Tener mi amor no es cualquier cosa, aguantar mi amor no es para cualquiera, no es para cobardes, excepto vos, que tenes mi amor y, a pesar de no ser cualquiera, sos un cobarde, y no soportaste el peso de un cariño loco y desmedido como lo es el mío.
Mis sentimientos son fuertes y desastrosos como huracanes, que me afectan a mi, más que a mis afectos, que rompen mi corazón desde que nacen pero no mueren, y duele en todo el resto del cuerpo también.
Amarte empezó conmigo, siguió como un reto y ahora, es más bien, como un mecanismo automático y demente, amarte es inercia, amarte es no parar, no vivir sin amarte, no respirar sin amarte, no ser sin amarte.
Cuando digo que mi cariño hacia tu persona nació, no lo uso como sinónimo de inicio, sino lo que crece, no cesa, ocupa espacio y sobre todo, vive. Mi cariño tiene tanta existencia, que incluso en tu ausencia, tengo su presencia.
Mis sentimientos son tan fuertes que incluso me han tratado de salvar de sí mismos, ascendieron y descendieron, como una fogata queriendo morir pero todavía tiene brasas que lo impiden, fueron y vinieron como el mar atropellando la arena y retrocediendo, a veces dormidos, a veces despiertos, pero siempre vivos, nunca terminaron de separarse de mi.
El amor de María es inmarcesible e irremediable, inalcanzable para todos, infinitamente accesible para vos, el amor de María estaba tan presente que no lo viste, tan impregnado en el aire que no lo sentiste, te acostumbraste a los gritos mudos de mi amor y los pasaste por alto.
Te alejaste, tan callado te alejaste, tanto que casi no me doy cuenta, casi, si no hubiera sido por el pequeño detalle de que te volviste mi vida entera, no me hubiera dado cuenta de tu ausencia.