Honorable despido

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Lincoln odiaba vestirse con formalidad, le incomodaba sentir el calor y los kilos de ropa encima de el lo empeoraba.

Pero esta vez, solo está vez, lo haría como un último favor.

En su armario colgaba un portratrajes que dejaba hasta el fondo para verlo lo menos posible cada que abría el mueble.

Se vistió con aquellas prendas y al verse en el espejo del baño, no se reconoció ni con su cabello.

Al bajar por las escaleras fue visto por su familia, pero no hubieron elogios, solo miradas tristes y solemnes.

Cuando escuchó los claxons de varios coches entendió que debía adelantarse.

Susurrando un despido, el chico salió de su hogar mientras acomodaba los últimos detalles de su vestimenta, y al pisar la acera, vio como un autobús de estampado militar se estacionaba frente a él.

"Esto se siente familiar" Pensaba el chico mientras subía al vehículo.

El ambiente era lúgubre y desanimado, Lincoln junto con el parte de su escuadrón vestían igual que el, con sus uniforme de gala.

Anotó una pequeña entrada en su diario mientras esperaba a que el trayecto del vehículo llegara a su destino.

Aparcaron en el estacionamiento de una iglesia donde les esperaba a el y a los demás una serie de coches fúnebres todos con ataúdes en la parte trasera de cada vehículo, cada uno siendo cubierto por la bandera de su nación.

El peliblanco inspeccionó la etiqueta de cada ataúd y su mirada flaqueo al encontrar el nombre de su amigo.

Escuchó por encima la voz de su sargento dando indicaciones de que se suban cuatro miembros del equipo por transporte.

Era más que claro cual sería el coche en donde iría el albino.

Se sentó en el asiento detrás del copiloto y al sentir el movimiento supo que el cortejo fúnebre había dado inicio.

El chico estaba nervioso e impaciente, tanto que movía su pierna de arriba hacia abajo con inquietud.

De vez en cuando miraba por la ventana y divisaba a un grupo de personas acompañar el trayecto de los autos.

Supuso que eran los amigos y familiares de aquellos soldados fallecidos.

El chico no se imaginaba el dolor que debería ser vivir el fallecimiento de alguien de aquella manera.

Un momento de la vida donde sabes bien que su amigo o hermano murió, pero no por una enfermedad, sino porque estaba en un lugar y momento donde no hubo fortuna que le acompañe.

Escuchaba los sollozos incluso a lo lejos, deseaba que el sonido de los disparos y explosiones le hayan arrebatado la audición para no tener que escuchar la tristeza de los seres queridos.

Paso una media hora hasta que los vehículos se detuvieron frente al cementerio de las fuerzas armadas, donde era momento de que empiece el verdadero velorio.

Un soldado indicó que era hora de actuar, por lo que los cuatro salieron del coche y se dirigieron a la parte trasera del vehículo, donde yacía el ataúd de su amigo detrás del ventanal.

Sacaron con cuidado aquel objeto y con esfuerzo lo apoyo cada quien en su hombro.

Eran la guardia que guiará a Benjamin Bennet al lugar en donde descansaría finalmente.

Los cuatro sabían el trayecto a seguir, pues no era la primera que vez que atendían está clase de eventos.

Lincoln no había más que mirar hacia adelante, con una mirada inexpresiva mientras trataba de callar aquellos pensamientos llenos de culpa.

Tiempos difícilesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora