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Ari había organizado una fiesta de bienvenida para los argentinos, Anisa y Robleis, y Barca llegó puntualmente, ansioso por reencontrarse con su amigo y conocer a su hermana. Al entrar en la casa, fue recibido calurosamente por Robleis, quien lo abrazó con entusiasmo.
—¡Barca, qué bueno verte! —exclamó Robleis, con una amplia sonrisa.
En ese momento, una chica de estatura baja, con cabello castaño, vestida con un top blanco, falda negra y botas negras, se acercó a ellos. Era Anisa, la hermana de Robleis. Barca sintió un escalofrío al verla, su presencia lo deslumbró desde el primer instante.
—Ella es Anisa, mi hermana —dijo Robleis, presentándolos— Anisa, él es Barca, el amigo del que tanto te he hablado.
—Mucho gusto, Barca —dijo Anisa, extendiendo su mano con una sonrisa.
Barca tomó su mano y sintió una conexión instantánea. La forma en que ella lo miraba, con una mezcla de curiosidad y amabilidad, lo dejó sin palabras por un momento.
—El gusto es mío, Anisa —respondió finalmente, intentando mantener la compostura.
La fiesta continuó con música, risas y conversaciones animadas. Pero Barca no podía quitarle los ojos de encima a Anisa. Cada vez que ella hablaba, él se sentía más atraído por su personalidad y su encanto natural. Mientras la noche avanzaba, Robleis notó la atención que su amigo le prestaba a su hermana y decidió intervenir.
—Oye, Barca —dijo Robleis, acercándose—Parece que te llevas bien con Anisa. ¿Por qué no la invitas a bailar?
Barca, nervioso pero emocionado, se dirigió hacia Anisa, quien estaba conversando con otros invitados.
—¿Te gustaría bailar? —le preguntó, con una sonrisa tímida.
Anisa lo miró sorprendida, pero asintió con entusiasmo.
—Claro, me encantaría —respondió.
Mientras bailaban, Barca sintió que el mundo se desvanecía a su alrededor. La música, las luces, las demás personas... todo se volvía borroso, excepto Anisa. En ese momento, supo que su vida estaba a punto de cambiar para siempre.
Mientras bailaban, Barca intentaba coquetear con Anisa. Empezó con comentarios ligeros y bromas, buscando romper el hielo y hacerla reír.
—Sabes, Anisa —dijo Barca, inclinándose ligeramente hacia ella para que pudiera escucharlo sobre la música— Si alguien me hubiera dicho que conocería a una chica tan increíble esta noche, no lo habría creído.
Anisa sonrió y se sonrojó levemente, divertida por su intento de coqueteo.
—¿Ah, sí? ¿Y qué más no habrías creído? —respondió ella, mirándolo con ojos brillantes y curiosos.
