Capítulo 1: Carla

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Carla era ese tipo de personas que tú la ves y, sin ni si quiera conocerla, quieres ser como ella. Era perfecta. Tenía el pelo muy bien cuidado de un color rubio y liso, con ojos verdes, igual que un campo de hierbas, que cuando le daba mucho la luz se veían grises. Tenía las facciones de la cara bastante bien definidas y hermosas, con una nariz chata y con el tabique recto y las cejas bien perfiladas. Tenía los labios carnosos, de color cereza y siempre los llevaba muy bien hidratados. Usaba maquillaje de alta calidad y ni si quiera tenía rastros de granos en la cara. Sus senos y sus nalgas eran medianamente anchas, el abdomen plano, el cual resaltaba con su piercing del ombligo rosa brillante, con una cintura pequeña y las caderas ensanchadas. Su estructura corporal era delgada con los muslos y gemelos a una definición perfecta.
Ella, aparte de practicar voleibol, había escuchado que tenía un gimnasio propio en casa, por lo cual era bastante deportista. En torno a lo material, su familia poseía de bastante dinero. Había tenido bastantes IPhone, el típico móvil precioso que todo el mundo quiere. Actualmente estaba con el 13 pro-Max de color lila, bastante bonito y deseado.
A pesar de que sus padres eran ricos, curiosamente estaba apuntada a un instituto público, algo que me causaba bastante intriga. Personalmente era muy maja y alegre, siempre iba con una sonrisa con sus dientes perfectos en la cara de oreja a oreja y casi todos los chicos iban detrás de ella. Básicamente la conocía todo el instituto, era como una "diosa del Olimpo" para este, solo que ella pertenecía a un chico, Sergio, su novio.

¿Por qué escribes en pasado? Sigo viva.

Porque lo que vamos a contar pasó hace ya tiempo, déjame terminar y no interrumpas más, anda.

Bueno, como iba diciendo, Carla era una chica perfecta. En cambio, yo era todo lo contrario. Mi pelo estaba mal cuidado y bastante quemado de tanto plancharlo y de haberlo teñido varias veces. Mis ojos eran color mierda y siempre llevaba las pestañas llenas de restos de rímel. Usaba maquillaje barato, generalmente del chino, y básicamente lo único que me echaba era un delineador y una máscara de pestañas. Mis labios estaban resecos y despellejados, y casi ni tenían carne y mi boca era más pequeña que mi nariz. Tenía la cara llena de granos y tenía una paleta de los dientes encima de la otra, y aunque no fuera algo muy cantoso, lo odiaba. Mi estructura corporal era media, pero, aun así, yo me sentía gorda, aunque, sinceramente, no lo tomaba muy en cuenta. Solía vestir con ropa holgada, con colores oscuros, y la última vez que había llevado una falda o ropa corta, fue a los 8 años, antes de que mi cuerpo y mentalidad empezaran a desarrollarse. Personalmente era una persona bastante tímida, reservada, introvertida, me costaba abrirme a las personas y la mayor parte del tiempo la pasaba sola.
Llevaba una vida normal, nada interesante sucedía en ella. No me llovían los tíos ni tampoco tenía ninguna amiga con la que pasar el rato. La única que tuve, fue un desastre, ni si quiera llegaría a considerarla amiga, aunque eso es historia pasada. Era invisible para las personas. Cuando estaba en mi casa, pasaba todo el tiempo con mi hermana y con mi prima, hablando de nuestras cosas y ayudándonos en todo, especialmente en las tareas.

Siempre me quedaba embobada mirando a Carla. Mi mayor sueño era ser como ella. Rezaba todas las noches, incluso días, aun siendo atea, rogándole a las estrellas ser o parecerme a ella. El instituto era un completo infierno para mí. Cada vez que llegaba, lo único que deseaba era que se acabase para volver a casa junto a mi familia, el único lugar dónde me sentía cómoda y medianamente bien.

Solo que las cosas cambiarían un día.

EL secreto de una sonrisa perfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora