Cap.30

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Tres años después...

Los años pasaron y era cuatro de febrero por lo que era el cumpleaños número tres del pequeño Willie. El sol se elevaba sobre el imponente castillo, cuya silueta destacaba contra el cielo azul. Los altos muros de piedra y las torres adornadas con banderas ondeantes proporcionaban un telón de fondo majestuoso para la celebración. El patio central estaba decorado con serpentinas de colores, globos y una pancarta que decía "¡Feliz Cumpleaños, Willie!" en letras grandes y brillantes.

En el amplio jardín del castillo, una mesa larga cubierta con un mantel azul estaba repleta de bocadillos, dulces y una gran torta de chocolate decorada con tres velitas en forma de coche. El aire estaba lleno de risas y música infantil, creando una atmósfera de alegría y emoción. Los niños corrían y jugaban, disfrutando de la pequeña fiesta que los reyes habían organizado con tanto amor para su hijo, el príncipe Willie.

Willie, con una sonrisa enorme en su rostro, corría de un lado a otro, vestido con una pequeña capa de príncipe y una corona dorada. Su padre, Louis, observaba la escena desde uno de los balcones del castillo, con una mezcla de felicidad y nostalgia. Recordaba cómo habían sido esos tres años, llenos de noches en vela, primeros pasos, palabras balbuceadas y miles de sonrisas. Su padre, Harry, estaba entre los invitados, asegurándose de que todo estuviera perfecto y capturando fotos para recordar cada momento especial.

En un rincón del jardín, los tíos de Willie, Isaac y Jasper, charlaban animadamente con Moritz y Emily, riendo y compartiendo bromas. Los abuelos, el Duque Edward y la Duquesa Margaret, observaban con orgullo y satisfacción, comentando lo rápido que había crecido el pequeño príncipe. Finalmente, llegó el momento de soplar las velas. Todos se reunieron alrededor de la mesa mientras Louis y Harry llevaban el pastel al centro. La multitud comenzó a cantar "Cumpleaños feliz" y Willie, con los ojos brillantes, miró a sus padres y luego a las velas parpadeantes. Con un fuerte soplido, apagó las tres velas, mientras todos aplaudían y vitoreaban.

Willie sonrió y abrazó a sus padres, agradecido por todo el amor y esfuerzo que pusieron en su día especial. Mientras la fiesta continuaba, Harry y Louis sabían que, aunque el tiempo pasara rápido, siempre tendrían estos momentos preciosos para recordar y atesorar. Desde lo alto de las torres del castillo, las campanas repicaban en honor al pequeño príncipe, marcando el comienzo de un nuevo año lleno de aventuras y alegría en su joven vida.

Una vez acabada la fiesta, todos estaban reunidos en el gran salón del castillo. Las paredes de piedra estaban adornadas con tapices antiguos y retratos de antepasados, y las velas en las arañas de cristal lanzaban un brillo cálido y acogedor. El fuego chisporroteaba en la gran chimenea, llenando el salón con un aroma a leña quemada. La familia Belmont aún charlaba y reía mientras se acomodaban en los sofás y sillones alrededor del fuego.

El pequeño Willie, con su capa de príncipe ligeramente torcida y su corona inclinada, se sentó en un gran sillón de terciopelo rojo, balanceando las piernas con energía inagotable. Sus hermanos mayores, Henry y August, se sentaron a su lado, todavía con la misma emoción reflejada en sus rostros.

Willie miró a sus padres, que estaban sentados cerca, y dijo con entusiasmo,—¡Papá, papi, tengo una gran idea!—

Harry y Louis se miraron, sonriendo ante la energía inagotable de su hijo. —¿Qué idea tienes, mi pequeño príncipe?— preguntó Louis, inclinándose hacia él.

—¡Quiero ir a Disney! ¡Moría de ganas de conocer Disney!— exclamó Willie, sus ojos brillando de emoción. —Quiero ver a Mickey Mouse y a todos los personajes de los cuentos.—

Henry, de seis años, saltó de su asiento y dijo, —¡Sí! ¡Disney es increíble! Hay montañas rusas, castillos y desfiles. ¡Tiene que ser el lugar más divertido del mundo!—

The song of the moonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora