Ethan Black
¿Quién vendría a verme después de semejante revuelo que hice en este lugar? O según eso dicen fuentes confiables y a la vez no tan confiables.
Hace unos diez minutos vino el único enfermero que me soportó en este lapso de tiempo, a decirme que tenía que estar listo porque alguien estaba esperando por mi para tener una cómoda charla.
Sinceramente no le creí pero no puedo desobedecer y menos ahora que Miller está cerca de ayudarme a salir un poco más o eso mandó en una nota escondida entre mi toalla para ducharme. Mejor hago caso a todo lo que ordenen.
A mis calmas me coloco los tenis que siempre uso, una chamarra blanca y medio acomodo mi cabello para verme casual aunque parezca más un ángel deprimido con ganas de morir y no resucitar en algo divino o en un simple mortal.
Solo ser un alma que descansa sin miedo ni preocupaciones.
Llega a mi celda el mismo enfermero pero está vez acompañado de un guardia y los tres emprendemos el camino a la sala de estar donde les dejan hablar cómodamente con familiares, amigos o sus abogados ya en un caso muy deprimente.
Nunca nadie había venido antes a visitarme, solo él abogado pero de mi “familia”, quien me trae las nuevas demandas o las últimas noticias de que quitaron mi nombre de las herencias familiares, después de él nadie más pisó este lugar.
Esto es raro, siempre me avisan que es Heder, quien lleva mi caso pero ahora solo dijeron que es una persona. Obviamente que es una persona, no creo que Niebla, el conejo de mi prima Dorothy, viniera.
Unos segundos después llega uno de los mil enfermeros aquí para llevarme y comenzar a empujarme para caminar más rápido más no hago caso, no tengo prisa y si quiere verme tendrá que esperar como yo lo hice por tantos años.
Antes de pasar a la sala donde todos miran una vez al mes a sus familias, parejas, hijos, amigos, quien sea que haya venido, me hacen esperar para revisar que solo esté mi presencia. Al rectificar eso puedo pasar a la sala y me escoltan hasta sentarme frente a la persona que menos quería ver en este ni en otro momento.
—Buenos días Ethan, hace mucho que no nos vemos.
–Tía Leah Ann.
Savannah Miller
El correr se me está haciendo un hábito en este lugar y más si solo llegan y dicen: “Doctora, su paciente tiene una visita y ya fue trasladado a la sala. Permiso”.
Con ganas de arrancarles la cabeza y cocerla para un caldo por descuidados. Todos, absolutamente todos conocen que no se puede decidir tan deliberadamente algo como eso, primero se necesita saber si está en condiciones y si es Ethan, y no alguno de los otros chicos.
Ni oportunidad tuve de hablarlo con Esteban y mucho menos un mensaje, solo salí corriendo en cuanto el oficial me dejó espacio libre para emprender mi carrera y luego este lugar que es enorme, casi tengo que correr un maratón. Lo malo es que no dan premio por llegar primero.
Aunque se arma una trifulca cuando llegó a la puerta y no me dejan pasar.
—Señora, como ya le dijimos unas veinte veces, necesita tener un permiso del doctor Sesseman para poder autorizar su entrada al pabellón.
–Y a mí me vale un reverendo pepino de quién necesites autorización. Cómo ya te dije unas veinte veces, yo soy la doctora asignada a él.
—Lo lamento pero usted no puede pasar, no es así. Yo perdería mi trabajo y capaz usted también, mejor llame al doctor y si él la autoriza, con gusto la dejo entrar.
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Ayúdame Miller
De TodoDicen que nadie se encuentra por coincidencia ni por suerte, pero, ¿a beneficio propio?. Una profesional que solo quiere cumplir su trabajo pero un pequeño obstáculo o mejor dicho, una persona no la dejará hacerlo...