NADIA
Estaba bajando las escaleras para volver al salón cuando sentí un mareo, pero decidí no prestarle atención.
-No sabía que se te daban tan bien los niños -comentó Nabil.
-Ahora ya lo sabes -respondí, cogiendo un vaso de agua.
-Nah, en serio, a él nunca le han gustado las que han estado en mi casa, solo tú.
Lo miré con desagrado al insinuar que habían pasado muchas mujeres por su casa.
-Qué raro, como si dijeras que todas somos iguales -le reproché, recordándole lo que había pasado aquel otro día.
-Ya te he pedido perdón -dijo él.
Dejé el vaso en la mesa y me dispuse a dar un paso cuando todo empezó a dar vueltas.
.-¿Estás bien? -preguntó Nabil.
-Sí.
Al dar el siguiente paso, todo se volvió negro.
NABIL
"¿Estás bien?" pregunté al ver que no respondía y miraba al suelo.
-Sí -respondió en un susurro.
Intentó dar un paso y se desplomó en el suelo.
-¡Hey, Nadia! -exclamé, preocupado, mientras la llevaba al sofá y corría a por agua.
Comencé a mojarle la cara sin saber muy bien qué hacer en esos casos. Ella seguía sin despertar, así que llamé al médico de familia. Estaba temblando, apenas la conocía pero no quería perderla ahora.
Cuando el médico llegó, le expliqué lo ocurrido y me dijo que era solo un mareo por falta de comida.
"En verdad, no he visto a Nadia comer nada desde que la conozco, ni siquiera en la boda. Solo ha probado esas galletas desde hace tres días", pensé para mí mismo.
Me sentía horrible al pensar que todo esto era por mi culpa y cómo había complicado la vida a una pobre chica que no me había hecho nada.
El médico se fue y llevé a Nadia a la habitación mientras preparaba algo de comida. Hice patatas al horno con pollo, una ensalada y de postre corté fruta y la puse en vasos. Al de Ayub no le puse fresas.
Subí para ver cómo estaba Nadia y la encontré sentada en la cama.
-Te desmayaste -le recordé.
-No es la primera vez.
-¿Qué? -pregunté sorprendido.
-Ayer también -dijo bajando la cabeza
-. Porque no me lo has dicho.
-¿Para qué? Solo tengo que comer y ya está.
-Por eso mismo, y no he comido nada desde que estás aquí.
-No es tan fácil.
-Bueno, vamos, que he preparado la cena.
NADIA
Me estremecí al sentir sus manos en mi cintura, ayudándome a levantarme para bajar abajo, ya que me sentía débil. Sin embargo, solo podía pensar en sus manos.
Al bajar, intenté ayudarlo a traer la comida a la mesa, pero él me obligó a sentarme, así que hice caso. Cuando todo estaba listo, subió para traer a Ayub.
-Ven al lado mío, Ayub -le dije.
Vino y se sentó conmigo.
-Vamos a decir en broma que la comida de Nabil está mala, ¿vale? -le propuse en voz baja.
-Vale -susurró él en mi oído.
Cuando Nabil trajo los vasos y se sentó con nosotros, empezamos a comer.
-Qué mala está -dijo de repente Ayub.
Me costaba contener la risa y respondí:
-Sí, sí, nosotros la hubiésemos hecho mejor.
-Ya os gustaría. Y os he escuchado antes -dijo Nabil.
-¿Y por qué escuchabas? Era una conversación privada -le reproché.
-Sí, sí -dijo Ayub a mi lado
-. Así que estás de su parte.
-Tita Nadia me ha hecho galletas, así que sí, estoy con ella -confirmó Ayub.
Empezaron a discutir y yo seguí comiendo. La comida estaba muy buena; superó mis expectativas. Pensé que ni siquiera sabía cocinar.
Al terminar, cogimos los platos de fruta y nos sentamos a comer. Me giré hacia Ayub para preguntarle si le gustaba la fruta, pero me asusté al verlo.
-Ayub, ¿por qué estás rojo? -pregunté tocándole la cara para ver qué le pasaba.
-No respira -dijo Nabil, levantándose asustado.
-Es una alergia -dije al ver sus ojos.
-Le habré puesto algún trozo de fresas sin querer al hacer la fruta -se lamentó Nabil, pasándose las manos por el pelo
-. Tranquilo -intenté tranquilizarlo.
Cogí a Ayub en brazos y lo llevé a la encimera de la cocina. Le di leche en un vaso y a los pocos segundos vomitó, incluyendo el trozo de fresa que había comido. Después de haber estudiado auxiliar de enfermería, sabía qué hacer en casos de alergia. Ayub comenzó a toser y lo incliné para ayudarle a que saliera la tos.
Me quedé con él durante media hora hasta que vi que ya no estaba rojo y que estaba bien. Entonces lo llevé a la habitación.
-¿Me cuentas una historia? -me pidió Ayub.
-Había una vez una chica que siempre estaba sola. Se llamaba Aya y tenía 5 años. Un día, estaba en un parque en el columpio cuando apareció un chico que tenía 10 años y se sentó en el columpio de al lado. Después de ver que el chico era muy gracioso, empezaron a jugar juntos.
-¿Cómo se llama el chico? -me preguntó Ayub.
-Ayub -respondí.
-¡Como yo! -exclamó emocionado.
-Sí. Bueno, continuemos jugando hasta que Aya tuvo que irse a casa con su madre porque era tarde. Ayub se quedó solo en el parque.
Cuando llegó a casa, sus padres estaban haciendo las maletas para mudarse, pero él les dijo que no quería irse porque por fin había hecho una amiga y no quería alejarse de ella. Sin embargo, sus padres no lo permitieron y se lo llevaron.
Al día siguiente, Aya regresó al mismo lugar para ver si veía a Ayub, pero nunca lo encontró, y así todos los días.
Cuando finalmente cumplió 18 años, se mudó a otra ciudad. Cuando llegó a su nueva casa y vio a los vecinos, descubrió que uno de ellos era Ayub. Se alegraron mucho de verse después de 15 años y, finalmente, se casaron y fueron felices.
-¿Y cómo se encontraron? -preguntó Ayub.
-Pues, todo está escrito, así que solo hay que confiar en Allah -le dije con una sonrisa.
-Qué bonito -dijo él mientras sus ojos se cerraban.
Vi que se había quedado dormido y me levanté para bajar abajo. Vi que Nabil había recogido todo, así que subí. Cuando llegué a la puerta, escuché cómo Nabil estaba en la habitación, así que pensé que ya se habría ido a dormir y jire para ir a la que era mi habitación.
ESTÁS LEYENDO
Fiha kher
RomansaNadia, de dieciocho años, es obligada a casarse con Nabil, un mafioso rodeado de secretos. Atrapada en una red de intrigas y deudas, debe enfrentarse a figuras del oscuro pasado de Nabil. ¿Podrá encontrar el valor para decidir su propio destino? ...