|| Cinq.

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Sus pectorales estaban siendo estrujados de forma egoísta y sin consideración

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Sus pectorales estaban siendo estrujados de forma egoísta y sin consideración. Sus sensibles pezones, rojos e hinchados, no aguantaban ningún otro pellizco o jalón. Neuvillette se estaba esforzando mucho en disfrutar de su comida.

Wriothesley podía sentir cómo la lengua ajena recorría cada centímetro de piel desde su pecho, pasando por las cicatrices de su cuello hasta llegar a su boca, iniciando otro beso húmedo y vulgar con quejidos de por medio.

Pues quedarse callado era imposible. Los gimoteos de placer y dolor del Duque se combinaban dulcemente y resonaban en la oficina, Neuvillette los adoraba como si fueran lo más bello; al menos lo eran para él. Podría decirse que el Duque estaba embriagando al Juez, y al mismo tiempo, el Juez sobreestimulaba al pobre Duque. Un ciclo vicioso.

Neuvillette simulaba embestidas sobre la tela contra el bonito culo de Wriothesley para apaciguar levemente sus erecciones. No podía penetrarlo, aún era consciente de que seguían dentro del Palacio Mermonia y en cualquier momento alguien podría tocar la puerta. Debía conformarse con devorar la boca ajena y apachurrar sus prominentes pechos

Suaves, blandos y al mismo tiempo duros, voluminosos pechos. La vaga idea de leche saliendo de esos bonitos pezones pasó fugazmente por la mente de Neuvillette.

Y entonces abrió los ojos.

Otra vez, estaba fantaseando.

Resopló, molesto. No sabía si estaba molesto por lo asqueroso de su pensar o si estaba molesto porque lo que imaginó no era real. Lo que si era real era el gran y poco sutil bulto entre sus piernas. Suspiró pesadamente, casi decepcionado de sí mismo.

Se dejó caer en el respaldo de su silla y miró el techo. Aunque tenía un rostro sereno y con una expresión de aburrimiento, el contrastante sonrojo era prueba de su caótica mente llena de obscenidades.

No debería estar vagueando de esa forma cuando tenía una montaña de papeleo para revisar. Pero es que simplemente no tenía muchas ganas de hacer nada. En silencio repasaba muchas cosas, llevaba casi un mes entero pasando las noches masturbándose con una sola persona en mente.

¿Qué se supone que debe hacer para dejar de hacerlo? ¿En dónde podría encontrar información útil sobre lo que le está pasando? Todo esto parecía ser una enfermedad justo tal y como sospechó el Duque desde un inicio.

Al desabrochar su pantalón y finalmente liberar sus adoloridas pollas dragónicas totalmente resignado a la derrota, recordó que su adorado Duque poseía una gran biblioteca con una gran variedad de libros de todo tipo. Quizás con mucha suerte lograba encontrar algo.

Tal vez vaya a visitar el Fuerte Merópide más tarde. Hasta entonces tenía un largo día de trabajo, no podía creer que a penas eran las diez de la mañana y ya se estaba tocando a sí mismo.

Simplemente ignoró su sentimiento de culpa y lo enterró bajo una capa de placer doloroso. Desconocía la calidez de los humanos pero estaba seguro de que su mano era incapaz de recrearla. Frunció el ceño con renovada molestia y siguió con lo suyo.

| 𝘓𝘪𝘦𝘯, 𝘴𝘦𝘹𝘦 𝘦𝘵 𝘴𝘶𝘦𝘶𝘳 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora