One shots. Walton

𝐉𝐀𝐃𝐄𝐍 𝐖𝐀𝐋𝐓𝐎𝐍.

—¿Sabes que roncas?— Le preguntas al chico que está acostado en tu cama, a tu lado, con un brazo debajo de la almohada y el otro echado perezosamente alrededor de tu cintura.

Esa mañana hace calor en tu habitación, pero no es el calor insoportable de los días lo que te hace querer arrancarte la piel y buscar un lugar con aire acondicionado gratuito, sino el calor que te hace querer quedarte en la cama hasta tarde antes de tener un café frío y dar un paseo junto al mar con tu persona favorita.

Los rayos del sol se filtran a través de la ventana abierta y a lo lejos se pueden escuchar las olas del mar rompiendo contra el arrecife.

Una suave risa se escapa de los labios entreabiertos de Jaden cuando un par de ojos de color café con verde claro se encuentran con los tuyos.

—Buenos días a ti también.—Su voz es ronca pero su tono es claramente divertido y su cabello está desordenado.

De hecho, es un buen día cuando te despiertas en tu cama con él a tu lado, pero sería demasiado cursi decirlo temprano en la mañana.

No puedes evitar sonreír y, antes de que te des cuenta, te empuja contra él y sus labios están sobre los tuyos.

Mientras envuelve su brazo alrededor de tu cintura, la sábana se desliza fuera de su cuerpo, revelando su pecho desnudo y tu mirada se posa en los moretones en su caja torácica, como lo hizo la noche anterior. Esta vez, sin embargo, no puedes evitar observar las marcas azul oscuro y violeta en su piel durante más de unos segundos.

Él te mira por un momento después de romper el beso, notando lo que llamó tu atención y con un resoplido, se deja caer en la cama a tu lado. Los muebles del colchón crujen ligeramente.

—No.—Él dice.

—¿Qué?

—No me mires así. Estoy bien.—Sus ojos están fijos en el techo.

Lentamente extiendes la mano, tus dedos rozan su estómago, trazando delicadamente los suaves contornos de los moretones allí.

—Me caí, yo-

—Sí. Lo sé—Quieres enojarte porque él no era sincero, sabías que se la pasaba peleando constantemente con ese tipo de gente.

El no se abre a ti, pero la mirada en sus ojos perdidos en el vacío te detiene cada vez.

—Sabes que puedes quedarte aquí, ¿verdad? Cuando quieras, y contarme.

Tu tono es suave cuando preguntas eso, girándote hacia él, apoyando tu codo en el colchón y apoyando tu cabeza en tu mano, mirando su perfil, la forma de sus labios, el verde de sus ojos bajo la luz del sol que entra por la ventana, unos mechones de cabello castaño cayendo sobre su frente.

—Si... tienes algún tipo de problema, eres bienvenido aquí. A cualquier hora del día o de la noche, Jad. Lo sabes, ¿verdad?

Sólo te das cuenta de que todavía estás trazando patrones imaginarios en su piel cuando sientes que sus dedos se encuentran con los tuyos, su mano en su estómago para encontrar la tuya y entrelazar tus dedos.

Cuando finalmente gira la cabeza hacia ti, hay una leve sonrisa en sus labios y no es su habitual sonrisa sarcástica o la sonrisa que le muestra a Jayla cuando habla de su novia. Es más suave, más sincero.

—Lo sé.

Miras fijamente sus ojos claros por un momento y decides creerle.

Suspiras, —está bien.

No sabes cuánto significa tu oferta para él, no sabes que a todas las otras chicas con las que se ha acostado en el pasado nunca les importó un labio roto o un rasguño en un brazo a menos que estuviera arruinando su cara bonita.

No sabes que si hubiera sido cualquier otra chica esa mañana no se habría quedado en tu cama sino que se habría ido antes de que saliera el sol.

Contigo fue diferente. Te importaba. Y por primera vez, a él también le importó.

Tu habitación no era como su casa ni siquiera como el castillo. Se estaba convirtiendo en su lugar favorito tan rápidamente que casi lo asombraba.

Y te estabas convirtiendo en su persona favorita, pero eso no le sorprendió mucho.

Se estaba volviendo imposible no amar el sonido de tu risa y la forma en que podías tranquilizarlo con un simple toque.

—Gracias.—Él susurra.

Sonríes y extiendes la mano para quitarle el cabello rubio de los ojos.

Su mano todavía sostenía la tuya.