Prólogo

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Media noche llueve con mucha fuerza, debe ser una tormenta, un hombre con gabardina aparece frente al lugar, esta ventana está reforzada aún así ese misterioso hombre aparece y avanza con mucha confianza. Mi nombre es Joseph, estoy encerrado en un hospital psiquiátrico, ellos creen que estoy enfermo, no es así, he visto cosas y hecho cosas muy atroces para sobrevivir.
Esos hombres de poca importancia me tomaron una noche fría y húmeda como esta, ellos van a tener que esperar.
-Le recomendamos que no porte cualquier tipo de objeto punzante, el paciente es muy difícil de tratar, agresivo, cínico.
Señor Lovecraft, se que ha tratado con este tipo de eventos sin embargo este es muy muy diferentes, este sujeto no se anda con juegos, las marcas que porta en su cuerpo son la prueba de ello.
-No tengo idea de lo que cree que haré con el muchacho, solo aplicaremos lo de rutina, este caso lleva mucho en los expedientes y debe estar cerrado. Él no debe ser problema para mi, créame Doctor Arrechiga.
-Está bien señor Lovecraft, yo...
-Dígame Stephen, así es más práctico.
-De acuerdo, continuado, evite el contacto visual. En más de una ocasión pudo salir de su confinamiento por una especie de "control mental". Sus ojos son muy expresivos, cada vez que tiene que salir debemos usar lentes oscuros para que no haga una especie de dominio sobre nosotros. Según han relatado sus víctimas, sienten cadenas sobre sus hombros, se pierden a una melodía extraña y confusa que les aterra pero les gusta. Se sienten vacíos y entonces ellos obedecen.
-¿Cómo lo han detenido?
-Es muy difícil explicarlo, el decidió quedarse con nosotros en lugar de escapar. Tuvo la oportunidad de hacerlo, mencionó algo sobre el Ritual de Apertura y el Ritual de Luster. Hasta ahora no sabemos a que se refiere, solo se ríe cada vez que le preguntamos.
Mientras ellos seguían con los procesos y protocolos de seguridad, seguía lloviendo en ese lejano lugar con una fuerza brutal, el viento soplaba y los árboles se estremecían. El paciente Joseph estaba en las sombras de su confinamiento, esperaba, a que el hombre de gabardina apareciera ante el.
La mayoría de los conocimientos que poseemos son gracias a los pequeños hombres que dieron su vida para esto, los cuales serán recordados en este momento.

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