Capitulo Diecinueve

7 4 0
                                    

Por alguna razón ya no sentía dolor, vi a todos lados y no supe donde estaba, absolutamente todo estaba oscuro no podía diferenciar algo que no estuviera más allá de mi nariz.

Empecé a ver dos luces rojas y sin saber que o quién eran las seguí. Esto sería un acto suicida para muchos pero solo quiero salir de esta oscuridad.

Luego de tal vez tres horas caminando logro diferenciar algo, estaba en una clase de calabozo de la antigüedad, apenas y estaba iluminado por la tenue luz de las antorchas, caminé unos pasos más y vi a la loba blanca del bosque. Estaba enjaulada y parecía aburrida, me acerque a ella y metí la mano a la jaula acariciándola, al darse cuenta de mi presencia su semblante cambió a uno más feliz.

-Estas aquí...

-Si ¿Dónde estamos?

-En su territorio — me miró por un momento y pude jurar que quería ver más allá de mis ojos — hagas lo que hagas, pida lo que te pida, no te dejes, no la dejes tomar el control.

Estaba apunto de responder pero quise tomarme un momento para analizar sus palabras. "Su territorio" por la forma en que dijo no se de quien está hablando pero probablemente sea una chica porque dijo "no la dejes" suspiré y me levanté.

Miré a los lados buscando algo con que sacarla de allí pero no veía nada servible, solo cajas, jaulas y un espejo.

Escuché a Zafiro gruñir y volví mi atención a ella, aunque ella me gruñía a mí.

-¿Zafiro?

-¡Aléjate! — me gritó, la miré desconcertada y sin saber a qué se refería — ¡Ella jamás te va a dar lo que quieres!

Di un paso adelante para hablar mejor con ella pero sin embargo alguien tomo mi mano, al voltearme vi a una chica, su cabello era negro y sus ojos iguales, su Iris es de un color rojo carmesí y su piel extremadamente blanca.

La miré asustada. ¿Estaba muriendose? Sin pensarlo dos veces me aserque a ella y le hice un rápido chequeo, su piel estaba extremadamente fría y parecía que su corazón se apagaba.

-¿E-Estas bien?

-A-Ayudame Katherine, ayu-yudame.

La miré sorprendida de que supiera mi nombre pero sin embargo no le iba a hacer preguntas, debía salvarla.

-¿Cómo te puedo ayudar? ¿Que nesecitas? — yo no sabía nada de medicina y dudaba mucho que un simple medicamento le salvada la vida.

-Tu Sangre — su iris se volvió más roja y  brillante, sus dientes más puntiagudos y su piel más pálida, parecía aber muerto hace días.

Me sobresalte e intenté huir, al ver mejor me di cuenta que estaba en las piernas de Joseph.

Todo había sido un sueño.

Me senté asustada, el corazón me iba a millón, parecía que en cualquier momento iba a darme un paro cardíaco.

Analicé mi alrededor. Estoy en un auto, Joseph y Veroxica van a mi lado, una a la izquierda y el otro a la derecha, Juan va conduciendo y marcos está como copiloto, este último con una cara de pocos amigos.

Giré a ver a Joseph y este hizo lo mismo, me regaló una sonrisa fugaz y luego volvió su vista a la ventana, todavía estaba un poco asustada pero ya me estaba empezando a calmar.

-¿A dónde vamos? — pregunté para romper este silencio tan incómodo.

-A la cabaña — dice Juan desde el asiento del conductor — ¿Cómo te sientes bella durmiente?

-Como me veo, fatal.

-Es normal, te atropelló un auto, todos pensamos que habías muerto.

-Ubiera deseado que así sea — me abracé a mi misma con la cabeza baja, podia sentir la mirada de todos allí — cambiemos de tema.

-¿Desde cuándo la niña bonita tiene pensamientos oscuros? — me dice Joseph.

-Desde siempre.

Nadie respondió nada y lo agradecí, tenia que ponerme en orden o si no terminará aventandome por la ventanilla del auto.

Un auto me atropello, no entiendo como fue que no lo vi, claro, estaba tan concentrada en mi madre que no vi el auto.
Y también está el dolor en mi pecho, el saber que Thomás me a arrebatado toda oportunidad que tenía con Amelia, y yo que creía que era mi amigo. Nisiquiera Joseph se ubiera atrevido a hacerme algo así.

Cómo se me es costumbre puse una mano en mi pecho pero al instante recordé que no tenía mi collar. Suspiré con aires de llorar.

-Kat... — escuché la voz de Joseph — ¿Qué sucede?

-Nada.

-No mientas — volteé a verlo y me dió una mirada tan intensa que me sentí diminuta a su lado — ¿Que te pasa?

-Extraño a mi mamá — hablo sin pensarlo y luego me maldigo por haber dicho eso.

Joseph no dice nada, me mira por un momento más y luego me da un beso en la frente. Un escalofrío me recorrió al sentir su mano fría en mi mentón. Luego de eso me abrazó.

Esto va a ser difícil pero creo que será lo mejor, alejarme de todos, de Amelia y de Thomás. Ahora tengo lo único que nesecito, el apoyo de mis amigos, de Veroxica y Joseph, aunque ellos no lo digan se que les importo.

De otra forma no ubieran ido a buscarme al hospital.

En medio del caos⅓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora