los ojos si alguna vez volvía a verlos. Mis padres, distantes y fríos, habían tomado una decisión que destruía todo lo que creía sobre el amor y la lealtad familiar.
El tiempo pasó sin que apenas lo notara. Nabil apenas entraba en mi habitación, dejándome en un estado de cautiverio emocional. Me sentía perdida, atrapada en un juego del cual no había manera de ganar. A veces me preguntaba si todo esto era real, si despertaría de esta pesadilla y encontraría todo como antes.
Busque mi móvil por mi bolso y tenía mil mensajes de mi amiga Sara.
"Tía, he ido a tu casa y no estabas. Tus padres no me han querido decir nada. Me estás preocupando. ¿Dónde estás? Responde".
La llamé y le expliqué todo lo que había pasado.
—No me lo puedo creer. ¿Cómo te ha podido hacer eso? ¿Y no me has avisado?
—No he tenido tiempo. Me ha amenazado con matar a mis padres si hablaba con alguien o intentaba escapar—dije, volviendo a llorar.
—No llores. Todo mejorará. Confía en Allah; todo está escrito, cariño.
—Tienes razón. Buenas noches, que tengo mucho sueño.
Colgué, puse el móvil en la mesilla y cerré los ojos.
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Fiha kher
RomansaNadia, de dieciocho años, es obligada a casarse con Nabil, un mafioso rodeado de secretos. Atrapada en una red de intrigas y deudas, debe enfrentarse a figuras del oscuro pasado de Nabil. ¿Podrá encontrar el valor para decidir su propio destino? ...