capitulo 7

437 21 0
                                    


Me despedí de la familia de Nabil. La mía no quiso venir a mi propia boda. ¿Quién no va a la boda de su hija? Mis hermanos fueron obligados a no venir, eso lo entiendo, pero mi padre, quien me ha cuidado desde pequeña, tampoco quiso asistir.

Eso me duele y me dolerá para siempre. Estaba llorando mientras iba rápido hacia el coche. Estos días he estado muy sensible después de todo lo que me ha pasado.

—¿Qué te pasa ahora? —preguntó Nabil.

—Nada —dije, entrando al coche.

—Responde.

—¿Qué más te da?

—No me importas, pero quiero saberlo.

—Eso no tiene sentido —dije, mirando por la ventana.

Llegamos a casa y me dirigía a mi habitación cuando Nabil me detuvo.

—¿Dónde te crees que vas?

—A mi habitación, donde iba a ser.

—Luego vendrá mi familia a dormir aquí, les dije que no necesitaban pagar un hotel, así que tu habitación estará ocupada.

—¿Y qué quieres decir con eso?

—Que vas a dormir conmigo —dijo, soltándolo así, con una sonrisa.

Solo pensar en dormir con él me daban ganas de vomitar.

—Tus ganas —dije mientras entraba a la cocina.

—Si quieres que la gente se pregunte por qué duermes separada de tu marido, allá tú.

—Eso debería preocuparte a ti, ya que a mí me da igual lo que piensen.

—Tienes muy normalizado lo de hablarme mal, ¿no? —dijo, acercándose

—. Vuelve a vacilarme o a levantarme la voz y te vas a dormir al garaje, porque ya me estás cansando, niñata —me soltó sin más.

No tuve opción que subir a la habitación. Cuando llegué, me quedé de piedra. Era una habitación muy bonita, con paredes blancas, una cama blanca, un armario gigante y un tocador.

—¿Impresionada? —dijo con voz de superioridad.

—He visto mejores —dije, dándole una sonrisa falsa.

—Bueno, tú duermes en el suelo —dije, cambiando de tema.

—Es mi cama, y cabemos los dos.

—Prefiero dormir en la calle.

—¿Así que tienes miedo de dormir al lado mío?

—Haz lo que quieras, pero déjame en paz.

Se quedó callado, así que pensé que se había ido. Pero de repente, sentí cómo la cama se hundía y él se acercaba a mí. Intenté alejarme, pero me agarró de la cintura.

—¿Qué haces? —dije, temblando.

—Dormir.

—Suéltame —dije, con más fuerza.

—No te hagas la dura. Ninguna se controla delante de mí —dijo con aire de superioridad besándome el cuello.

—No soy una de tus... —no pude terminar la frase cuando me tapó la boca con su mano.

Le mordí la mano y me levanté corriendo para salir por la puerta. Al salir, no sabía dónde ir, toda la casa estaba llena de la familia de Nabil. Abrí las puertas del jardín y me puse detrás de un árbol.

—Esto no está bien —dije en mi mente, pero antes de pensar en algo más, me quedé dormida envuelta en mis brazos, temblando de miedo por lo que acababa de pasar.

El sol me daba en la cara cuando me desperté. Ya no estaba en el jardín, sino en la habitación donde había dormido la primera noche aquí. No sé quién me habrá traído ni cómo. Estaba demasiado cansada y me dolía el cuello para pensar.

Me levanté y fui a hacer el wudu y rezar. Luego, estuve rellenando un currículum, ya que quería postularme para un trabajo. Todo estaba tranquilo hasta que se abrió la puerta, y ahí estaba Nabil, con su chándal gris, su pelo oscuro y sus ojos verdes.

Mi cara cambió de tranquilidad a miedo en segundos.

—¿Qué quieres? —dije, lo más tranquila que pude.

—Perdón.

—¿Eh?

—Perdón por lo de ayer. En ningún momento quise hacerte daño, pero admito que me equivoqué y no volverá a pasar —dijo seriamente.

—En ningún momento —dije, con sarcasmo

—. He intentado no ponerte la mano encima desde que llegaste.

—No todo es el dolor físico —dije, apartando la mirada mientras se me aguaban los ojos.

Escuché que se acercaba, así que intervine.

—No te acerques —dije, volviendo a temblar.

No me hizo caso y me abrazó. Fue un abrazo cálido y dulce. No podía creer que me estuviera abrazando. Comencé a llorar sin parar, llenándole la camiseta de lágrimas. Por fin había soltado todo lo que me había guardado todos estos días.

—Te pido perdón una última vez —susurró en mi oreja antes de levantarse para irse.

—Gracias —dije sin pensar.

Él me sonrió y se fue.

Es la primera vez que me sonríe de verdad. No sé por qué me he sentido tan bien.

Fiha kherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora